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Datos Introspectivos

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El terapeuta anima al paciente a a identificar, observar y evaluar sus pensamientos de una manera objetiva. Los pensamientos (o cogniciones) del paciente se entienden como eventos psicológicos que pueden reflejar con mayor o menor exactitud las circunstancias o situaciones reales. Terapeuta y paciente colaboran para determinar en qué medida las inferencias y conclusiones de éste último se corresponden con las observaciones y conclusiones de personas más objetivas. De este modo, terapeuta y paciente tratan de poner a prueba las inferencias y conclusiones de éste. El terapeuta hace preguntas para averiguar si el paciente está atribuyendo un significado idiosincrático a ciertos eventos o si, por el contrario, está haciendo inferencias racionales.

En muchas ocasiones, estas cogniciones idiosincráticas de los depresivos son estereotipadas y su contenido gira en torno a temas recurrentes, tales como "Soy un incompente", o "Nunca me sale nada bien". Cuando el terapeuta logra identificar estos temas, atrae sobre ellos, con mucho tacto, la atención del paciente. Juntos ambos miembros del equipo, comienzan a formular hipótesis sobre qué tipo de supuestos subyacen a estos temas (por ejemplo, "Si no lo hago todo a la perfección, significa que soy un fracasado"). De este modo, el paciente aprenderá a identificar estos supuestos y a evaluar si son válidos o ilógicos.

Rodrigo Córdoba Sanz. Tfno. 653379269



Transferencia y Contratransferencia

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Rodrigo Córdoba Sanz

Con demasiada frecuencia, los terapeutas perciben a los pacientes depresivos como "deliberadamente" pasivos, indecisos y manipuladores. El terapeuta llega a sentirse frustrado y el paciente criticado; en estas condiciones, el paciente puede incluso llegar a abandonar el tratamiento. En la literatura psicoanalítica, estás interacciones se sitúan en el contexto de transferencia y Contratransferencia. El tipo de colaboración terapéutica que se propone contribuye a reducir este tipo de problemas y manifestaciones.

El terapeuta debe afrontar directamente las reacciones negativas que surjan en el ámbito de la terapia. Tratando de identificar y corregir las distorsiones cognitivas del paciente que contribuyen a hacerlo positivo, falto de iniciativa y "oposicionista", terapeuta y paciente están caminando ya hacia la solución de los diversos problemas que influyen sobre las frustraciones de ambos. De hecho, los pensamientos inadecuados que llevan a la pasividad, a la indecisión, a la falta de motivación,etc., constituyen en sí uno de los objetivos específicos del tratamiento. Como sucede con otras distorsiones cognitivas, el terapeuta aplicará la lógica y el método empírico para corregir los errores existentes en este tipo de pensamientos.

También las reacciones de transferencia positiva pueden entorpecer el curso de la terapia. El paciente puede ver al terapeuta como su salvador y exagerar sus cualidades positivas. Esta evaluación y las expectativas demasiado elevadas deben discutirse, señalando las distorsiones, a pesar de que estás vayan en una dirección positiva. El terapeuta debe subrayar que el trabajo en equipo es un medio para resolver los problemas del paciente, no un fin en sí mismo. El manejo terapéutico de los "problemas de la transferencia", como, por ejemplo cuando el paciente se enamora del terapeuta se deben manejar como distorsiones en un clima de alianza terapéutica.

Existen algunos aspectos de la terapia activa y estructurada que pueden dar lugar a reacciones terapéuticas negativas. Dependiendo de la situación, cualquiera de las técnicas cognitivas podrían ser percibidas de modo hostil, supercontroladora o coercitiva. Además, existen algunas acciones con una probabilidad particularmente elevada de ser consideradas negativas por los pacientes depresivos (así como por muchos otros pacientes de otro tipo). Entre estos comportamientos se incluyen el sermoneo, las exigencias, las amenazas, las discusiones, los interrogatorios, culpabilizar al paciente, moralizar y enjuiciar. Sí el terapeuta desea seguir tratando, o si se vale del humor para ridiculizar al paciente (no sus cogniciones), éste puede sentirse manipulado y despreciado.

Algunas otras dificultades pueden debilitar la naturaleza colaborativa de la relación paciente-terapeuta; dos de ellas son especialmente frecuentes con los pacientes depresivos. En primer lugar, el terapeuta puede comenzar a creer en la visión negativa y persistente del paciente acerca de sí mismo y de su situación frente a la vida. Si se sitúa fuera del papel de observador científico, el terapeuta puede "filtrarse" dentro de la construcción distorsionada de la realidad que tiene el paciente. En lugar de tomar las interpretaciones negativas del paciente como "hipótesis que han de ser comprobadas empíricamente", el terapeuta puede comenzar a suponer que estás cogniciones negativas son afirmaciones correctas que se pueden aceptar por el valor que en sí mismas poseen.

En la práctica real, son comunes las recaídas durante el tratamiento. Por ello, el terapeuta deberá informar al paciente de la posibilidad de fluctuaciones negativas durante el tratamiento. Las recaídas proporcionan al paciente una valiosa oportunidad para aplicar las técnicas y habilidades que ha aprendido en terapia. Es más las recaídas "mantienen en forma" al paciente, haciendo que se enfrente con problemas que, tarde o temprano se le presentarán al finalizar el tratamiento.
Psicólogo col.: A-1324 Zaragoza
Teléfono: 653379269


Evitar etiquetas y diagnósticos

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El terapeuta debe ver al paciente como una persona que tiene problemas específicos o que mantiene creencias irracionales, nunca como una persona irracional o que tiene un carácter anormal. En este sentido hay que evitar etiquetas peyorativas, que influyen en el paciente y en la relación terapéutica. Aún más, ese tipo de actitudes negativas generales impiden la consideración y definición de los problemas específicos y la prescripción de soluciones específicas.

Los pensamientos negativos crónicos de los pacientes depresivos pueden convertirse fácilmente en fuente de irritación para el terapeuta. Este puede verse tentado en muchas ocasiones de culpar a los pacientes por sus "recitales de síntomas crónicos' o "por su falta de voluntad". Estos pacientes suelen ser calificados por los demás, incluido el terapeuta, como personas que se quejan constantemente...
Es mejor suponer que, si pudiera elegir, el paciente preferiría ser menos desvalido, más independiente y menos pasivo. Cuando el paciente no intenta realizar alguna tarea que se le ha propuesto, olvida las citas, o minusvalora sus capacidades, el terapeuta experimentado buscará cogniciones o actitudes que puedan estar generando esta conducta regresiva. El terapeuta debe tomar las cogniciones negativas como un componente típico de la depresión, nunca como una característica inherente al paciente.

Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo A-1324

www.rcordobasanz.es


Ajustar el nivel de actividad en terapia

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A la mayoría de los pacientes depresivos les resulta difícil concentrarse y fijar su atención. En consecuencia, a menudo son incapaces de definir los problemas, mucho más de resolverlos. Por ello, se sienten inútiles y abrumados ante las dificultades. A causa de sus cogniciones negativas, es probable que interpreten como rechazos los silencios que se producen durante las sesiones de terapia, o como evidencia de que nunca mejorarán el hecho de que se mantengan contactos sin tiempo limitado. Incluso en la conducta del terapeuta tienden a "encontrar" evidencia de que son anormales, antipáticos e inútiles. Por estas razones, una terapia no estructurada daría rienda suelta a las fantasías negativas de los pacientes.

El terapeuta cognitivo es más activo y toma la iniciativa con más frecuencia que el psicoterapeuta tradicional. El terapeuta cognitivo lleva al paciente a discutir aquellas áreas que se han fijado como objetivo terapéutico. Esta estrategia contrasta con los enfoques no directivos -o menos directivos-, en los que se le deja libertad al paciente para programar las actividades de las sesiones, mientras el terapeuta simplemente escucha o reflexiona sobre lo que el paciente está diciendo. El terapeuta cognitivo actúa como experimentador, como guía, como un educador al estilo socrático. En este sentido, tiende a dirigir la conversación y la atención del paciente hacia los objetivos específicos. Las distorsiones cognitivas influyen en el modo en que el paciente interpreta la relación terapéutica. El terapeuta activo experimentado hará que el paciente exponga su visión de la terapia, tratando de corregir y dejar clara esta percepción a intervalos regulares.

www.rcordobasanz.es Página Web de Rodrigo Córdoba Sanz. Teléfono: 653 379 269


Humor con prudencia y sensatez

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Para algunos pacientes y terapeutas cognitivos, el humor constituye un instrumento muy útil. Varios autores han subrayado la importancia del humor en otras formas de psicoterapia.

El humor resulta especialmente útil cuando es espontáneo, cuando permite al paciente observar con objetividad sus pensamientos o ideas y cuando se presenta de tal modo que el paciente no piense que lo están despreciando o ridiculizando.

El terapeuta puede servirse de un ejemplo hipotético para exagerar una determinada postura del paciente. La exageración puede poner de manifiesto lo poco razonable o inadecuado que es el pensamiento del paciente. Este puede llegar a reírse abiertamente de los aspectos incongruentes de sus creencias.

Gracias al humor, el terapeuta puede reorganizar o desentumecer el sistema de creRencias del paciente sin atacar directamente una creencia determinada. El terapeuta indirectamente, puede suscitar dudas sobre las afirmaciones del paciente sin tener que discutir todos y cada uno de los argumentos a favor y en contra de una determinada idea. En este sentido, el terapeuta puede servirse del humor para provocar una disonancia cognitiva, y, en consecuencia, para hacer que el paciente busque explicaciones o ideas alternativas más adaptativas.

De nuevo, se hacen necesarias unas palabras de advertencia. En primer lugar, sencillamente ocurre que algunos terapeutas no poseen un sentido del humor espontáneo. Como sucede en otras muchas técnicas terapéuticas, no todos los terapeutas pueden valerse del humor. En segundo lugar, incluso aunque el paciente ría o sonría, es importante determinar si ha interpretado la broma en un sentido negativo. Así, podrían buscarse y corregirse las posibles interpretaciones inadecuadas. En tercer lugar, el terapeuta debe tener muy claro que el objeto del humor son los pensamientos o ideas del paciente -nunca el paciente en sí. Es más, se necesita una cierta capacidad de juicio para seleccionar qué pensamientos son apropiados para ser objeto de una broma. Algunos pacientes están tan convencidos de la validez de ciertas ideas que bromear acerca de ellas podría ser perjudicial y llegar a debilitar la relación terapéutica.


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Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo Col.: A-1324
Teléfono: 653 379 269




Preparar al paciente para la terapia cognitiva

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Dos elementos son importantes en el transcurso de la terapia cognitiva. (1) El paciente debe comprender la naturaleza y el fundamento teórico del tratamiento cognitivo. (2) El paciente debe estar preparado para enfrentarse con fluctuaciones en el nivel de intensidad de la depresión a lo largo del tratamiento.

Explicación teórica: El terapeuta prepara a cada paciente para la terapia cognitiva durante la primera sesión y parte de la segunda. Presenta el plan general y el fundamento teórico del tratamiento cognitivo. A continuación, expone la definición y algunos ejemplos de cogniciones o "pensamientos automáticos". Por ejemplo, durante la primera sesión, el terapeuta describirá la relación entre pensamientos y sentimientos. Con frecuencia, el paciente comprenderá mejor esta relación si el terapeuta se vale de un ejemplo. A continuación, se exponen las palabras del terapeuta para explicar al paciente la idea de que los  pensamientos influyen en los sentimientos:

La manera como las personas interpretan sus experiencias influyen en sus sentimientos. Por ejemplo, hace poco, un paciente que ya ha terminado el tratamiento, me habló sobre los pensamientos que tenía antes de cada sesión, mientras se hallaba en la sala de espera. Siempre estaba atenta al momento en que yo llegaba. Cuando me retrasaba, aunque fuesen pocos minutos, ella pensaba, "No quiere verme", y se sentía triste. Cuando yo llegaba muy pronto pensaba que "Debo estar progresando muy poco, ya que él dedica tiempo extra para verme", lo cual le causaba cierta ansiedad. Si llegaba a la hora en unto pensaba, "Lo tiene todo calculado, no soy más que un número para él". Eso le irritaba mucho
Una vez que aprendió a identificar sus pensamientos y a manifestarlos, se dio cuenta de que estos pensamientos negativos eran poco realistas. La siguiente vez que experimentó este tipo de pensamientos y sentimientos desagradables en la sala de espera, comenzó a corregir sus interpretaciones negativas. A medida que iba corrigiendo las interpretaciones arbitrarias, sus sentimientos negativos iban despareciendo.

Web del Psicólogo Rodrigo Córdoba. Zaragoza

Teléfono: 653 379 269  
Dirección: Zaragoza. Gran Vía 32. 3 Izqda.


El Colegio. Ansiedad en los niños

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La asistencia al colegio es una etapa importante en el desarrollo de los niños, pues fomenta la adquisición de autonomía, de la sociabilidad y de los conocimientos intelectuales. No obstante, también comporta varios elementos ansiógenos, como la obligación de someterse a un entorno más estricto, obedecer reglas nuevas y ofrecer cierto nivel de resultados, además de los compañeros y de la necesidad de compartir la atención del adulto responsable. No se le permite ir donde se le antoja ni hablar cuando quiere.

El niño que ha ido a la guardería ya conoce la separación respecto a los padres y ha desarrollado recursos que le permiten adaptarse a un nuevo entorno. Además, ha comprendido que al cabo de unas horas vuelve a recuperar a sus padres. Quien ha vivido los primeros años de su vida en el seno familiar y debe en lo sucesivo dejar su casa varias horas al día, se arriesga a tener que enfrentarse a la angustia de la separación, pues debe alejarse de sus padres, que representan su mayor punto de referencia y de seguridad ante el mundo exterior. Algunos de estos niños se sienten especialmente desamparados en esta situación y manifiestan su ansiedad mediante llantos, un rechazo a ir al colegio, agresividad, repliegue sobre sí mismo y otras demostraciones parecidas. Sienten ciertos temores relativos al colegio pero, sobre todo, temen que puede producirse un incidente durante su ausencia, que pudiera privarles de sus padres y proyectarles a un gran vacío afectivo.

A través de la asistencia escolar cotidiana, el niño aprende a afrontar los altibajos de la vida: las penas y las alegrías, los placeres y las frustraciones, los éxitos y los fracasos, la aceptación y el rechazo, los períodos de actividad y los momentos de tranquilidad, la amistad y la hostilidad. Las penas, las frustraciones, los fracasos, el rechazo y la hostilidad, así como la obligación de permanecer sentado y en silencio durante períodos prolongados representan también fuentes susceptibles de crear en él inquietud y ansiedad, con las que debe aprender a lidiar.

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Psicólogo Col.:A-1324 con acreditación sanitaria.
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Los miedos

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El miedo es una emoción innata en los seres humanos. Representa un mecanismo de impulsión que les incita a respirar a fin de evitar la asfixia y, por otra parte, constituye un proceso de frenado que les impide precipitarse en situaciones peligrosas que podrían causar la muerte. El miedo forma parte integral del instinto de supervivencia y si estamos vivos, es gracias al papel que el miedo ha desempeñado.

El Miedo: un mecanismo de adaptación

La vida está constituida por cambios continuos que exigen adaptación. Desde su nacimiento, el bebé se ve proyectado a un entorno totalmente diferente del que ha conocido hasta entonces. A partir de ahora deberá respirar solo, vivir con dolores de estómago, retortijones de tripas, con  sensaciones de frío y calor, y percibir relámpagos luminosos y ruidos directos, que ya no son filtrados por la cavidad uterina. Debe adaptarse rápidamente. Cada una de las etapas posteriores de la vida del niño exige igualmente una adaptación: descubrimiento del entorno físico, alimentación, conciencia del cuerpo, comunicación, andar, hablar, jugar... Ninguna de esas situaciones se establece automáticamente y por ello debe adaptarse a cada una de ellas a través de diversos aprendizajes.

Sí, claro, el niño no reflexiona acerca de las situaciones por las que pasa, pero si pudiera, sin duda se haría ciertas preguntas:

- ¿Dónde estoy?
- ¿Qué ocurre?
- ¿Quién es ése?
- ¿Por qué me duele?
- ¿Cómo lo hago?
- ¿Qué es eso?
- ¿Cómo lo digo?
- ¿Cómo puedo llegar hasta ahí?
- ¿Qué hago con esta cosa?
- ¿Qué es ese ruido?
- ¿Por qué es tan intensa la luz?

Mediante la adaptación y los aprendizajes descubre soluciones a sus preguntas inconscientes. No obstante, antes de obtener respuestas, pasa por períodos en los que debe hacer frente a una sensación de incomprensión y de impotencia, es decir, a un vacío.

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Las penas

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La pena es una manera muy común de expresar los miedos que se sienten, tanto si son relativos al dolor, al desarrollo, a la incomprensión, a la impotencia, a los pesares o a la frustración. La palabra pena es sinónimo de disgusto, y el ser humano posee un instinto innato que le empuja a evitar cualquier disgusto, así como los malestares que comportan. Los elementos desagradables por excelencia son el dolor físico, los malestares corporales creados por el hambre, la sed, el frío o el calor intensos, la sensación de estar aislado o ser menospreciado, y la privación. Todos esos factores implican mucho disgusto y, por tanto, aflicciones.

Cuando empiezan a asistir al colegio, los niños aprenden rápidamente a interiorizar sus emociones, pues los accesos de alegría o pena son mal tolerados por los profesores, que tienen a su cargo bastantes niños. Estos deben pues integrarse en la masa sin sobresaltos. Aprenden así a reprimir sus emociones, lo cual no es malo en sí mismo, a condición de que puedan expresarlas en otro lugar.

Un niño de 5 o 6 años puede mostrar tristeza sin que ésta vaya acompañada de llantos, pero será detectable a través de cierta melancolía e incluso podrá manifestarse a través de una hiperactividad más o menos acentuada. Esas son señales que piden que se les escuche y requieren una intervención que tenga por objeto hacerles verbalizar el malestar e identificar la pena presente.

Web de Rodrigo Córdoba Sanz
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Rodrigo Córdoba. Psicólogo Col.: A-1324 Sanitario.
Tfno.: 653 379 269
Dirección: Gran Vía 32, 3º Izqda. 50.005

El Enfado en el Niño

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La cólera posee varios rostros: agresividad, hostilidad, furia, odio, irritabilidad, rabia, resentimiento
 y violencia. Estas son reacciones emocionales que permiten exteriorizar una intensa presión interna creada por la pena y el miedo.Utilizamos la cólera para expresar la frustración que nos causan las emociones dolorosas cuando somos incapaces de expresarlas de otro modo.

La cólera en niños a partir de cuatro años

Hacia los cuatro años de edad, el niño posee ya un lenguaje bien articulado que le permite expresar verbalmente su cólera. Al repertorio de gritos y gestos bruscos se añaden ahora palabras maliciosas y amenazas diversas. A partir de esa edad, la cólera puede manifestarse cuando:

- no obtiene un privilegio deseado;
- se niega a salir de casa para ir al colegio;
- no recibe la atención deseada;
- no controla una situación;
- se siente menospreciado por los compañeros; 
- debe someterse a ciertas reglas.

Cuando un niño se enfada o estalla en cólera, tiene escaso control de sus pulsiones. Si consigue beneficios secundarios e importantes de la cólera, como la atención de sus padres, o la obtención de todos sus caprichos, se arriesga a instalarse cómodamente en esa mala costumbre, sin importarle las consecuencias. 

Si se le riñe tras una gran demostración de cólera, junto con consecuencias desagradables, el niño suele experimentar un sentimiento de culpabilidad e impotencia que le hace desgraciado. A partir de los cuatro años de edad podemos ayudarle a controlar rápidamente su cólera. Cuando ésta se traduce en crisis de rabia, de furia, de agresividad o de violencia, es importante dotar al niño de una herramienta que le permita controlarse.

Psicólogo Col.: A-1324. Zaragoza
Tfno.: 653 379 269
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Winnicott y el rol de la madre

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Tomando en cuenta los diferentes aportes que se han construido – desde la perspectiva de las relaciones objetales – en el psicoanálisis, quisiera reflexionar acerca del rol de la madre, desde la particular visión de D. Winnicott.
A mi parecer, Winnicott al igual que todos los psicoanalistas teóricos y clínicos, está interesado en conocer los procesos y fenómenos involucrados en la constitución, desarrollo y funcionamiento que ocurren en el aparato psíquico de un individuo, así como también sus posibles desviaciones que dan origen a las patologías. Con la particularidad de que después de recorrer e introducirse en otros caminos teóricos como los de S. Freud, A: Freud. M. Klein y otros; él se orienta a una opción que recoge su saber complementario y del cual ya ha podido extraer hipótesis y enriquecedoras experiencias, que es la pediatría.
Creo que esta doble fuente desde donde nutre su pensar, le dará un sello particular, su capacidad de observar al niño, pero entendiéndolo como miembro de una primera unidad indivisible madre – hijo, la que sufrirá cambios a lo largo del desarrollo, la que luego incluirá al padre como 3°, que además les trae y ofrece la cultura y la posibilidad de separarse sanamente, siempre que esa díada madre-hijo haya recorrido de manera suficientemente buena las etapas previas.
El decía, que no existe bebe sin su madre y luego agrega que no hay madre capaz de cumplir con todos los requerimientos del bebé en sus primeras etapas, si no hay un padre o 3° que haga la función de contener a esa madre[1]. Es decir, un bebé atendido por una “madre corriente devota”[2] volcada a él y el padre como sostenedor de este vínculo desde su inicio[3].
Creo que este es un aporte muy contundente, para el psicoanálisis, que de algún modo estaba tratando el desarrollo de la mente, como algo entera o fundamentalmente intra psíquico – por ejemplo con el énfasis que le da M. Klein – descuidándose o dejando en un plano más secundario el rol del ambiente en la construcción del aparato psíquico, la dimensión intersubjetiva del desarrollo humano y el rol específico de los progenitores o sus sustitutos como facilitadores o inhibidores de un sano desarrollo mental y especialmente emocional.
Tal vez me fue necesaria esta introducción para entrar de lleno en centrar mi atención en cómo se constituye el sujeto, como una de las preguntas más importantes que surgen en el trabajo clínico y en ese particular encuentro que allí ocurre entre dos subjetividades en íntima conexión. Mi apreciación personal, es que se constituye desde la más temprana y decisiva relación con la madre (o su sustituta, como Winnicott siempre aclara) y se enriquece en los futuros vínculos y relaciones.
Es muy probable que mi particular experiencia de trabajar con niños me implique de manera más contundente en esta mirada, ya no solo teórica sino clínica[4] y absolutamente cotidiana. Parodiando con mucho respeto a Winnicott, diría que “no hay niño que pueda avanzar o mejorar (si lo logra) en sus dificultades emocionales, en terapia, sin sus padres”. Es decir, padres que estén dispuestos a recibir a este hijo en proceso de cambio, más sujeto de su vida que objeto de ellos, diferenciado, un poco más seguro, etc. Padres que estén dispuestos a contener los momentos angustiosos, dispuestos a soportar sus regresiones transitorias, dispuestos a aceptar una mirada del mundo y de la vida diferente a la de ellos (sobre todo si estos padres son muy inseguros, paranoides, obsesivos, rígidos, etc), dispuestos a tolerar sin envidias destructivas sus cambios y mejorías.
Para ir revisando de una manera más ordenada estas ideas que quiero plantear, me parece útil volver a algunos textos y enunciados que Winnicott propone respecto a estos temas. Conceptos como la madre suficientemente buena, madre corriente devota, espacio potencial, ambiente facilitador, preocupación maternal primaria y las tres funciones maternales o del ambiente[5] serán elementos centrales con los que iré tratando de proponer una visión que sintetice sus aportes, en relación al rol de la madre.
La totalidad de estos conceptos los plantea de manera reiterada en gran parte de su obra, lo que demuestra su total convicción sobre este aspecto del desarrollo del niño que está profundamente relacionado con su ambiente, especialmente los primeros objetos, escenas y vivencias en su entorno facilitadas por los padres. Este aspecto de su pensar no será nunca abandonado a lo largo de toda su obra.
Tareas y funciones que Winnicott asigna a los padres y/o cuidadores de los niños
Desde el inicio de la vida del bebé, Winnicott se refiere a la necesidad de que el ambiente provea al niño de las condiciones mínimas para que pueda darse tanto su crecimiento y desarrollo físico como emocional. Desde recién nacido el bebé está en una relación de dependencia absoluta y requiere de estabilidad y continuidad ambiental. El primer introyecto de ambiente que hará el bebé – aunque al inicio ni siquiera lo distinga como tal – será la madre y para esa primera etapa Winnicott ya nos plantea varias tareas que debe realizar y disposiciones mentales que requiere tener la madre para favorecer el sano desarrollo de su hijo.
En “El papel del espejo de la madre y la familia en el desarrollo del niño”[6] él plantea 3 funciones específicas que debe cumplir la madre para ayudar al bebé a subjetivizarse, a habitar su cuerpo, comenzar a conocer para luego reconocer-se, conocer y reconocer a la madre y todos los objetos que la madre le irá presentando, en simultaneo a la vivencia de él, de ir creándolos (que es una de la funciones parentales, a la que luego me referiré).
La primera de las funciones es el Holding, o sea la capacidad de sostener emocionalmente al niño, en todo momentos y en todos los estados por los que pueda atravesar su afectividad y su impulsividad. Naturalmente habrá emociones placidas y otras altamente displacenteras y ahí requerirá que la madre le preste su capacidad de contención y sostén para que él logre sobrevivir a la intensidad de lo vivenciado.
Si bien Bion y Winnicott, no se influyeron, ni siquiera contactaron mientras desarrollaban sus teorías, tienen mucho en común en este punto, ya que Bion (19 ) propone el concepto de Reverie de la madre, como la capacidad de contención emocional. El diría que se espera que la madre en primera instancia y también el padre sean capaces de recibir las angustias, molestias y llantos del niño y transformarlos, devolviéndolos descargados de angustia, de una forma más apropiada en que sí puedan ser toleradas y recibidas por el niño.
A partir de estas buenas experiencias con su medio el niño aprende a desarrollar sus primeras concepciones acerca del amor, el bienestar, la comprensión, etc. Es decir, el niño requi
ere de un estado anímico de los padres, abierto a recibir cualquier vivencia de sus hijos. En este sentido, el Holding apunta a estas mismas destrezas parentales, teniendo como meta la capacidad de integración psicológica del bebé[7]. También el concepto de Preocupación Maternal Primaria, apunta a la necesaria sensibilidad que la madre debe disponer en las primeras etapas para captar las experincias inconfortables del bebé y poder actuar para contrarrestarlas.
Antes de referirme a la segunda función, quiero exponer mi permanente doble lectura sobre estos contenidos en cuanto a las funciones parentales y lo que para mi serían – salvando las naturales diferencias – las funciones del psicoterapeuta infantil. Es más, me podrían decir con justa razón que también el de adultos, pero en el caso del trabajo con niños es increíblemente fuerte el modo en que somos invitados por los niños a ubicarnos en estos roles de ser capaces de acogerlos, contenerlos y sostenerlos en sus aspectos más primitivos, regresivos o frágiles. Esta doble mirada no es creación mía[8], ya lo había trabajado Winnicott por ejemplo en “la teoría de la relación entre progenitores – infante”, donde él propondrá al igual que en otros escritos, lineamientos para la clínica a partir de la observación de las relaciones tempranas padres e hijo.
En mi opinión personal, muchas veces más que la capacidad de dar interpretaciones verbales de mucha lucidez, los niños necesitan que estemos ahí intactos, sin vernos dañados por sus agresiones para poder elaborar qué es de ellos y qué es de sus padres u otros adultos a su cargo, tal vez frágiles o con dificultades para recibir sus aspectos rabiosos o impulsivos, y poder así discriminar que no es su agresión la que mata o daña sino que hay veces en que no los han podido contener y eso es lo que ha distorsionado su autoimagen. En otros casos evidentemente, el trabajo va en la línea opuesta, ayudarlos a apropiarse de su agresión para así poder controlarla mejor, sin tener que proyectarla.
“Cuando la madre no cumple su función de sostén del yo, lo que surge es esta angustia impensable, portadora entonces de una amenaza de anonadamiento cuyas principales variantes se exponen a continuación: 1) Fragmentarse, 2) Vivir una impresión de caída sin fin, 3) Sentirse elevado a cumbres infinitas, 4) Carecer de relación con el propio cuerpo y, por último, de orientación espacio temporal”[9] (esencia de las angustias psicóticas).
La segunda función es el Handling, se refiere más a los soportes y cuidados concretos y reales que el niño necesita, al estar sintonizados y atentos a sus necesidades de manipulaciones de alivio sobre su cuerpo real: mirarlo, tocarlo, acariciarlo, limpiarlo es decirle “te quiero, me importas, tu vales, mereces, eres objeto de mi amor” en el lenguaje del cuerpo, dejar de hacerlo es dar el mensaje contrario. El logro psicológico que permite un buen Handling es la vivencia de personalización, de habitarse a si mismo (incluida la pulsión), de sentirse una unidad desde lo psicológico, con el Holding y desde lo corporal con el Handling.
Con respecto a estas dos funciones, Winnicott dirá que al examinar a un niño uno puede ver si ha sido bien sostenido física y emocionalmente o no. O sea habrá una confiabilidad garantizada respecto de su desarrollo o no, con la posible presencia de angustias impensables.
“Esto dividirá el mundo de los bebés en dos categorías: 1.- Los bebés que no han sido significativamente dejados caer en la infancia y cuya creencia en la confiabilidad los lleva hacia la adquisición de una confiabilidad personal….Estos bebés tienen continuidad existencial, conservan la capacidad para avanzar y retroceder y llega a ser capaces de afrontar todos los riesgos porque están bien asegurados. 2.- Los bebés que han sido significativamente dejados caer en una oportunidad o dentro de una pauta de fallas ambientales,…..llevan consigo la experiencia de una angustia impensable o arcaica. Saben lo que es estar en un estado de confusión aguda o conocen la agonía de la desintegración. Saben qué significa que se los deje caer, qué significa la caída perpetua o escindirse en la desunión psicosomática. En otras palabras han experimentado un trauma….”.[10]
La tercera función, se refiere a la Presentación del objeto, apunta a cualidad especial que debieran desarrollar las madres y que tiene que ver con la posibilidad de crear una ilusión el niño. Es decir, el objeto es presentado porque existe, la madre lo conoce y en el caso puntual del pecho o la mamadera (como 1° objeto), lo posee: Sin embargo, el asunto consiste en poder presentarlo en sintonía con un momento en que el niño lo está deseando o necesitando y de esta manera para el niño, el pecho llega porque él lo creó . Juan David Nasio (1994), dice al respecto: “Al ofrecer el pecho en el momento aproximadamente oportuno, procura al bebé la ilusión de que él mismo ha creado el objeto cuya necesidad siente confusamente. Al darle la ilusión de esta creación, la madre posibilita al bebé una experiencia de omnipotencia, o sea que el objeto en el momento de ser esperado, adquiere una existencia real.”[11].
Sobre este punto quisiera detenerme, por la cotidiana y dolorosa experiencia a la que uno tiene acceso de ver cómo madres, padres, profesores y adultos en general en nuestra sociedad, transgreden esta función, la pisotean y no acusan recibo del daño que esto tiene para el menor.
  • “Mira mamá!!, magia!!….No hijo eso no es magia, lo tienes debajo de tu zapato!!”
  • “No cierto Miss que yo fui el primero en ocurrírseme hacer un paseo al museo?…No, Tomás! Raúl ya lo había propuesto antes sólo que tu no estabas atento”
  • “Mira lo que inventé!!…no mientas, no lo inventaste estaba en la revista que viste cuando fuimos al dentista, te acuerda?”. NO, no solo no se acuerda, sino que lo registró seguramente en su preconsciente y para apropiárselo, lo dibuja y prueba su destreza de recrear algo con la ilusión de que lo está creando. ¿Será esto muy difícil para una mente adulta o es la venganza por la propia desilusión en la infancia?

La meta de esta función es lograr la realización del bebé, la sensación de su gran capacidad de creación, es la ilusión omnipotente necesaria y sana, que luego dará pasó a la creatividad.
En simultaneo a estas tres funciones desarrolladas pro Winnicott, él hace hincapié en que en un inicio el bebé se relaciona con la madre en dos formas muy diferentes y muy necesarias para un buen desarrollo. Una es la madre ambiente, la madre del Holding y el Handling, la madre que sostiene desde lejos y no interrumpe al bebé ni es atacada por éste. Es la madre presente cuando el bebé está en calma.
La otra, su opuesto complementario, es la madre objeto (de la pulsión), es la madre que será atacada y usada, es la madre que el bebé querrá devorar, la que recoge las excitaciones del bebé (la crueldad primitiva, su aspecto despiadado, no intencionado). A medida que la madre sobrevive reiteradamente a estas experiencias, va creando en el bebé una confianza de que el objeto va a poder sobrevivir y así, él podrá ir integrando su agresión y podrá a su vez ir integ
rando a ambas madres (alrededor de los 4 meses, entrando a la posición depresiva).[12] La experiencia de sobrevivencia reiterada de la madre, va a permitir al niño: aceptar como propios los sentimientos y pensamientos ligados a la experiencia pulsional (no necesita proyectarlos); distinguirlos progresivamente de lo que sucede en la realidad exterior; vivir la experiencia de una relación de excitación pulsional no destructiva ni desestructurante. J, D. Nasio (1994).
Otra función que Winnicott propone es el Rol de espejo de la madre y la familia[13], en este punto, él reconoce inspirarse en el concepto planteado por J. Lacan (1949), sobre la función del espejo, en donde ambos coinciden – tal vez con algunos acentos distintos – en que el sujeto se estructura y reconoce a través del otro. En el caso de Lacan uno de sus énfasis estará puesto en que la mirada del otro no sólo sostiene al bebé sino que además le brinda una imagen de completud que lo captura e integra, o sea el bebé recibe una imagen completada de si mismo tomada de la imagen del otro, que se presta a su imagen fragmentada. En el caso de Winnicott, él propondrá que la mirada de la madre le devuelve al bebé su propia imagen, a través del embelesamiento que él provoca en ella y del amor con que ella lo mira. En realidad lo que él ve es la reacción de amor de ella y como se refleja en una mirada colmada y satisfecha. Cuando la madre está ausente emocionalmente, deprimida, fatigada o no responde a su mirada, él niño ve eso, el estado de ánimo de ella o su ausencia. Esto afecta el intercambio del niño con su ambiente, no logra encontrar significado a sus experiencias, no les puede dar sentido, no hay sintonía con el ambiente.
Existe una función que a mi me resulta particularmente interesante, por su acento en la constricción del actuar, por sobre el hacer algo. Las madres tendemos a pensar que nuestra tarea es hacer cosas para nuestra familia y en este caso Winnicott nos invita a pensar en la utilidad de la inhibición de la conducta materna activa. Por ejemplo, cuando el bebé necesita “estar solo en compañía de”[14], o también lo menciona con otro énfasis y lo llama El cuidado materno satisfactorio, no advertido[15]. En este punto, lo que propone es que un buen cuidado justamente se notará por la ausencia de consecuencias negativas o catastróficas, donde el niño sostendrá una sensación de continuidad del ser, no interrumpida desde el ambiente sin intrusiones (impringment) que alteren el curso de sus acciones, incursiones y creaciones, o quizás habrán intrusiones que podrán elicitar una adecuada reacción en el niño, sin que signifiquen mayor daño a su estado de continuidad existencial[16] Esto es lo que constituirá la base de la fuerza del yo. En el caso contrario dice Winnicott, “ Tales interrupciones constituyen el aniquilamiento y están evidentemente asociadas con un sufrimiento de calidad e intensidad psicóticas. En el caso extremo, el infante sólo existe sobre la base de una continuidad de reacciones a la intrusión y recuperaciones después de tales reacciones” (Pág. 67 – 68).
En cuanto a la capacidad del bebé de “estar solo en compañía”, habría que darle un nombre a la capacidad de abstención de la madre, por ahora la llamaré (a título personal) como la capacidad de ser compañía. Esta, apunta a la misma idea de una madre capaz de ponerse de telón de fondo de las experiencias del bebé, hasta el punto en que éste puede representarla a través de objetos y espacios transicionales y no la necesite físicamente cerca. Una madre que no interrumpe el libre curso de la indagación y curiosidad y que acompaña con abnegada dedicación mientras para el bebé es necesaria. Esta experiencia tan simple, que algunos padres saben llevar a cabo exitosamente, de manera intuitiva, en otros casos, tan cotidianos como lo anterior, uno como observador casual, se encuentra con situaciones verdaderamente dramáticas. Padres que fuerzan una separación temprana cuando el niño no se siente preparado, que finalmente sólo quedará por ejemplo en el relato de “fue un niño que le costó entrar al jardín, se resistía, …era súper exigente, aunque jugaba solo no quería que uno se fuera de la pieza, como si yo no tuviera otras cosas que hacer…” y también las situaciones opuestas de padres intrusivos o inseguros, desconfiados, que se quedan cuando ya no los necesitan pasando a ser un estorbo y casi un bochorno, o que interrumpen la creatividad de los niños al jugar saliendo con propuestas, tal vez más eficientes o sofisticadas pero que atacan directamente la experimentación y creación lúdica del niño. Es decir en ambos casos con dificultades para captar las distancias emocionales necesarias del niño a cada etapa. La posibilidad de que los padres se abstengan, posibilita que el niño experiencie una auténtica capacidad de estar solo y de encontrase frente a los desafíos del crear y la creatividad.
Con todo lo anteriormente expuesto Winnicott llega a un concepto, para mi fundamental que es el de la madre suficientemente buena. Con este descriptivo concepto, él nos quiere plantear su convicción de que no existen las madres perfectas, o que aunque lo hubieran no servirían a los procesos por los que debe atravesar el bebé – entre ellos frustrarse, recibir un poco de impringment – y que basta con una madre que sea suficientemente buena para ese bebé, que sea capaz de identificarse con las necesidades de su hijo, capaz de responder a los gestos espontáneos y necesidades del bebé y no sustituirlos por los propios.
Una madre insuficientemente buena será aquella que para el bebé resulta imprevisible, que pasa de una actitud a otra de manera súbita, sin que el niño pueda confiar en ella ni prever sus conductas[17]. Un elemento muy destacable de su postura, es que él no se niega a la posibilidad obvia de que los padres cometan errores, omitan cuidados, se equivoquen. Winnicott siempre rescatará la idea de que a medida de que el niño crece, existe un monto de displacer, dolor o incomodidad cada vez mayor que el niño podrá soportar, el punto está en que en cada momento estas experiencias desagradables no sobrepasen cierto umbral de tolerancia, que es dado a cada uno por su experiencias positivas con el ambiente y también por su potencial heredado. En este sentido Winnicott ofrece un planteo muy esperanzador a los padres, que radica en la creencia – producto de su observación de díadas – de que las experiencias de cuidado y amor enmiendan la estructura del yo en formación, recuperan al niño de sus transitorias vivencias de desintegración, discontinuidad, fragmentación etc. Por lo tanto bastaría una madre suficientemente buena capaz de aprender de la experiencia y de reparar, para que las experiencias cotidianas negativas, no dejen un sello traumático.
Otras funciones que la madre debe ir desarrollando, tienen que ver con algunos conceptos introducidos por otros autores seguidores de los conceptos de Winnicott, como lo son Renata Gaddini[18] y Taylor[19] que se refieren a la función materna de facilitar e introducir la experiencia con “objetos precursores” Concretamente me refiero a los objetos que el niño usa y de los que dispone inicialmente (por ofrecimiento materno) para que cumplan funciones apaciguadoras de las angustias impensables, desestabilizadoras. Es decir, los objetos precursores y transicionales. que luego den paso a la creación de objetos
transicionales.
Naturalmente esto requiere la regulación de narcisismo de la propia madre, de poder volverse secundaria como objeto de atención del bebé, y que permita la introducción de otros elementos que ayuden al bebé a reconstituir una vivencia de calma e integración a través del contacto con otros objetos materiales de su ambiente. Taylor y Gaddinni, advierten sobre las madres que no permiten el surgimiento de estos objetos porque sólo quieren que el niño interactúe con lo que ellas ofrecen, o porque no soportan que exista algo distinto de ellas (miedo aser desplazadas o sustituidas).
Haciendo una breve síntesis del camino que recorre el bebé desde su nacimiento en su relación temprana con la madre, diría que la madre cumple funciones reguladoras, incluso suplementarias mientras el bebé no tiene los recursos para hacerse cargo de ellas, pero para ejercerlas a plenitud, tiene que impedir que se turbe la continuidad en el ser, para que el verdadero self pueda anidarse y se produzca el crecimiento en el psique soma. Cuando es más pequeño esto se logrará a través de una adaptación casi perfecta de la madre a las necesidades del niño, facilitada por la identificación primaria[20] para luego ir fallando progresivamente.
En esa falla, debe instalarse algo que la reemplace, algo en vez de ella para que el aparato no colapse de angustia y funcione; y es allí donde se instalarán los objetos provistos por la madre inicialmente, o sea los objetos precursores, y luego los objetos descubiertos y creados por el bebé, los objetos transicionales, cuya misión es ser puentes entre la madre ausente y su deseo de encontrarla.
Así mismo el facilitar el acceso a espacios potenciales, tendrá que ver con la experiencia de la díada de ir juntos creando espacios intermedios que den a niño en desarrollo, la sensación de que existen una realidad inmaterial compuesta por las vivencias de creación y disfrute de estados y espacios que son y no son parte de la realidad compartida. Espacios que tienen todos los componentes de una vivencia material, donde se usan objetos de la realidad compartida pero que tienen un uso particular ligado a la experiencia de creación, de juego, de un uso singular que dan paso a la experiencia de ser y hacer “como si”, función central en la estimulación y desarrollo de la creatividad posterior e introducción en la cultura del pequeño en formación.
Un importante problema en el desarrollo del niño, podría derivar de la falta de acceso a estos espacios potenciales (más desarrollados por Thomas Ogden en sus trabajos posteriores) y se refiere a la posible rigidización en su conducta y personalidad con que el niño respondería cuando la madre y los cuidadores en general, le impiden la posibilidad de crear y acceder a estos espacios. Esto resultaría de la vivencia de falta de espacios para ser y experimentar con la realidad, con la coartación de la fantasía y la intrusión excesiva de los cuidadores en cuanto a sus intentos de gobernar y moldear los posibles esfuerzos del niño por independizarse y por conocer más allá de lo que sus progenitores permiten y esperan.
Para finalizar, quisiera puntualmente referirme a una funció menos expicitada por Winnicott en sus escritos, pero que ha sido tomada por otros autores a partir de su trabajo y se refiere a la adquisición de la capacidad de autorregulación que sería el pasaje de aquello dado y ofrecido por la madre para que el niño pueda conectar su mente con su cuerpo, a través de las emociones, tal como lo plantea Regina Pally[21] hasta cierta autonomía en esos procesos[22]. Par ello requerirá ser capaz de recibir del ambiente aquello que es ofrecido para su tranquilidad y bienestar, para luego pasar a los momentos en que por si solo descubre y crea aquello que lo calmará y luego prescinde ello porque ha internalizado la función de autosostén, de autorregulación.
* Analia Stutman Zapata
Psicóloga Clinica Universidad Católica de Chile
Magister en Psicoanalisis Universidad Andres Bello y docente de esa misma
Universidad, facultad de Psicología.
[1] En mi opinión, esta particular visión a la que se dedicó y estudió: observando, atendiendo y escribiendo, le permitió proponer algunos postulados – acerca del niño, la madre como su ambiente más inmediato, el padre y luego el desarrollo de la creatividad e incorporación de la cultura – que muestran una visión que sin ser su intención manifiesta permite ser leída también, como una aproximación que converge en algunos puntos con la teoría sistémica. En ella, ningún subsistema es plenamente independiente de otro ni del contexto más global, y entre todos se producen intercambios de necesidades, expectativas, soportes, estímulos etc.
[2] ”The ordinary devoted mother” (1966) en Los bebes y sus madres (1988).
[3] en “La teoría de la relación entre progenitores e infante (1960)”, en Los procesos de maduración y el ambiente facilitador (1965)
[4] Y tal vez también personal, ya que hay un autor José Waksman que plantea que no hay analista infantil, que no tenga un niño interno al cual reparar. (en El doble diálogo del psicoanalista de niños”)
[5] Holding, Handling y la Presentación del objeto, en “Papel del espejo de la madre y la familia en el desarrollo del Niño”, en Realidad y Juego (1971). También se encontrarán en “Desarrollo emocional temprano” (1945) en DPAP (1958)
[6] Realidad y Juego 1971
[7] La tendencia a integrarse también será asistida por las técnicas de cuidado, o sea el Handling, y las experiencias instintivas que desde dentro, tiendan a reunir la personalidad. Esto a mi parecer es una nueva oportunidad de apreciar en Winnicott, una visión sistémica del funcionamiento psicológico
[8] Aunque así quise creerlo cuando lo pensé, pero ya había sido postulado por Winnicott en varios de sus escritos. Pero al igual que un bebé debo reconocer, que por un tiempo creí que era una interesantísima invención mía
[9] J.D. Nasio en “Introducción a la obra de Winnicott”, Pág. 23, en Grandes Psicoanalistas (1994)
[10] “La experiencia de mutualidad entre la madre y el bebé” Pág. 309 (1969) en Exploraciones psicoanalíticas I (1989)
[11] “Introducción a la obra de Winnicott”, pag. 19, en Grandes Psicoanalistas (1994)
[12] Este punto nuevamente se topa con la proposición de Bion de “Reverie” y sus conceptos de “Continente-Contenido”, en cuanto que exista una madre receptáculo de sus agresiones, ansiedades y otras sensaciones, capaz de contener sus contenidos dañinos y luego devolverle la experiencia de tranquilidad al “digerirlos”, sin la carga de angustia inicial. Bion (19 )
[13] Realidad y juego. 1971
[14] En “La capacidad para estar solo” (1958) en PMAF (1965).
[15] En “La teoría sobre la relación entre progenitores – infante” (1960), en PMAF (1965)
[16] En “La preocupación maternal primaria”(1956), en Escritos de Pediatría y Psicoanálisis (1958)
[17] Para la tranquilidad de todos quienes somos padres, Winnicott quiere implicar en estos conceptos, no solo a los padres, sus sustitutos y cuidadores sino también las experiencias intencionales o casuales, que en sí pueden ser o no suficientemente buenas.
[18] Gaddinni “Los orígenes del objeto transicional y el síntoma psicosomático” en Bekey 19xx
[19] Taylor “The transitional object and disorders of regulation” en “Psychosomatic medicine and contemporary psychoanalysis” 19xx
[20] Preocupación maternal primaria. Winnicott (19 )
[21] Pally, R. capitulo 4:“Emotional processing. The mind and body connection”, 2000
[22] Que nunca será total según lo planteado por Winnicott, ya que siempre mantendremos cierto grado de necesidad y dependencia emocional del otro.






La Rebelión del Talento

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¿Quién puede negar que cada año parece más intenso el esfuerzo que medios, instituciones, colectivos, y centros de formación hacen por concienciar a familias, docentes -y con suerte también a técnicos y políticos de la administración-, de la necesidad de transformar la educación? ¿Qué docente no se reconoce saturado, desbordado y desorientado por la cantidad de “innovaciones” que surgen aquí y allá, de formaciones a las que voluntaria o involuntariamente asiste? ¿Qué familia no está ya embarcada en la búsqueda del cole más “in” para sus hijos?
Pero.. ¿quién no reconoce que a pesar de todo, todo sigue igual? ¿O incluso estemos yendo a peor? Los centros se llenan de programas. Certificado bilingüe, apple, google, de aprendizaje cooperativo o aprendizaje por proyectos. Y cuando aún no hemos entendido y aplicado los primeros, ya estamos inmersos en una carrera por ser los “early birds” de la innovación educativa, y llenamos nuestro vocabulario y discursos con nuevas propuestas como “aprendizaje y servicio”, “paisajes de aprendizaje”, “aprendizaje basado en el pensamiento”… y aunque viejo pero siempre alejado de las aulas, “multinivel, emprendimiento y creatividad”.
Los eventos de “innovación educativa” se llenan y cada vez sus aforos y frecuencia son mayores. Reflejo, sin duda de la demanda existente. De la necesidad de los docentes por encontrar el mensaje, la idea, la propuesta, que le permita resolver los frenos que encuentra para garantizar eso que le dicen que es su responsabilidad: atender a todos. Pero por encima de todo, atender a un modelo estructurado, rígido, y homogeneizante, en un sistema funcional sin apoyos, sin cooperación y sin herramientas compartidas. Sin embargo, también la decepción y la desorientación aumenta.
Entonces, ¿qué encontramos en estos (algunos, no todos) “movimientos innovadores”?. Gadgets. Sí, cacharros tecnológicos. Queda mejor decir “techno devices and apps”.. pero en definitiva son cacharros. Caramelos y juguetes que pretenden hacernos creer que innovar en educación fue en su momento cambiar el tintero por un boli, y hoy, el boli por una tablet. Este es el nivel de la innovación que nos quieren hacer “comprar”.
Llamativas aplicaciones que en lugar de mostrar fotos 2D como hacen los libros de texto, nos las muestran en 3D, y que en lugar de los dibujos de caritas de niños de los libros, el narrador es un personaje de otra galaxia. O que evita a los niños leer las preguntas porque ya se las lee el sistema de voz. Pizarras digitales que retan al docente a preparar increíbles presentaciones con fantásticas aplicaciones que ponen de manifiesto, que sí, que nuestros docentes son creativos, pero aún no han entendido que la creatividad a estimular es la de sus alumnos. Que todo ese esfuerzo que hacen por esas presentaciones dinámicas y coloridas, mejora la comprensión y atractivo del contenido y es un esfuerzo valioso, pero no suficiente.
No, no soy una troglodita. Creo en la tecnología, y en cómo ésta nos abre el camino hacia la personalización del aprendizaje y más allá, hacia la gestión del mismo. Ella nos facilita y permite plantear objetivos personalizados de aprendizaje para cada alumno, construir un perfil de alumnos y combinar éstos en agrupamientos que generen sinergias de aprendizaje alrededor de áreas y fortalezas comunes o complementarias, trazar el desarrollo y avance de los alumnos, a lo largo de todos sus años de escolarización, compartir la información de curso a curso, de asignatura a asignatura, de docente a docente, y de éstos hacia las familias y viceversa. Nos permite dar un feedback continuo y personalizado a cada alumno que le permita entender y mejorar sus propias estrategias de aprendizaje, aplicación y transferencias del mismo y aportarle en cada momento, las herramientas que necesita para ir siempre un paso más allá y lograr sus objetivos. Nos permite al fin, personalizar la educación en los contextos actuales de ratio y recursos.
Es lo que se hace en una gran empresa. Contar con sistemas informáticos (“innovación” que existe desde hace unos 50 años, década arriba o abajo según el país), para registrar el perfil de sus trabajadores, sus capacidades, formación, fortalezas, perfil psicológico, personal y familiar, aspiraciones, y motivaciones, para desarrollar un plan de carrera compartido y coordinado, con el objetivo de mantener elevada su motivación e implicación y, por tanto, su desempeño y capacidad para aportar al proyecto común. Permite a los responsables gestionar, no a 25 o 40 alumnos, sino a miles y a kms de distancia. Se llama gestión de recursos humanos, existe en las empresas desde hace dos siglos, y desde hace 20 años, centrado en la gestión del talento.
Talento en que la escuela no parece creer, y desde luego, no está orientada a atender. Pregunta a cuántos docentes conozcas sobre su labor. Muy pocos dirán “desarrollar el talento de mis alumnos” y casi todos responderán, de un modo u otro “mi función es que los niños se aprendan los temas”.. (para qué les sirve, cómo los transforma o lo que hagan con ellos, no parece ser importante)

Entonces, ¿no innovamos?

La innovación en las escuelas es un clamor. Raro es el docente que no se considera innovador. Cada uno ha elegido su método, sus herramientas, sus enfoques. Y muchos además dedican su tiempo a divulgarlas para aplauso de esa comunidad virtual docente que coopera en las redes, mientras trabaja aislada en los centros.
Sólo que hemos limitado esa innovación a incorporar tecnología que sustituye al docente en la elaboración y transmisión de contenidos, mientras mantiene al alumno en una actitud pasiva de aprendizaje basado en la acumulación de esos contenidos, en seleccionar la respuesta adecuada, y pasar al siguiente tema, al mismo tiempo que los demás, con la misma profundidad, enfoque y complejidad.
Y por eso, cuando aún ni siquiera hemos conseguido concienciar a toda la comunidad educativa de la importancia y urgencia de un “cambio educativo”, más urgente que el climático, político y cultural, pues es la educación la que aporta las herramientas necesarias para que las jóvenes generaciones enfrenten los retos del futuro y transformen nuestra cultura, nuestra sociedad, nuestra economía y nuestros sistemas de forma creativa -que ya está bien de aplicar siempre las mismas recetas fallidas-, se alzan ya las conciencias “anti-innovación”, tildando de demagogia todo aquello que propone un cambio.
Cuando aún apenas hemos avanzado, ya algunos nos piden reflexionar para ir más despacio aún, o para no moverse hasta no estar seguros. Buscando, claro, la seguridad de sus pasos, la rentabilidad de sus esfuerzos, pero obviando, o planteándolo como un “daño colateral menor”, los efectos de la inacción en nuestro alumnado. “A nosotros nos ha ido bien así”, “este sistema ha democratizado el acceso a la Universidad”, “mi hijo o hija ha aprendido así y ahora esta estudiando ingeniería, medicina, arquitectura,.. tan malo no es el sistema”
Y aquí es donde se nos revela el problema. El objetivo no ha variado. Queríamos cambiar los métodos, ajustándolos y probando su eficacia en la medida en que éstos nos garantizaban el ajuste al sistema organizativo, que tampoco estamos dispuestos a cambiar, y al “noble” objetivo de que nuestros alumnos saquen los mejores resultados en las pruebas estandarizadas, y accedan con notas de honor, a las carreras más “techno” posibles. Que el niño “tenga carrera” es la prueba de que nuestro sistema “funciona” y que, por tanto, no hay nada que cambiar. Y mientras nuestras universidades sigan llenas de estudiantes, nuestra misión se habrá cumplido. Lo estamos haciendo “bien”.
Pero lo cierto es que nos estamos engañando. Disfrazando el objetivo de la educación, vendiendo a nuestra juventud el mismo engaño que nosotros compramos. Sácate una carrera, nos dijeron, y sácatela en aquello que más se demande, sea o no tu pasión.. y además sácatela en un centro oficial, para que puedas acceder a una oposición, y tendrás el futuro asegurado.
Funcionó para la generación del “Baby Boom” porque vivieron en una época de expansión económica y escasez de profesionales, de “cuello blanco”. Pero fue una promesa incumplida para un elevado porcentaje de la generación X, una decepción para los Milennials que ven como sus títulos apenas les servían para obtener puestos de becarios, la Generación Z ya ni siquiera se cree esta promesa, y nuestros “Alpha Gen” transitarán por las aulas conscientes del tiempo perdido que eso les supone, si nada cambia.
Psicólogo Zaragoza Col.: A-1324
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La canción de la niñera

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Canción de la niñera

Cuando en el prado se oyen las voces de los niños
Y las risas resuenan en la colina
Mi corazón está en paz dentro de mi pecho
Y todo lo demás se halla en silencio.

Vámonos ya a casa, niños, el sol se ha puesto
Y ya cae el rocío nocturno.
Venid, venid, dejad ya el juego y marchémonos
Hasta que la mañana aparezca en los cielos.

William Blake: Songs of Inocence


Canción de la niñera

Cuando en el prado se oyen las voces de los niños
Y se alzan murmullos del valle
Los días de mi juventud surgen frescos en mi mente
Y mi rostro se torna pálido.

Vámonos a casa, niños, el sol se ha puesto
Y ya cae el rocío nocturno.
Vuestra primavera y vuestra jornada se han disipado en juegos
Y vuestro invierno y vuestra noche en disfraces.

William Blake: Songs of Experience


Estas dos citas nos ofrecen visiones contradictorias acerca de la infancia, surgidas de las previas experiencias de las niñeras. Si bien ambas advierten que la oscuridad va cayendo sobre el prado, cada una interpreta este acontecimiento de modo distinto. Ninguna argumentación intelectual podría reconciliar sus puntos de vista, ya que no existía contradicción entre los hechos. Eran sus sentimientos los que daban lugar a sus distintos modos de considerar las cosas y a sus consecutivas respuestas.

Web Oficial de Rodrigo Córdoba Sanz
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Formular y comprobar hipótesis concretas

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Es crucial construir un modelo -un anteproyecto- que se adecue a cada paciente. Basándose en las respuestas de éste a preguntas específicas, el terapeuta puede formular varias hipótesis. Los datos se elicitan según una secuencia lógica de preguntas (a) para comprobar hipótesis, (b) para modificar hipótesis, (c) para descartar hipótesis anteriores, o  (d) para derivar hipótesis nueva. Cuando el terapeuta piensa que la hipótesis es razonable, debe "probarla" en el paciente. Lo que hace es pedirle a éste su opinión sobre la "adecuación" de la hipótesis en cuestión y trabajar con el para modificarla, de modo que aumente la aplicabilidad de ésta a las circunstancias concretas del paciente. Más adelante, el paciente pondrá a prueba la hipótesis en su vida diaria como si estuviese llevando a cabo un experimento.

Siempre que el terapeuta hace una pregunta o un comentario, debe apoyarse en un fundamento teórico claro, derivado del marco de la terapia cognitiva; además, debe formularlos de modo que eliciten una información concreta. Hemos observado que las preguntas específicas son más útiles para delimitar el área de problemas del paciente. Por el contrario, las preguntas abstractas, vagas y generales llevan a respuestas igualmente ambiguas.

Nota: Es esencial que el terapeuta recuerde que las hipótesis no son más que meras conjeturas formales y no hechos ni datos. Los datos consisten en las observaciones  de informes del paciente mas los resultados de las pruebas "experimentales".

Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo y Psicoterapeuta. Zaragoza.
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Resumen en terapia cognitiva

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Hemos observado que hacer síntesis o resúmenes en determinados momentos de la sesión resulta de gran utilidad para el terapeuta. Al mismo tiempo, es conveniente pedirle al paciente que haga un resumen breve sobre lo que cree que el terapeuta intentaba comunicarle. Si se hace sistemáticamente a lo largo de la sesión, este procedimiento sirve para determinar si paciente y terapeuta están en la misma onda y ayuda al paciente a centrarse en problemas concretos.

En la sesión inicial, por ejemplo, el terapeuta puede sintetizar los distintos temas que haya extraído de la descripción de los problemas y síntomas por parte del paciente y preguntar si su resumen es correcto y está completo. En las últimas sesiones, el terapeuta puede repetir expresiones del paciente, por ejemplo, "Así pues, usted dice que..." o "Creo entender que usted dice que...". Si el terapeuta no está seguro del contenido concreto del material verbal, puede peguntar, "¿Estoy en lo cierto al pensar que...?. En cualquier caso, el terapeuta esperará la confirmación, corrección o rechazo del resumen antes de continuar.

Asimismo, se intenta determinar con qué exactitud comprende el paciente las explicaciones o sugerencias del terapeuta. En ciertos momentos de la sesión, el terapeuta puede decir, "Para asegurarnos de que nos entendemos mutuamente, le pediría que me explicase con sus propias palabras lo que yo he dicho". A medida que avanza la terapia, el paciente debe ir asumiendo la responsabilidad de sintetizar el contenido de la discusión, ¡A menudo suele ocurrir que la versión del paciente sobre lo que se ha tratado difiere notablemente de la del terapeuta!

En la práctica real, el terapeuta se vale de los resúmenes al menos tres veces a lo largo de una sesión terapéutica standard: (1) Al preparar la agenda, repasa los puntos principales que el paciente y él acordaron abordar durante la sesión; (2) hacia la mitad de la sesión, recopila el material tratado hasta ese momento; (3) hacia el final de la sesión, presenta un último resumen que incluya los aspectos principales de la sesión -este resumen final puede hacerlo el paciente.

Hemos observado que los pacientes suelen responder favorablemente cuando se les pide feedback y cuando se presentan resúmenes intercalados. Muchos de ellos han subrayado que estos procedimientos les hacían sentirse más cerca del terapeuta. Al analizar algunas entrevistas, hemos hallado evidencia empírica de que estas técnicas facilitan el desarrollo de la empatía.

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Comienzo de la entrevista inicial

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A lo largo de años de experiencia, hemos observado que la terapia comienza con el primer contacto con el paciente -sea éste telefónico o en la consulta del terapeuta. El terapeuta intenta establecer una relación personal relajada con el paciente, sin por ello perder de vista las evidentes diferencias de rol; el hecho de que el paciente es un individuo con problemas que busca la ayuda de un experto. El establecimiento de la relación, la recogida de la información relevante y la aplicación de técnicas cognitivas específicas pueden quedar determinadas ya desde la entrevista inicial.

Muchos terapeutas encuentran conveniente comenzar la entrevista con una pregunta como,"¿Qué sentimientos le produce acudir a un terapeuta?" o "¿Qué sentimientos ha experimentado ante la idea de venir hoy aquí?". Muchos pacientes responden con expresiones de ansiedad o pesimismo. En estos casos, el terapeuta puede investigar algunos de los pensamientos automáticos que se encuentren detrás de estos sentimientos desagradables mediante preguntas como,"¿Recuerda lo que ha pensado en la sala de espera o en el camino desde su casa hasta aquí?" o "¿Qué esperaba usted que ocurriese al llegar aquí?". Por el mero hecho de compartir sus expectativas con el terapeuta, el paciente puede facilitar el camino hacia una relación de colaboración y ayuda eficaz.

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La Depresión

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La depresión es una enfermedad del humor. La palabra depresión tiene por sí mismo decaimiento e ilustra ese estado de abatimiento moral y físico relacionado con el deterioro del humor. Los trastornos del humor, y entre éstos las depresiones, se han descrito desde la Antigüedad: "Cuando la aflicción o la tristeza persisten mucho tiempo, indican un estado melancólico" (Hipócrates, siglo V a.C.).

La melancolía procede etimológicamente de las palabras griegas melas, que significa negro, y chole, que significa bilis. La presencia de bilis negra, que según los antiguos secretaba el bazo, es responsable de las pasiones tristes. Se puede relacionar con la palabra spleen, utilizada en francés en el sentido de vaguedad de espíritu, y que en inglés designa también al órgano del bazo (sede de la bilis negra). Conforme a la antigua teoría de los humores, la enfermedad es el resultado de un desequilibrio entre la sangre (producida por el corazón), la flema (producida por el cerebro), la bilis (producida por el hígado) y la atrabilis o bilis negra (producida por el bazo).

La medicina no dio a la depresión su sentido actual hasta hace muy poco, confiriéndole el estatus de una enfermedad bien definida y sin asimilarla a la melancolía, que corresponde en lenguaje médico a una depresión grave. Al deprimido se lo reconoce en la actualidad como un enfermo que necesita de cuidados y que, en función de sus quejas ("Estoy cansado", "Ya no me siento como antes", "No sé qué es lo que me ha pasado", "Antes yo estaba como aquél..."), se puede, a tenor del contexto, identificar una depresión y ofrecerle soluciones para que salga de ella.

La depresión es una enfermedad muy frecuente. Afecta a unos cien millones de personas en el mundo. En España incide en un 4% de la población y se estima que el riesgo de tener una depresión a lo largo de la vida es del 10%. Sólo una cuarta parte de los deprimidos está cansado, se abandona y no encuentra ya fuerzas para consultar a nadie por propia iniciativa. Las personas de su entorno o no existen o no le presten atención y no le ayudan en este paso.

El deprimido puede sentirse responsable o culpable de lo que cree ser una falta de voluntad. Así pues, supone que puede salir él solo y no ve el interés de una ayuda médica que intervendría en sus asuntos personales de una manera intrusiva.

El deprimido puede negar sus trastornos, habida cuenta del carácter peyorativo o vergonzante que la opinión pública da a los problemas psíquicos, pese a que, entre éstos, la depresión sea el menos tabú de todos. La mayoría de los deprimidos recibe tratamiento por los médicos de cabecera y no por los psiquiatras. Los deprimidos representan entre el 10% y el 20% de los pacientes de un médico de atención primaria.

La depresión está en la actualidad muy mediatizada, pero no es una enfermedad de los tiempos modernos. Parece estar de moda porque:

- Es una enfermedad que cada vez conocen mejor los pacientes y los médicos, cada vez se identifica más y mejor.
- La prolongación de la esperanza de vida implica un aumento de la población de edad, a menudo enfrentada a problemas sociales, a un aislamiento afectivo así como a enfermedades crónicas que se acompañan de reacciones depresivas en un 20% de los casos aproximadamente.
- La desgana de vivir de las sociedades industrializadas está a veces relacionada con una reacción depresiva. En efecto, la transformación de las estructuras tradicionales y del entorno conlleva una pérdida de la identidad cultural, de la identidad religiosa y de los valores familiares. Crea asimismo situaciones de aislamiento y condiciones de trabajo estandarizados y anónimas.
- Algunos medicamentos nuevos presentan efectos secundarios negativos sobre el humor.
- Desenmascarar la depresión,así como una mayor información, aumenta la demanda de ayuda de los deprimidos.


Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo y Psicoterapeuta. Nº Col.: A-1324
Tfno.: 653 379 269
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Epidemiología en la Depresión

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La depresión amenaza a una de cada cinco personas y todos estamos expuestos a ella; tanto la madre de familia que no da abasto como la que vive sola después de que sus hijos se hayan emancipado; tanto los ejecutivos sobrecargados de trabajo como los jubilados...

La epidemiología de la depresión estudia la distribución de esta enfermedad entre la población. La epidemiología es en un principio el estudio de las epidemias definidas como la aparición de un gran número de casos de una enfermedad infecciosa transmitible, y luego, por extensión, de toda enfermedad no contagiosa.

La epidemiología investiga las relaciones entre la existencia de una enfermedad y la presencia de ciertos factores que pueden determinar la distribución de dicha enfermedad. Estos factores pueden hacer referencia a las características individuales (raza, sexo, edad, estado civil), al medio socioeconómico y profesional y al modo de vida. Influyen sobre la frecuencia, la distribución, así como la evolución de la patología considerada (en este caso, la depresión).

Factores estudiados:

- Raza: no se encuentran diferencias evidentes.
- Sexo: dos tercios de los deprimidos son mujeres. Influye el hecho de que las mujeres tienen menos reparo de comunicar sus sentimientos, también los negativos.
- Edad: la mayoría de los deprimidos tienen de treinta y cinco a sesenta y cinco años, pero se puede estar deprimido a cualquier edad.
- Medio socioeconómico: la depresión es tan frecuente en las clases modestas como en el resto. Según ciertos estudios, la depresión afecta más a las mujeres jóvenes, de clase social menos favorecida, que no trabajan, que tienen niños pequeños en casa y que viven en la periferia de las grandes ciudades. No hay diferencias entre e hábitat rural y el urbano.
- Estado civil: las mujeres separadas o divorciadas serían las más afectadas por la depresión y los hombres casados los menos. El matrimonio parece ejercer un efecto protector contra la depresión, pero es un factor de riesgo en caso de mal entendimiento conyugal.
- La profesión: no se ha demostrado que las profesiones se relacionen con la depresión; en todo caso, el trabajo a deshora o el trabajo en cadena, por su monotonía, implica una pérdida de la actividad y es frecuente de decepción crónica y de empobrecimiento psíquico.
En contrapartida, la ausencia de profesión parece acentuar la frecuencia de las depresiones, ya que el trabajo permite ampliar la vida social y mejorar la situación financiera.
- La herencia: existe más predisposición entre hijos con padres deprimidos, pero el mecanismo de transmisión no está aclarado. Hay más de dos a cinco veces más deprimidos que en las que no lo hay
- La personalidad: se ha intentado poner de manifiesto la tendencia a deprimirse y un tipo de personalidad. Entre las personalidades analizadas, se pueden citar:

a) la personalidad obsesiva, marcada por la angustia y la duda, la obstinación y la prudencia excesivas, los pensamientos obsesivos, la necesidad de comprobarlo todo y el gusto por el perfeccioinsmo-
b) el tipo cicloide, descrito por Kretschmer, que afecta a individuos tranquilos, concienzudos e inhibidos.
c) el typus melancolicus descrito por Tellenbach, caracterizado por el orden y la meticulosidad, así como un gusto por el trabajo. Estos individuos temen la soledad y no permiten con facilidad que se independicen los miembros de su familia.

En resumen, no existen criterios específicos que permitan describir el perfil del deprimido y, por otra parte, los caracteres llamados fuertes no están menos expuestos que los débiles. No obstante, entre los deprimidos se hallan con frecuencia mujeres de mediana edad que viven solas y presentan antecedentes familiares depresivos.

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Identificar una Depresión

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Cada uno de nosotros corre el riesgo de enfrentarse a un deprimido o llegar a serlo, por ello es importante poder reconocer los signos pródromos de la depresión.

Pero cuidado, la depresión no se debe confundir con una simple tristeza, porque aunque esta última inherente a la depresión, se añaden otros elementos, como una disminución global de la velocidad en las actividades, una incapacidad para sentir placer o disgusto y una impresión de futuro sin salida que va más allá de una tendencia pesimista o de una visión austera del porvenir.

La depresión tampoco debe asimilarse a la pena, y los individuos afectados sucesivamente por un disgusto y una depresión pueden establecer las diferencias entre los sentimientos que suscita un fallecimiento, por ejemplo, y los que se experimentan cuando el humor es depresivo.

Tampoco hay que confundir a los deprimidos con esos individuos tranquilos y silenciosos, celosos de sus responsabilidades y gustosamente agobiados por los reveses de la vida. Ni con los eternos cansados, cuya fatiga casi constitucional necesita un trabajo duro para un rendimiento correcto (por lo que aumenta el cansancio), tampoco presentan trastornos del humor que desemboquen en una depresión. Los individuos permanentemente ansiosos que se desaniman con facilidad tampoco están deprimidos, pues no han perdido ni iniciativa, ni centros de interés, ni autoestima.

Finalmente, una modificación puntual del comportamiento con desmoralización transitoria reactiva (un bajón) no se debe etiquetar como depresión.

Este diagnóstico es a veces difícil, pero de gran interés para que este penoso estado no se adueñe del enfermo ni de su ambiente. Existen criterios para definir para definir una depresión y un diagnóstico que cada uno puede realizar, para otros y sobre todo para sí mismo, ante la persistencia de los síntomas depresivos, y observando éstos, por lo menos durante dos semanas.

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¿Por qué se está deprimido?

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El fenómeno sólo existe si tiene una causa. Aristóteles.


La depresión es la resultante de varios factores cuya parte respectiva es difícil establecer en el desencadenamiento de los trastornos. El análisis de la situación permite hacer el inventario de las condiciones que han precedido a la aparición de aquéllos, pero la responsabilidad de estas condiciones no se puede comprobar con evidencia. Los roles del entorno, como favor favorecedor o desencadenante, y los roles del terreno genético son delicados de compartir.

Ciertos acontecimientos de la infancia predisponen a la depresión en la edad adulta y son factores que favorecen la depresión. Algunos acontecimientos de la vida adulta precipitan la aparición de una depresión. Hay que ser muy modesto, pues las causas de las depresiones todavía son muy mal conocidas.

Los individuos o su entorno encuentran a veces explicaciones a su estado, pues soportan con dificultad el principio de ser víctimas de una depresión sin razón aparente. No obstante, la noción de depresión endógena, que procede del griego endo, que significa del interior, y gene, que significa lo que nace, implica que la enfermedad depresiva puede desarrollarse sin determinante exterior, y que su aparición está vinculada a factores constitucionales de origen interno, que serían quizá hereditarios (teoría biológica). Las depresiones exógenas (del griego exo, que significa del exterior) se deben a factores exteriores (estrés, enfermedad física, por ejemplo) pueden precipitar la aparición de una depresión en un terreno ya abonado. Es pues, la suma de diferentes causas lo que conduce a las manifestaciones depresivas.

Se han alegado a veces pretextos retrospectivos durante una depresión, pero más que el acontecimiento al que se culpa (ruptura sentimental, decepción profesional, conflicto familiar, etc.). es la forma en que es vivido y en la que afecta al individuo lo que puede conllevar una reacción depresiva. Es importante tener en cuenta el contexto de aparición de un acontecimiento, pues las defensas del organismo pueden en ciertos momentos de nuestra existencia haberse deteriorado a causa de una enfermedad física, una falta de actividad, una sensación de inseguridad, por ejemplo, lo que reduce la capacidad de enfrentarse al problema. En efecto, situaciones difíciles de asumir (fallecimiento, separación, fracaso, paro, vejez) no implican una reacción depresiva para todos los individuos, son mejor o peor toleradas en diferentes momentos de su vida.

La depresión es, pues, el resultado de diversas causas, entre las que se puede citar el aspecto biológico, los traumas exteriores y la vulnerabilidad del momento.

Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo y Psicoterapeuta.
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