PSICOANÁLISIS DE NIÑOS DESDE LACAN: |
Dar cuenta de la apuesta que efectúa la clínica lacaniana en nuestros días, es apuntar y fundamentar una práctica basada en la continuidad, en el cerramiento particular de cada quien a modo de nudo y en el recorrido del síntoma y del goce al final de un análisis. Pensar a un niño como neurótico o como psicótico, no sólo nos recuerda a las cajas clasificatorias que contienen etiquetas estructurales, sino que, da cuenta también de lo discontinuo, de lo congelado del nombre. Es por eso que nos resulta más adecuado a los psicoanalistas, nombrar psicosis en niños y no niños con psicosis, o lo que es peor aún, niño psicótico. Pero ¿cómo definir algo de lo psicótico en un niño, algo que está dando cuenta de una especial constitución? Si lo pensamos desde la enseñanza lacaniana en su última época, nos confrontamos a los registros: R, S, I. Retaceo de imaginario, repudio de lo simbólico y exceso de real. Trabajar en la escucha de los registros, nos permite encontrar los nudos subjetivos que muestran los amarres y desamarres de los momentos lógicos y constitutivos por los cuales va transitando un niño. Pesquisar lo más propio del sujeto, su detalle particular que lo hace único. Qué hace, qué repite, qué goce hay en juego, (¿la mirada?, ¿la voz?). Trabajar con lo real que le hace de tope, haciendo muleta u ortopedia de simbólico, collage con mosaico de lo imaginario. Ese es el trabajo de “la psicosis”, ni del analista, ni del niño; volvemos a repetir, de “la psicosis”; dado que es ella la que trabaja en la cura. ¿Qué hace un analista de orientación lacaniana en el tratamiento con la psicosis en niños? A modo de diagnóstico: * Escucha el detalle del niño. * Lo que repite y su modalidad. * Qué objeto lleva en el bolsillo. * A qué distancia mantiene al Otro (con mayúscula). * Cómo se relaciona con el lenguaje, con el juego, con los objetos en general, y con los pequeños otros. * Qué relación mantiene con su cuerpo. * Intentamos puntualizar, entre otras cuestiones, el goce presente. En la dirección de la cura el analista: * Disputa el objeto en cuestión. * Multiplica la transferencia. * Apuesta al trabajo clínico del “entre varios”; el de los pequeños saberes compartidos. * La tarea es de “a” a “a” y derriba al A con mayúsculas. * Se confronta con goce, con el goce en todos sus flancos. * Apuesta al armado del nudo, qué hace el niño, y a la particularidad que éste conlleva. * Presta el cuerpo. * Se barra para hacerle un lugar a la brizna del sujeto. * Presta nombres, nombres de nombres, que ordenan haciendo velo de lo que no tiene: Nombre del Padre. Y lo acompaña en su versión. ¿Qué hace el niño en el análisis que transita en algo de lo psicótico? * Consiente (da consentimiento). * Dice sí, en lugar de quedarse perplejo ante la captura del sujeto, ante un S2 contingente. * Barra el goce y hace labores para ello. * Crea un sinthome, que a modo de costura mal hecha, permite una nueva fundición, que conformando una apariencia, sostiene un equilibrio entre las partes. * Se inventa un nudo, o una versión del padre, o una pere-versión propia. ¿Qué hace la cura? ¿Qué puede un sujeto hacer allí, con su goce? Comentaré dos pequeños relatos clínicos: El primero es sobre el trabajo de una niña de 4 años de edad, con diagnóstico de su médico pediatra de Trastorno Generalizado del Desarrollo, según el D. S. M IV, y a quien desde el discurso del psicoanálisis podríamos llamar autista. Es interesante observar “el saber hacer allí” de la pacientita, en el goce de lalengua. Observación efectuada en un primer momento que al decir de Lacan, en la “Dirección de la Cura”… lo llama “momento de ver”, dentro del nuevo sofisma y apuntando al aserto de certidumbre anticipada de Z. Z se presenta sin emitir vocablo alguno, no sostiene la mirada, no establece relación con los otros. Deambula sola en los espacios sin conexión aparente, ni con personas, ni con objetos. Se observa que se los lleva a la boca (tipo papeles, revistas, tarjetas plastificadas…). Y sosteniéndolos con los labios, los toma con sus dedos y los hace mover de abajo hacia arriba, incesantemente. Como con una palmada, lo huele, y vuelve a repetir la misma operación. Introduciéndonos en esta tarea, y teniendo en cuenta la observación del “detalle” (rasgo particular de Z), se inicia el planteo de una hipótesis sobre su particularidad, algo de lo singular en ella. Planteada esta hipótesis, se intenta sorprenderla en su operación, para que en su aserto pueda pasar a otra cosa, salir de esa metonimia incesante, para construir con anticipación una certidumbre que le sea fructífera. “Ella como sujeto es ese plástico o papel, que se tambalea sobre su boca”. Nos anticipamos a su acción. Y recordamos los conceptos de mimetismo y vuelta en lo contrario. Un día llega y me encuentro en el consultorio haciendo lo mismo con esos objetos delante de Z. Ella por primera vez, me mira, se sorprende, queda como imantada frente a la imagen. En varias sesiones se repite esto, cuando lo hago yo, ella me mira y deja de hacerlo. En esa oportunidad pasamos a otra cosa. Ella pasa las hojas de las revistas, y yo se las cuento, digo: uno, dos, tres..., después digo: uno, dos,… y Z completa la frase y dice tres,… Repite. A partir de allí, en las sesiones comienza a canturrear, con laleo incesante, con diferentes sonidos, que no se pueden distinguir como vocablos, como si fueran onomatopeyas, vocales solas, esparcidas por el espacio del consultorio. También y paralelamente a esto, cantamos, ella en su lengua y yo en la mía. Hacemos rondas con las canciones infantiles. Y cuando nos cansamos, paramos. Y Z dice, no, gritando. Mueve con sus manos, las mías, pidiendo más ronda y canciones. A partir de allí observo que cuando se molesta por algo (dice no), entonces la molesto, para que hable; le tiro almohadones, muñequitos, objetos sin peligro físico para ella. Desde allí, repite palabras de las canciones, algunos nombres de los objetos, Pepe (al oso), llama a la mamá (cuando se está por ir), y dice Ceci, (cuando me ve). “Esto es un saber hacer con lalengua” Su decir empieza a ser otro, y su cuerpo cobra otra dimensión, registra las cosquillas, si se cae, le duele, si se la nombra de alguna manera, sutilmente responde (aunque sea con la mirada). Esto es maravilloso y sin más palabras, está allí, para ser escuchado y apreciado. En este momento de concluir es todo cuanto puedo decir, y este cuanto, no es poca cosa en la clínica lacaniana de la psicosis. El caso de Pedro es diferente, tiene un diagnóstico psiquiátrico de esquizo-paranoia (compartido con el del psicoanálisis). Alucina, delira, funciona en espejo sólo con pares; cuando se intenta, en la cura, entrar transferencialmente y oficiar de par para producir algo allí, es casi imposible. No se encuentra la forma de andar otro camino que no sea por los pares, sus pares. “Compañeros de escuela o hermanos”. Él me llama por mi nombre de pila y yo lo llamo a él de la misma manera. Intento en sus actividades ser compinche, lo acompaño, pero no alcanza, no deja de alucinar, ni de armarse en espejo en los otros. Más tarde se me ocurre, mientras le guardo sus útiles escolares en la mochila, palmearlo en la espalda y decirle: “¡Amigo!” (con énfasis). Él me dice “amiga mía”, y pronuncia mi nombre también. Desde allí se pueden articular las alucinaciones de Pedro con mi paridad para con él. Me otorga calidad de par. Un par que acompaña e interviene (no intrusivamente) en sus fenómenos. Y que maniobra desde allí. Multiplicar la transferencia, que ésta no sea masiva, es otra manera. En el ámbito institucional los niños preguntan todo a una sola persona, por ejemplo: “¿qué comemos hoy?”, “¿dónde está el jabón?”, etc.; el reenviarlos a la cocinera que posee ese saber, o a la auxiliar que repondrá el jabón ante sus pedidos, es una buena forma. El acompañamiento de otros profesionales que desde otro saber coartan al gran Otro. Y lo barran, dando lugar para otra cosa. Otra cosa donde alojarse sin ser nada más que objeto. Ejemplo: médico pediatra, profesor de educación física, maestros, fonoaudióloga, asistentes, etc. La masividad de la transferencia corre por la misma vía gozadora del Otro. Y aquello la escinde. La cura es “en el entre”; en la juntura, en la hendidura, en lo que no cierra. El analista apuesta, el niño consiente y trabaja, la psicosis hace el resto, que no es poco. Recordemos la propuesta de Lacan: “no retroceder ante la psicosis”. Armar algo que puede limitar lo mortífero del goce, del goce de la lalengua, del cuerpo, de la relación con los otros y armar lazos, aquieta los monstruos ocultos y apacigua el padecimiento cotidiano, eso hace una cura. Y parafraseando algo que me es propio, diríamos: “y si de algo se trata, no es justamente de saber sobre psicoanálisis; si de algo se trata es justamente de no aplastar al sujeto, sino de propiciarnos sencillamente su encuentro”1 y agregaríamos: “Tanto, cuando existe el sujeto, como cuando hay que crearlo”. ____________ 1. En “¿Qué escucha un analista?” pag. 127 Palabras finales. Cecilia Collazo. Editorial Grama. 2007. |
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Psicoanálisis de niños desde Lacan
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Psicoanálisis de la psicosis
En un diagnóstico psicoanalítico,
la psicosis es la posición subjetiva
caracterizada por la “falta de la falta:
no existen equívocos, fallos o vacíos.
la psicosis es la posición subjetiva
caracterizada por la “falta de la falta:
no existen equívocos, fallos o vacíos.
Las alucinaciones, las realidades alternas
y otras manifestaciones necesarias para
el diagnóstico psiquiátrico, no son
determinantes para el psicoanálisis.
y otras manifestaciones necesarias para
el diagnóstico psiquiátrico, no son
determinantes para el psicoanálisis.
Para nosotros, la psicosis es más bien
una estructura y no una enfermedad; por
ello los parámetros para definirla se
relacionan con el lenguaje, los límites y
la función de la ley en la psique.
una estructura y no una enfermedad; por
ello los parámetros para definirla se
relacionan con el lenguaje, los límites y
la función de la ley en la psique.
La mente, la psique, la subjetividad, siempre han sido motivo particular de interés. Para la mayoría, se tratan de un elemento diferenciador con otros seres vivos, inclusive con otros humanos; son el punto para decir “este soy yo”. Al mismo tiempo, no obstante, parecieran ser una fuente inagotable de misterios, tormentos, dudas y conflictos. Entre las facetas más oscuras del enigma de la mente, se encuentra la temida e incomprensible “locura”, como se le llama coloquialmente.
¿Qué es la locura? ¿En dónde comienza? ¿Qué la caracteriza? Es casi imposible responder comprehensivamente; podrían existir tantas respuestas como puntos de vista. En siglos pasados se le consideró como una posesión demoniaca; en épocas más recientes, neurólogos y psiquiatras lo clasifican como una enfermedad, como un desbalance bioquímico en el cerebro. Habrá quienes teman la locura y, de igual forma, en el arte habrá incluso quienes se sientan atraídos a ella, como si fuera una fuente de creación y genialidad inagotables.
Definir la locura es una tarea titánica en la que no pretendemos embarcarnos. Para propósitos de este artículo nos limitaremos a hablar de la llamada psicosis: una palabra con frecuencia asociada a la locura, o a una enfermedad mental de acuerdo con la psiquiatría y la psicología. En el psicoanálisis, la psicosis es una de las tres posiciones subjetivas, junto con la neurosis y la perversión.
La psicosis es un tema muy intrincado y complejo de la teoría psicoanalítica, que además sufre diversas modificaciones a lo largo de la obra de Freud y Lacan. No es nuestra intención ofrecer un estudio comprensivo de esta posición subjetiva, sino simplemente un texto que sirva como primera introducción al tema.
El Otro, el lenguaje y los límites
En nuestro artículo “Ley y límites en la psique: el lenguaje”, hablamos sobre cómo se incorpora el niño el mundo del lenguaje y cómo aprende a delimitarse.
Al aceptar las explicaciones que la madre hace de nosotros: por un lado construimos un significado en el caos interior y adquirimos un sentido de “yo mismo”. Por el otro, podemos relacionarnos con el mundo exterior, forjar una relación más allá de la relación con la madre.
Como mencionamos en el mismo artículo, cuando la madre no acepta los límites y la ley para ella misma, cuando no permite que se rompa el círculo cerrado con el hijo, cuando no hay nada más allá de la madre, es el momento en que se gesta la estructura psicótica. Una relación madre-hijo cerrada imposibilita que el niño pueda formar otras relaciones, seguir su propio camino, en suma, le imposibilita tener existencia propia.
Falta de/en la madre
El factor elemental de la formación de la estructura psíquica es la falta de límites, o la falta de una falta, como explicaremos. ¿A quién le faltan los límites?, ¿al niño? También; principalmente, es que le faltan límites a la madre.
Al inicio de la vida, la madre (cuidador primario) es el único punto de contacto con el mundo exterior. La madre cuida al niño, lo alimenta, lo asea, lo apapacha y, sobretodo, es capaz de interpretar y solucionar el caos interior del niño. La madre es la intérprete del niño para con el mundo y viceversa, como un guía de turistas cuando vamos a un país en el extranjero. Está al lado del niño y buscar solventar todos sus problemas y necesidades, sumergirlo en un estado de bienestar.
En esta situación, el niño se siente totalmente atrapado por la madre, tanto en el sentido de estar contenido por ella, como en el sentido de estar sujeto o enganchado a ella. No tiene que hacerse cargo de sí, ni buscar sus propias soluciones, ni ocuparse de sus necesidades, ni tampoco de forjar su propio camino: la madre resuelve todo, es una presencia total e incluso abrumante.
Aunque lo anterior es necesario al inicio de la vida, no puede mantenerse indefinidamente. A la madre le es imposible cuidar del niño todo el tiempo; tiene otras demandas y otras ocupaciones, no puede fungir únicamente como intérprete porque también necesita relacionarse con el mundo por ella misma. Hay algo (trabajo, esposo, amigos, estudios, pasatiempos…) más allá del hijo que le obliga a romper el binomio cerrado madre-hijo.
Mencionamos que el niño percibe a su madre como una presencia total, sin carencias, ni fallas, ni errores. Al momento en que la madre necesita dejar al niño por tener otras ocupaciones y demandas, es el momento en que sale a la luz el hecho de que a la madre le hace falta algo (dinero, pláticas, compañía, tiempo libre, comer, dormir). Ella no lo tiene todo. De tenerlo, no necesitaría alejarse para ir en búsqueda de algo más.
Cuando la madre se aleja, permite hacer una diferenciación entre el niño y la madre. Este es un momento crucial para la formación de la posición subjetiva: el niño sólo podrá tener “existencia” psíquica, si puede hacer una diferenciación entre la madre y él. ¿Cómo se logra? Con el juego ausencia-presencia de la madre, mismo del que hablamos en otro artículo del mes.
Además de tener que dejarlo, conforme el niño vaya creciendo, la madre lo enseñará a valerse por sí mismo, incluyendo exigirle aprender el idioma, encomendándolo a intercambiar balbuceos por palabras, llevarle a la escuela, aun en contra de sus protestas, y solicitarle solucionar tareas sencillas por el mismo.
La precepción del niño acerca de su madre cambia radicalmente: resulta no ser autosuficiente, ni la autoridad absoluta del mundo, ella también tiene límites, tiene una falta y está sujeto a ciertas leyes o reglas, algunas tan básicas, por ejemplo, como la necesidad alimentarse para estar sana. Si ella fuese total, si fuese autosuficiente, no necesitaría seguir reglas ajenas, ella fijaría sus reglas
La madre exige que el niño siga ciertas reglas y tenga ciertos límites, al igual que ella. Por ejemplo, el niño debe aprender el idioma de la madre, y debe regular algunas de sus conductas para ajustarse a parámetros biológicos (como alimentarse) y sociales (como adoptar los hábitos de higiene).
Sin límites
¿Qué sucede cuando la madre no tiene una falta y se presenta como autoridad total y absoluta? ¿Qué sucede cuando la madre no permite la separación, cuando no admite que otros elementos y factores (padre, familiares, trabajo, reglas, costumbres) se interpongan entre ella y el hijo? ¿Qué ocurre si ella no está sujeta a una ley y no exige al hijo seguir ciertas normas? Estos elementos llevan al desarrollo de una estructura psicótica.
La separación, la falta, la ley, los límites y el lenguaje, permiten que el niño tenga una existencia propia, más allá de la madre. Al saber hablar, por ejemplo, él solo puede pedir un vaso con agua a cualquier persona; no es necesario esperar a que la madre interprete su balbuceo “¿Qué necesita” “Te dice que tiene sed y te pide algo de tomar”. Podríamos considerar los límites y la “ley” como una “protección” contra el régimen totalizador y absolutista de la madre.
En la psicosis no se instauran estos elementos en la estructura psíquica, lo cual remite, de alguna manera, a quedarse perpetuamente atrapado en el mundo materno, a no tener existencia propia. Al no haber una diferencia tajante entre el niño y la madre, algo que divida a uno del otro, el niño permanece como una extensión de la madre, como su apéndice.
El mundo de los extremos
La psicosis puede gestarse por cualquiera de los dos extremos: o la madre es una presencia sofocante que está todo el tiempo con el hijo; o, por el contrario, lo ignora más de la cuenta, y no lo introduce al mundo simbólico, a la sociedad, por desinterés total en el hijo.
Una sobreprotección exagerada a tal grado que la madre no permite el contacto directo entre el niño y el mundo, o un abandono y descuido total respecto al niño, son los dos extremos que dan como resultado el desarrollar una estructura psicótica.
¿Y luego…?
Desde el diagnóstico psicoanalítico, la psicosis no es una enfermedad ni una manifestación súbita. Como hemos repetido en múltiples ocasiones, se trata de una estructura y, por lo mismo, está ahí desde el inicio hasta el final. En otros artículos asemejamos la estructura con el esqueleto: así como el esqueleto está ahí desde el desarrollo intrauterino, así la estructura está ahí desde que se fragua la psique (alrededor de los 6 años).
La estructura psicosis tiene una mayor tendencia a desestabilizarse en algún momento. Cuando por algún motivo se desequilibra, ocurren los llamados episodios psicóticos donde pueden surgir síntomas como alucinaciones, delirios de persecución o ruptura con la realidad. Qué provocará el desequilibrio o qué síntomas tendrá dependerá de cada caso en particular; recordemos únicamente que una alucinación no es necesariamente exclusiva de la psicosis.
Mientras no haya un desequilibrio, los psicóticos no exhiben ninguno de los elementos típicamente relacionados con un quiebre psicótico. Ello no implica que no tengan una estructura psicótica: las estructuras no mutan a lo largo de la vida, son fijas.
En la psicosis, un elemento que usualmente introduce conflicto son las faltas o dudas. Recordemos que en la psicosis no hay falta: no la hubo en la madre, no la hay en el niño. Podríamos decir que es una estructura ridículamente rígida y cuadrada donde sólo existen certezas, nunca dudas.
En la neurosis, principalmente, existe la tendencia a preguntarse por el pasado y por el futuro, a cuestionar los motivos y las razones para tomar tal o cual decisión, e incluso a estar en eterno conflicto entre lo que deberíamos hacer y lo que se quiere hacer. En un psicoanálisis, los cuestionamientos neuróticos entran en movimiento, van modificándose, surgen nuevas preguntas y anhelos.
En la psicosis, no hay movimiento ni tránsito. Aquí es donde entra la cuestión exageradamente rígida y certera de la psicosis: no hay cambios ni desplazamiento en su sus pensamientos o intereses. Los psicóticos permanecen firmes no por una convicción en su posición, sino porque “así son las cosas”. Digamos que introducen los elementos sin apropiarse de ellos, los aceptan tal cuál son, sin censura.
Otra característica importante es que en la psicosis no hay inconsciente. Ni existe la necesidad de censurar pensamientos, ni tampoco existe control de impulsos. Un psicótico nunca aprehende norma o límite alguno, por lo que no tiene necesidad de contenerse, ni de contener sus sensaciones o impulsos. Así como un niño pequeño llora y hace berrinche por tener hambre, sin capacidad de modular o aplazar su malestar, así algo similar sucede en la psicosis.
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Ser psicoanalista es abrir los ojos ante la evidencia de que nada es más disparatado que la realidad humana
"Ser psicoanalista es, sencillamente, abrir los ojos ante la evidencia de que nada es más disparatado que la realidad humana" Jacques Lacan
Concepto de psicosis desde la historia de la psiquiatría
El término psicosis fue introducido por el psiquiatra austriaco Ernst von Feuchtersleben (1806-1849) en 1845 para sustituir el de locura y referirse a las manifestaciones psíquicas de las enfermedades del alma desde una perspectiva psiquiátrica y meramente descriptiva. El nuevo concepto no es opuesto a neurosis o enfermedad mental, lejos de excluirse mutuamente, Feuchtersleben los yuxtapone y solapa. Así, casi durante un lustro el termino se empleo a menudo como un sinónimo muy general de trastorno mental o psicopatía. El concepto se refirió primero al conjunto de enfermedades llamadas mentales (fueran orgánicas -como la parálisis general- o no) y más tarde se limitó a las tres formas modernas de la locura: esquizofrenia, paranoia y psicosis maniaco-depresiva. W. Griesinger (1817-1868) fue de los primeros que se sirvió del nuevo concepto que incluyó en su Patología y terapéutica de las enfermedades mentales de 1845. Con Griesinger se inicia la neuropsiquiatría, una psiquiatría apoyada en la patología cerebral y cobra pleno vigor la teoría de la psicosis unitaria (Einheitspsychoses) (Colodrón, 2002)[1](1) Posteriormente el concepto de psicosis se fue difundiendo con un uso algo desigual y paulatinamente acabará perdiendo su carácter descriptivo e inespecífico de “enfermedad del alma” para adquirir el estatus de una organización psicopatológica perfectamente delimitada (Álvarez, Esteban, Sauvagnat, 2004)[2] (2)
Sigmund Freud (1856-1939) recoge el término como concepto técnico en un primer momento, para designar la reconstrucción inconsciente por el sujeto de una realidad delirante o alucinatoria. En un momento posterior lo incluirá en una estructura tripartita en la que se diferencian claramente neurosis, psicosis y perversión (Roudinesco y Plon, 2003 (3)[3]). Desde sus primeros trabajos se encuentra una distinción bien clara entre neurosis y psicosis y llega a proponer como psicosis la confusión alucinatoria, la paranoia y la psicosis histérica (que diferencia de la neurosis histérica) y habla de psicosis de defensa. Indica que en la psicosis son rechazados tanto la representación como el afecto. Vemos tres momentos en su obra en que el concepto se va moldeando. En de 1984 habla deneuropsicosis de defensa[4](4) donde incluye algunas psicosis como la paranoia, ideas que perfila en el Manuscrito H[5] (5), en un segundo momento, en 1914, habla de “neurosis narcisistas” donde incluye esquizofrenia, paranoia y melancolía. Finalmente en 1924 la psicosis contempla la esquizofrenia y la paranoia. Freud definirá la psicosis como una perturbación entre los vínculos del yo y el mundo externo. La relación con la realidad que mantienen neurosis y psicosis es distinta, la neurosis no desmiente la realidad, se limita a no querer saber de ella, mientras que en la psicosis la realidad es desmentida y sustituida o modificada (Freud, 1924b[6](6), 1924e[7] (7)). En su obra sobre el Caso del Presidente Schreber (1911c)[8] (8) Freud aborda el caso de la paranoia desde el psicoanálisis, pero trabaja sobre la autobiografía del propio Schreber aparecida años antes, sin embargo apuntará conceptos que desarrollará años más tarde en Introducción del narcisismo (Freud, 1914c)[9] (9) y Pulsiones y destinos de pulsión (1915c)[10] (10) El paciente psicótico no es capaz de establecer una relación de trasferencia, aspecto clave en la teoría psicoanalítica. Según Freud la psicosis era prácticamente incurable y se centró en la cura de las neurosis. Sin embargo privilegió el concepto de paranoia (para él componente principal de la psicosis) sobre la noción de esquizofrenia.
Por su parte Emil Kraepelin (1856- 1926) estableció el panorama nosográfico de la psicosis, vigente hoy día, oponiendo a la psicosis maniaco-depresiva la demencia precoz. Separó las dos enfermedades de acuerdo a sus supuestas diferencias de etiología, síntomas, curso y pronóstico (Beer, D. 1999[11]) (11) pero fue Eugen Bleuler quien acuño el término de esquizofrenia.
Desde que Kraepelin a finales del siglo XIX llamara Dementia praecox a un conjunto de trastornos ya conocidos y que conducían a un proceso psíquico degenerativo (catatonía, hebefrenia y paranoia) y que posteriormente Bleuler denominaría “grupo de las esquizofrenias”, el concepto de esquizofrenia se ha ido delimitando llegando sus características principales a ser una mezcla de signos y síntomas. Jimeno (2002)[12] (12) hace una revisión de las distintas clasificaciones más relevantes y concluye que siendo la esquizofrenia una enfermedad heterogénea, no puede diagnosticarse por la presencia de un síntoma aislado sino por la “constelación de síntomas y signos en las diversas funciones psíquicas que presenta un individuo en un momento dado” (pp. 326). Según el criterio diagnóstico utilizado (cada uno requiere una mínima duración) un paciente puede padecer esquizofrenia para un modelo y no para otro, lo que obliga, en todo momento, a indicar la clasificación utilizada.
Eugen Bleuler (1857-1939) Publicó su gran obra en 1911 Dementia praecox: el grupo de las esquizofrenias. Contemporáneo de Kraepelin y de Freud, de quien fue amigo y defensor. Presentó un nuevo enfoque de la locura. Los síntomas, los delirios, las alucinaciones encontraban su significación si uno se volvía a los mecanismos descritos por Freud en su teoría del psiquismo –decía Bleuler (Roudinesco y Plon, 2003). Sin renunciar a la etiología orgánica y a la herencia situaba la enfermedad en el campo de las afecciones psicológicas. La nueva esquizofrenia tenía un origen tóxico y se caracterizaba por la disociación de la personalidad y el repliegue en sí mismo o autismo.
Durante décadas la influencia de las teorías de Bleuler dominó la clínica de la esquizofrenia con sus “Cuatro Aes” (asociaciones laxas, aplanamiento afectivo, autismo y ambivalencia) a un lado y otro del Atlántico.
A finales de los años sesenta una serie de estudios comparativos sobre la práctica diagnóstica en Inglaterra, Estados Unidos y otros países pusieron de manifiesto discrepancias diagnósticas por lo que muchos pacientes podían recibir distinto diagnostico dependiendo del país, debido a diferencias teóricas y de concepto. Surgió entonces un interés creciente por la fiabilidad diagnóstica que llevó a la creación de entrevistas estructuradas como la Present State Examination (PSE) que permitía una definición de los síntomas que aseguraba el acuerdo entre dos clínicos. Se remodeló el concepto de esquizofrenia con la introducción de las teorías que Kurt Schneider (1887- 1965) elaborara alrededor de 1950 recogidas en su Klinische psychopathologie (Psicopatología clínica)donde propuso unos “síntomas de primer rango” para el diagnóstico de la esquizofrenia que guiaron y siguen hoy día orientando a muchos clínicos. A partir de los años setenta se desarrollaron criterios operativos que dieron entrada a criterios diagnósticos más fiables y restrictivos como los criterios de Feighner de 1972 y los Criterios de Diagnóstico Estadístico introducidos por Spitzer y colaboradores en 1978 (Research Diagnostic Criteria, RDC). La aparición del sistema de clasificación de la American Psychiatric Association (APA) DSM-III inspirado en esos grupos de criterios, supuso una convergencia entre los puntos de vistas de Kraepelin, Bleuler y Schneider. (Black, Yates y Andreasen, 1989[13](13) ; Serrallonga y Rojo, 2003[14] (14)). En la actualidad el CIE-10 (1992) y el DSM-IV-TR (2004) son las clasificaciones diagnósticas más empleadas por los clínicos. En la figura 1 se detallan los criterios diagnósticos para la esquizofrenia según Kraepelin, Bleuler, Schneider, Andreasen, Crow, así como las clasificaciones de la Organización Mundial de la Salud (CIE-10) (14) y la Asociación Americana de Psiquiatría (DSM-IV-TR) (15)
Figura 1. Criterios diagnósticos de la esquizofrenia según varios autores
Concepto de psicosis en Jacques Lacan.
No es loco el que quiere (Seminario III. Las psicosis) (Lacan, 1955) (17 y sig)
Lacan dedica todo un seminario de su enseñanza, el tercero, a las psicosis (1955-56) En sus primeras clases explica que la psicosis no es igual a demencia. Revisando el inicio de este articulo, vemos que el concepto de psicosis apareció para dejar de usar el de locura, pero no siempre ha sido así. A lo largo de la historia estos conceptos si bien no son iguales si se utilizan como sinonimos. Lacan nos dice: “las psicosis son si quieren lo que se llama…locuras” (pp.12) más adelante dirá “todo lo que llamamos psicosis o locura…”
A modo de síntesis, podemos hablar de varios momentos en la teoría lacaniana sobre la psicosis.
Lacan escribe su tesis doctoral de medicina en 1932 De la psicosis paranoica a su relación con la personalidad. Su famoso caso Aimè. Aquí da un gran peso a los trastronos de personalidad en el surgimiento de la psicosis paranoica y se aleja así de la postura biologista que imperaba en aquel momento (crítica al reduccionismo biologista). Pero es mucho más tarde, en 1955, que establece sus planteamientos sobre la cuestión de la estructura en la psicosis con su seminario 3.
Postura Estructuralista. La Forclusión del Nombre del Padre. Partiendo de las teorias de Saussiere, Lacan. plantea que los significantes hacen cadena, un significante remite a otro significante. Esto le lleva a decir que el inconsciente está estructurado como un lenguaje. A partir de esta premisa se pregunta cómo un sujeto se sitúa frente al mundo simbólico de los significantes (al gran Otro) En el caso de los psicóticos hay un rechazo de ese orden simbólico que deja al sujeto fuera del Otro. “El sujeto psicótico está dentro del lenguaje, pero fuera del discurso” nos dice Lacan. El psicótico habla, pero ese lenguaje no lo incluye como sujeto en la función fálica.
El significante que el psicótico rechaza fundamentalmente es la Metáfora Paterna (es lo que conocemos como Nombre del Padre) Es el padre quien transmite la Ley al niño (esa ley es la que permite organizar el lazo social, anuda al sujeto al orden simbólico ya que introduce la prohibición del incesto) Para Lacan la psicosis vendrá dada por la forclusión del Nombre del Padre. “la carencia de ese significante es la falta que da a la psicosis su condición esencial, con la estructura que la separa de la neurosis” (Lacan, 1955) El proceso de separación no se efectúa correctamente y lo que se consigue es la alienación. Lo que fracasa es que el significante del nombre del Padre no logra quitar el lugar al significante del deseo de la madre. Si en la relación madre-hijo no se instala el padre simbólico (el significante fálico) el significante del deseo de la madre prevalece, es decir no hay separación madre-hijo (por tanto, alienación). Se puede decir que no hay castración en el psicótico.
Lacan moverá su postura en el Seminario XXIII, Le Sinphome, en donde se plantea que el problema de la psicosis no está tan del lado de la castración sino del amarre de los tres registros: real, simbólico e imaginario. Lo que ha sido rechazado de lo simbólico reaparece en el plano de lo real, de ahí las alucinaciones por ejemplo.
Pero Lacan se pregunta por qué lo rechazado en lo simbólico aparece en lo real y para darse respuesta va a analizar el caso del Presidente Schreber de Freud.
Por último no podemos olvidar en esta síntesis de la teoria lacaniana sobre la psicosis los tres planos: real, símbolico e imaginario. Lacan formaliza en el esquema “L” la teoria de la forclusión. Ahí nos explica de un modo más claro cómo se estructura la psicosis y cómo se ubican en esa estructura los tres registros.
Más adelante, Lacan, con su teoria topologica de los nudos borromeos (Seminario RSI, donde aparecen los tres registros que forman el nudo: Real, Simbolico e Imaginario) nos plantea cómo en la ruptura del nudo se pueden concretar las dificultades estructurales del sujeto. El fallo en el anudamiento simbólico hace que los tres registros aparezcan desanudados.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS.
[1] Colodrón, A. (2002). La condición esquizofrénica (pp37) Madrid: Triacastela
[2] Alvarez, J.M., Esteban, R. Sauvagnat, F. (2004). Fundamentos de psicopatología psicoanalítica (p 630). Madrid: Síntesis
[3] Roudinesco, E. y Plon, M. (2003). Diccionario de psicoanálisis (pp 868-871). Paidós: Buenos Aires
[4] Freud, S. (1894). Las neuropsicosis de defensa. (pp 41-61) Amorrortu Editores vol. III. Buenos Aires
[5] Freud, S. (1895). Manuscrito H. Paranoia. (pp 246-252). Amorrortu Editores vol. I. Buenos Aires
[6] Freud, S. (1924b). Neurosis y psicosis (pp 151-176) Amorrortu Editores vol. XIX Buenos Aires
[7] Freud, S. (1924e). La pérdida de realidad en la neurosis y la psicosis (pp 189-197) Amorrortu Editores vol. XIX. Buenos Aires
[8] Freud, S. (1911c). Sobre un caso de paranoia descrito autobiograficamente (Schreber). (pp1-76). Amorrortu Editores vol. XII. Buenos Aires
[9] Freud, S. (1914c).Introducción del narcisismo. Amorrortu Editores vol. XIV Buenos Aires
[10] Freud, S. (1915c). Pulsión y destinos de pulsión Amorrortu Editores vol. XIV. Buenos Aires
[11] Beer, D. (1999). Introducción a “Las manifestaciones de la locura”. En: Hoche, A., Kräepelin, E. y Bumke, O. Los síntomas de la locura (pp45-53). Triacastela:Madrid
[12] Jimeno, N. (2002). Diagnóstico sindrómico de la esquizofrenia. Informaciones Psiquiatritas , 169 jul-sep., 315-328.
[13] Black, D., Yates, W. y Andreasen, N. (1989). Esquizofrenia, trastornos esquizofrénicos y trastornos delireantes (paranoides) en Talbott, J.A., Hales, H.E. y Yudofsky, S.C. (edtr) Tratado de Psiquiatría (pp. 355-395). Barcelona: Ancora.
[14] Serrallonga, J. y Rojo, J.E. (2003). Esquizofrenia. En J.Vallejo (edtr), Introducción a la psicopatología y la psiquiatría (5ª edición) (pp 457-481). Barcelona: Masson.
(16) Asociación Americana de Psiquiatría (2004) DSM-IV-TR . Manual de diagnóstico y estadístico de lso trastornos mentales (texto revisado). Barcelona: Masson
(17) Lacan, J. (1955-1956) Seminario III, Las psicosis. Argentina: Paidós
(18) Lacan, J. (1957-1958) Seminario V, Las formaciones del inconsciente. Argentina: Paidós.
(19) Lacan, J. Escritos I y II. Madrid: Siglo XXI
http://cartelpsicoanalitic.blogspot.com.es/2012/12/introduccion-al-concepto-de-psicosis.html
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Intervención en Psicosis
"Mejor pues que renuncie quien no pueda unir a su horizonte la subjetividad de su época"
"La verdad tiene estructura de ficción" Jacques Lacan
En los ámbitos de lo que llamamos Salud Mental, dándole una existencia que ahora cuestionamos -¿la Salud Mental existe?- conviven diferentes modos de pensar la psicosis, enfoques diferentes sobre una misma psicopatología. Estas diferencias constituyen en la práctica cotidiana una fuente de conflictos entre los profesionales que tratan con la psicosis. Hay enfoques teóricos muy diferentes y también expectativas diversas, que abarcan desde su causalidad hasta el modo de entender el tratamiento. La polémica no cesa y produce una gran confusión. Esta confusión no afecta únicamente a los profesionales, también afecta a los estudiantes en formación y por supuesto, a los propios pacientes. Hay que ser muy claros en este asunto, pues en algunas ocasiones el que imparte la formación o el que trabaja con la psicosis oculta su modelo teórico dando así la impresión de que es el único, de que no existen otras posibilidades de abordar el tratamiento o, si existen, no están consensuadas o no tienen el rigor y la seriedad suficientes. Decía que la polémica no cesa, pero en un futuro no muy lejano corremos el riesgo de que cese. Se avanza a buena velocidad, muy posiblemente, hacia un modelo único, un modelo supuestamente científico sostenido en la evaluación, en la Medicina Basada en la Evidencia, en las guías de buenas prácticas y los protocolos. Una vez configurada esta ficción científica, los que no formen parte del modelo quedarán excluidos de una Salud Mental que se nos presentará con una nueva existencia.
Pero, por ahora, el conflicto esta ahí, los profesionales de la Salud Mental saben que no piensan lo mismo sobre el enigma que supone la psicosis y sin embargo tienen que compartir el mismo espacio: sesiones clínicas, intercambio de informes, trabajo con las familias y con el paciente. En el horizonte está la cuestión insoslayable de en qué consiste la cura en la psicosis. De la forma en que respondamos a esta pregunta se derivará, casi con total seguridad, la concepción del tratamiento.Dentro del psicoanálisis hay también variaciones sobre el mismo tema, no todos los psicoanalistas pensaron y piensan la psicosis de una forma única, muchos fueron los debates sobre la psicosis y su posibilidad de abordarla con el método psicoanalítico. El escepticismo, la euforia o el entusiasmo por comprender la psicosis atravesaron una controversia que se prolonga hasta nuestros días. Fue Jacques Lacan, que convulsionó los ámbitos psicoanalíticos a partir de los años cincuenta, quien tuvo la sagacidad de extraer de la psicosis una enseñanza. Sugirió a los psicoanalistas no retroceder frente a la psicosis, pues la psicosis nos muestra la estructura misma de la subjetividad. La psicosis dejaba de ser una especialización dentro de la disciplina analítica para convertirse en parte esencial de la misma. Desde esta orientación podemos hacer algunas consideraciones sobre el tratamiento de la psicosis que nos permitan esclarecer nuestra posición en el ámbito de la Salud Mental.
1ª Consideración.Acerca del déficit en la psicosis.La teoría lacaniana de la forclusión despejó la psicosis de la rémora deficitaria, Lacan no habló de la psicosis en términos de déficit, sino en términos de falta de significante. La gran radicalidad, y aún no se ha insistido lo suficiente en esto, es la promoción de la determinación significante en la psicosis. Hoy más que nunca se corre el riesgo de olvidar esta determinación, privando al psicótico de la posibilidad de encontrar una salida para su psicosis, una salida que tiene por fuerza que ser singular para cada caso.La orientación lacaniana no concibe, por tanto, la psicosis en términos de déficit. Los delirios paranoicos no impidieron a Rousseau desarrollar uno de los pensamientos más influyentes de la modernidad, ni la esquizofrenia al matemático John Nash recibir el Premio Nobel de Economía o la psicosis-maníaco depresiva a Cantor formalizar la noción de infinito. Se puede objetar que elegimos casos excepcionales, pero no es así, la elección no está motivada por la excepción sino por ser casos por todos conocidos. En la clínica diaria nos encontramos con pacientes a los que su trastorno psicótico no ha impedido desarrollar una vida laboral o cursar sus estudios. Y se puede replicar que a otros este mismo trastorno sí les supuso un obstáculo, les truncó su vida académica o laboral, y tienen razón. Lo que está por dilucidar es la razón de este obstáculo. Se trata de ver en cada caso cuáles son las razones y encontrar con el paciente la mejor forma de sortearlas, de encontrar con cada uno la mejor solución para su psicosis, una solución que ha de ser singular pues singular es cada paciente que recibimos y tratamos. Detrás de cada paranoia o cada esquizofrenia hay una persona distinta, debemos tener especial cuidado en que el diagnóstico no borre estas diferencias, una misma sintomatología no hace iguales a los individuos, pues cada uno se relacionará y responderá a sus síntomas de diferente manera. Esta constatación clínica torna imposible una concepción estandarizada del tratamiento, contemplamos, obviamente, una estrategia en la forma de dirigir un tratamiento, una serie de normas y unos objetivos clínicos que, lejos de conformar un estándar, pretenden rescatar la particularidad de cada caso, encontrar con el psicótico un modo de vivir con su psicosis con el menor sufrimiento posible.
2ª Consideración. Estructura psicótica y psicosis clínica. Desencadenamiento.El paciente suele acudir a consulta, al centro de salud o al hospital en el momento de la crisis, se impone aquí una valoración urgente del caso, si necesita de un ingreso, si es preciso administrar una medicación, asistir a la familia, hablar con el paciente para mitigar todo lo que sea posible los efectos devastadores de esta vivencia y disponer de todos los medios para que la crisis remita lo antes posible, pero sin perder de vista que esta remisión de la crisis tiene que ser el preludio para el trabajo con el psicótico y no su epílogo.Un fragmento clínico nos ayudará a ilustrar este momento del desencadenamiento. Se trata de un paciente de 15 años que ha vivido la mitad de su vida en instituciones de acogida, pertenece a una familia muy desestructurada con una madre y un padrastro alcohólicos. Es un muchacho tímido y muy nervioso. Está “muy obsesionado” con la guerra de Irak. Con frecuencia no encuentra las palabras para expresar lo que quiere. Un hombre con el que se encuentra a veces al salir de su residencia parece abrigar malas intenciones, puede hacerle daño. Manifiesta que siente un gran malestar cuando le preguntan por su familia porque hay algo que no sabe cómo explicar, y es que tiene dos padres. Se entera de esto a los seis años, cuando la madre le comunica que tiene otro padre y se lo presenta. Cuenta desde entonces con estos dos padres, con los que no sabe muy bien cómo debe relacionarse, pero que consigue ordenar llamando a uno el padre verdadero que le dio la vida y al otro el padre que le ha dado el nombre.Antes de continuar con el caso conviene hacer una precisión y distinguir entre estructura psicótica y psicosis clínica. Hablamos de estructura psicótica cuando observamos algunos síntomas que nos hacen presagiar la posible irrupción de la psicosis. ¿Qué nos hace sospechar, en este joven que estamos frente a una estructura psicótica, si no se ha presentado la sintomatología propia de la psicosis? Hay tres rasgos en esta breve descripción de su clínica que nos inducen a reflexionar sobre esta posibilidad: su dificultad con el lenguaje; lo que llama su “obsesión” con la guerra de Irak, en la que se siente especialmente implicado, que apunta ya la probabilidad de una construcción delirante y el rasgo paranoico presente en el hombre con el que se encuentra al salir de la residencia. Es importante siempre detectar estos pequeños signos, son el aviso de que una crisis puede precipitarse. No siempre está en nuestro alcance poder evitar la crisis, como veremos a continuación, pero sí debemos prestar atención a estos avisos para no ser nosotros los que la promovamos.¿Qué coyuntura, qué situación precipitó en este paciente el pasaje a la psicosis clínica? Algo tan simple como un ciclo sobre sexualidad impartido en su residencia, confrontó a nuestro paciente con el vacío enigmático.Una tarde llega a consulta mucho más inquieto que de costumbre y muy enfadado, no entiende qué está pasando en su residencia, por qué sus educadores le tienen que hablar de sexualidad. Lleva varias noches sin dormir, no entiende que le hablen de “eso” y además no sabe qué tiene que hacer con lo que le están contando. Siente que se le exige una respuesta, tiene que hacer “algo con eso”. Pasa algunos días muy intranquilo y atormentado, sus miedos se han intensificado y el hombre de las malas intenciones espera ahora todos los días en una esquina con propósitos de violación o secuestro. Ha vislumbrado una “sonrisa ilegal” en una presentadora de un programa infantil de televisión, no sabe qué significa esta sonrisa pero está seguro de que es una provocación dirigida a él, está muy intrigado hasta que al final de esa semana decide averiguar dónde vive, con el firme propósito de establecer relaciones con ella. Regresa a consulta, tras el fin de semana, mucho más relajado y comenta que ha conocido a la presentadora, han paseado por el Retiro charlando de sus cosas y conociéndose, la chica ha sido muy amable con él, el próximo fin de semana conocerá a sus padres. Para concluir con este fragmento clínico podemos preguntarnos ahora: ¿qué hizo el paciente con “eso”?, ¿cómo resolvió lo enigmático de la información sexual? Respondió con una mitomanía delirante de contenido amoroso. Y no fue para él una mala salida, paulatinamente en el curso del tratamiento trabajamos mucho la cuestión del amor, tiramos de este hilo hasta ir deshaciendo esta mitomanía delirante con trasfondo megalómano. Ha quedado como resto su necesidad de estar enamorado, se serena y se alegra cuando se enamora, pero ya no acompaña este amor con una construcción delirante.Es un periodo muy delicado del tratamiento, en el que hay que calibrar muy bien las maniobras con el paciente, custodiar lo que decimos o hacemos, pues también nuestras palabras y actos pueden ser interpretados. Es el momento de acompañar al paciente en la búsqueda de una explicación, de ver la mejor forma de despejar la incógnita que dejó abierta la perplejidad ante el enigma. No contamos con un modelo que nos sirva para todos y debemos dejarnos guiar por las pistas que nos ofrece.
3ª Consideración.
Más allá del diagnóstico.Cuando decimos más allá del diagnóstico, ¿a qué nos estamos refiriendo?, ¿nos sugiere este más allá que podemos prescindir del diagnóstico? En absoluto, y enseguida veremos las razones. Lo que nos indica es que no convirtamos el diagnóstico en el destino del paciente. Que hayamos llegado a la conclusión de que un paciente es esquizofrénico o paranoico, no se traduce inmediatamente en un saber sobre el tratamiento, no significa que tengamos ya las claves, pues ni la esquizofrenia ni la paranoia ni cualquier forma que tome la psicosis hace a los sujetos idénticos.El más allá del diagnóstico apunta, por tanto, a la singularidad, a lo que hay de más peculiar en cada caso, a lo que hace diferentes entre sí a los sujetos aunque sufran la misma enfermedad. Los pacientes se relacionan de distinta forma ante padecimientos similares, establecen relaciones terapéuticas diferentes, algunos quedan invadidos por la extrañeza de la sintomatología mientras otros se sobreponen, donde unos se abandonan otros toman iniciativas para sostener su vida con un gran esfuerzo.
4ª Consideración.
Sobre la cura en la psicosis. El peligro de la normopatía.¿Qué se espera de la cura en la psicosis, qué expectativas depositamos en cada tratamiento? Desde nuestra orientación no concebimos esta cura como un proceso que culmine en la normalización, si entendemos por normalización la desaparición de todo vestigio de la psicosis. Esta aspiración, a lo que podemos llamar normopatía, no conduce al paciente más que a la impotencia, cierra más que abre las posibles soluciones, que consisten en cómo va a hacer, qué puede hacer con lo que la psicosis deja como resto, conviene no confundir la deseable extinción de la sintomatología psicótica con el eclipse de la psicosis. La cura debería apuntar a que, con este resto, nuestros pacientes encuentren una vida lo más digna posible y lo más lejos posible también del desasosiego y la pesadumbre que la vivencia de la psicosis introdujo en su existencia, pero sin hacerlos pasar por el estrecho pasillo de los cánones que estructuran nuestra normalidad.Aprovecharemos un breve ejemplo clínico para mostrar a qué nos referimos. Es el caso de una joven universitaria que atravesó un largo periodo con un delirio paranoico; estaba segura de que su familia en connivencia con las autoridades tramaban algo contra ella, la vigilaban y la hacían seguir, el cortejo clásico de la paranoia que hace tan delicados estos casos, pues el entorno terapéutico puede deslizarse con facilidad en el delirio del paciente. Cuando comienza su tratamiento en hospital de día se resiste a entablar relación con los profesionales del centro, está recelosa, no quiere participar de las actividades terapéuticas pero sin embargo admite venir todos los días. Para nosotros por el momento es suficiente. Paulatinamente va participando en estas actividades y tras año y medio de tratamiento, el delirio remite considerablemente, especialmente en relación con su familia. La paciente va retomando su vida y mantiene su tratamiento ambulatorio. Y aquí surge, entonces, el empuje a la normalización: para ir a la universidad tiene que sortear algunos lugares que le despiertan desconfianza y establece un itinerario para evitarlos, da cierto rodeo para llegar, pero una vez que está en la universidad se tranquiliza y puede seguir el desarrollo de las clases. Obviamente sería mejor que no tuviera que dar este rodeo, pero de ahí a tener que escuchar que no estará curada del todo hasta que no vaya a la universidad por el camino más corto hay un abismo. Abismo que, tal vez, la paciente bordea dando, precisamente, un rodeo.Confrontar al paciente con estas demandas es el resultado de confundir lo que nos parece deseable con lo exigible y en muchos casos tiene como consecuencia una reagudización del cuadro psicopatológico. Es además de un error, una inconsciencia y una crueldad.
5ª Consideración. Las instituciones.Por último, otra consideración que hemos de tener en cuenta es la relativa a las instituciones y su importancia en el tratamiento de la psicosis. La institución nos da el espacio y tiempo suficientes para abordar una estrategia terapéutica. Es más, contamos con una ventaja añadida, podemos pensar esta estrategia entre varios. Estrategia que debe estar en constante revisión, que requiere nuestra atención permanente, observar los pequeños signos, abrir los ojos y aguzar los oídos, ya que discurre por un estrecho margen entre la invención y la evitación, entre lo que debemos fomentar y lo que pretendemos eludir. Descubrir con el paciente, indagar con él todas las vías, todos los recursos y capacidades con que cuenta para enfrentarse a su psicosis y hallar la mejor salida posible, y a la vez sortear los escollos, los pequeños errores que pueden precipitar la ruptura de este proceso. Trabajo difícil y apasionante, que no dejará nunca de sorprendernos si nos dejamos enseñar por lo más particular de cada paciente. Contamos con un saber que los identifica, ellos tienen el saber que los diferencia. El entrecruzamiento de ambos saberes constituye la posibilidad de abordaje de la psicosis desde nuestra orientación lacaniana.
1ª Consideración.Acerca del déficit en la psicosis.La teoría lacaniana de la forclusión despejó la psicosis de la rémora deficitaria, Lacan no habló de la psicosis en términos de déficit, sino en términos de falta de significante. La gran radicalidad, y aún no se ha insistido lo suficiente en esto, es la promoción de la determinación significante en la psicosis. Hoy más que nunca se corre el riesgo de olvidar esta determinación, privando al psicótico de la posibilidad de encontrar una salida para su psicosis, una salida que tiene por fuerza que ser singular para cada caso.La orientación lacaniana no concibe, por tanto, la psicosis en términos de déficit. Los delirios paranoicos no impidieron a Rousseau desarrollar uno de los pensamientos más influyentes de la modernidad, ni la esquizofrenia al matemático John Nash recibir el Premio Nobel de Economía o la psicosis-maníaco depresiva a Cantor formalizar la noción de infinito. Se puede objetar que elegimos casos excepcionales, pero no es así, la elección no está motivada por la excepción sino por ser casos por todos conocidos. En la clínica diaria nos encontramos con pacientes a los que su trastorno psicótico no ha impedido desarrollar una vida laboral o cursar sus estudios. Y se puede replicar que a otros este mismo trastorno sí les supuso un obstáculo, les truncó su vida académica o laboral, y tienen razón. Lo que está por dilucidar es la razón de este obstáculo. Se trata de ver en cada caso cuáles son las razones y encontrar con el paciente la mejor forma de sortearlas, de encontrar con cada uno la mejor solución para su psicosis, una solución que ha de ser singular pues singular es cada paciente que recibimos y tratamos. Detrás de cada paranoia o cada esquizofrenia hay una persona distinta, debemos tener especial cuidado en que el diagnóstico no borre estas diferencias, una misma sintomatología no hace iguales a los individuos, pues cada uno se relacionará y responderá a sus síntomas de diferente manera. Esta constatación clínica torna imposible una concepción estandarizada del tratamiento, contemplamos, obviamente, una estrategia en la forma de dirigir un tratamiento, una serie de normas y unos objetivos clínicos que, lejos de conformar un estándar, pretenden rescatar la particularidad de cada caso, encontrar con el psicótico un modo de vivir con su psicosis con el menor sufrimiento posible.
2ª Consideración. Estructura psicótica y psicosis clínica. Desencadenamiento.El paciente suele acudir a consulta, al centro de salud o al hospital en el momento de la crisis, se impone aquí una valoración urgente del caso, si necesita de un ingreso, si es preciso administrar una medicación, asistir a la familia, hablar con el paciente para mitigar todo lo que sea posible los efectos devastadores de esta vivencia y disponer de todos los medios para que la crisis remita lo antes posible, pero sin perder de vista que esta remisión de la crisis tiene que ser el preludio para el trabajo con el psicótico y no su epílogo.Un fragmento clínico nos ayudará a ilustrar este momento del desencadenamiento. Se trata de un paciente de 15 años que ha vivido la mitad de su vida en instituciones de acogida, pertenece a una familia muy desestructurada con una madre y un padrastro alcohólicos. Es un muchacho tímido y muy nervioso. Está “muy obsesionado” con la guerra de Irak. Con frecuencia no encuentra las palabras para expresar lo que quiere. Un hombre con el que se encuentra a veces al salir de su residencia parece abrigar malas intenciones, puede hacerle daño. Manifiesta que siente un gran malestar cuando le preguntan por su familia porque hay algo que no sabe cómo explicar, y es que tiene dos padres. Se entera de esto a los seis años, cuando la madre le comunica que tiene otro padre y se lo presenta. Cuenta desde entonces con estos dos padres, con los que no sabe muy bien cómo debe relacionarse, pero que consigue ordenar llamando a uno el padre verdadero que le dio la vida y al otro el padre que le ha dado el nombre.Antes de continuar con el caso conviene hacer una precisión y distinguir entre estructura psicótica y psicosis clínica. Hablamos de estructura psicótica cuando observamos algunos síntomas que nos hacen presagiar la posible irrupción de la psicosis. ¿Qué nos hace sospechar, en este joven que estamos frente a una estructura psicótica, si no se ha presentado la sintomatología propia de la psicosis? Hay tres rasgos en esta breve descripción de su clínica que nos inducen a reflexionar sobre esta posibilidad: su dificultad con el lenguaje; lo que llama su “obsesión” con la guerra de Irak, en la que se siente especialmente implicado, que apunta ya la probabilidad de una construcción delirante y el rasgo paranoico presente en el hombre con el que se encuentra al salir de la residencia. Es importante siempre detectar estos pequeños signos, son el aviso de que una crisis puede precipitarse. No siempre está en nuestro alcance poder evitar la crisis, como veremos a continuación, pero sí debemos prestar atención a estos avisos para no ser nosotros los que la promovamos.¿Qué coyuntura, qué situación precipitó en este paciente el pasaje a la psicosis clínica? Algo tan simple como un ciclo sobre sexualidad impartido en su residencia, confrontó a nuestro paciente con el vacío enigmático.Una tarde llega a consulta mucho más inquieto que de costumbre y muy enfadado, no entiende qué está pasando en su residencia, por qué sus educadores le tienen que hablar de sexualidad. Lleva varias noches sin dormir, no entiende que le hablen de “eso” y además no sabe qué tiene que hacer con lo que le están contando. Siente que se le exige una respuesta, tiene que hacer “algo con eso”. Pasa algunos días muy intranquilo y atormentado, sus miedos se han intensificado y el hombre de las malas intenciones espera ahora todos los días en una esquina con propósitos de violación o secuestro. Ha vislumbrado una “sonrisa ilegal” en una presentadora de un programa infantil de televisión, no sabe qué significa esta sonrisa pero está seguro de que es una provocación dirigida a él, está muy intrigado hasta que al final de esa semana decide averiguar dónde vive, con el firme propósito de establecer relaciones con ella. Regresa a consulta, tras el fin de semana, mucho más relajado y comenta que ha conocido a la presentadora, han paseado por el Retiro charlando de sus cosas y conociéndose, la chica ha sido muy amable con él, el próximo fin de semana conocerá a sus padres. Para concluir con este fragmento clínico podemos preguntarnos ahora: ¿qué hizo el paciente con “eso”?, ¿cómo resolvió lo enigmático de la información sexual? Respondió con una mitomanía delirante de contenido amoroso. Y no fue para él una mala salida, paulatinamente en el curso del tratamiento trabajamos mucho la cuestión del amor, tiramos de este hilo hasta ir deshaciendo esta mitomanía delirante con trasfondo megalómano. Ha quedado como resto su necesidad de estar enamorado, se serena y se alegra cuando se enamora, pero ya no acompaña este amor con una construcción delirante.Es un periodo muy delicado del tratamiento, en el que hay que calibrar muy bien las maniobras con el paciente, custodiar lo que decimos o hacemos, pues también nuestras palabras y actos pueden ser interpretados. Es el momento de acompañar al paciente en la búsqueda de una explicación, de ver la mejor forma de despejar la incógnita que dejó abierta la perplejidad ante el enigma. No contamos con un modelo que nos sirva para todos y debemos dejarnos guiar por las pistas que nos ofrece.
3ª Consideración.
Más allá del diagnóstico.Cuando decimos más allá del diagnóstico, ¿a qué nos estamos refiriendo?, ¿nos sugiere este más allá que podemos prescindir del diagnóstico? En absoluto, y enseguida veremos las razones. Lo que nos indica es que no convirtamos el diagnóstico en el destino del paciente. Que hayamos llegado a la conclusión de que un paciente es esquizofrénico o paranoico, no se traduce inmediatamente en un saber sobre el tratamiento, no significa que tengamos ya las claves, pues ni la esquizofrenia ni la paranoia ni cualquier forma que tome la psicosis hace a los sujetos idénticos.El más allá del diagnóstico apunta, por tanto, a la singularidad, a lo que hay de más peculiar en cada caso, a lo que hace diferentes entre sí a los sujetos aunque sufran la misma enfermedad. Los pacientes se relacionan de distinta forma ante padecimientos similares, establecen relaciones terapéuticas diferentes, algunos quedan invadidos por la extrañeza de la sintomatología mientras otros se sobreponen, donde unos se abandonan otros toman iniciativas para sostener su vida con un gran esfuerzo.
4ª Consideración.
Sobre la cura en la psicosis. El peligro de la normopatía.¿Qué se espera de la cura en la psicosis, qué expectativas depositamos en cada tratamiento? Desde nuestra orientación no concebimos esta cura como un proceso que culmine en la normalización, si entendemos por normalización la desaparición de todo vestigio de la psicosis. Esta aspiración, a lo que podemos llamar normopatía, no conduce al paciente más que a la impotencia, cierra más que abre las posibles soluciones, que consisten en cómo va a hacer, qué puede hacer con lo que la psicosis deja como resto, conviene no confundir la deseable extinción de la sintomatología psicótica con el eclipse de la psicosis. La cura debería apuntar a que, con este resto, nuestros pacientes encuentren una vida lo más digna posible y lo más lejos posible también del desasosiego y la pesadumbre que la vivencia de la psicosis introdujo en su existencia, pero sin hacerlos pasar por el estrecho pasillo de los cánones que estructuran nuestra normalidad.Aprovecharemos un breve ejemplo clínico para mostrar a qué nos referimos. Es el caso de una joven universitaria que atravesó un largo periodo con un delirio paranoico; estaba segura de que su familia en connivencia con las autoridades tramaban algo contra ella, la vigilaban y la hacían seguir, el cortejo clásico de la paranoia que hace tan delicados estos casos, pues el entorno terapéutico puede deslizarse con facilidad en el delirio del paciente. Cuando comienza su tratamiento en hospital de día se resiste a entablar relación con los profesionales del centro, está recelosa, no quiere participar de las actividades terapéuticas pero sin embargo admite venir todos los días. Para nosotros por el momento es suficiente. Paulatinamente va participando en estas actividades y tras año y medio de tratamiento, el delirio remite considerablemente, especialmente en relación con su familia. La paciente va retomando su vida y mantiene su tratamiento ambulatorio. Y aquí surge, entonces, el empuje a la normalización: para ir a la universidad tiene que sortear algunos lugares que le despiertan desconfianza y establece un itinerario para evitarlos, da cierto rodeo para llegar, pero una vez que está en la universidad se tranquiliza y puede seguir el desarrollo de las clases. Obviamente sería mejor que no tuviera que dar este rodeo, pero de ahí a tener que escuchar que no estará curada del todo hasta que no vaya a la universidad por el camino más corto hay un abismo. Abismo que, tal vez, la paciente bordea dando, precisamente, un rodeo.Confrontar al paciente con estas demandas es el resultado de confundir lo que nos parece deseable con lo exigible y en muchos casos tiene como consecuencia una reagudización del cuadro psicopatológico. Es además de un error, una inconsciencia y una crueldad.
5ª Consideración. Las instituciones.Por último, otra consideración que hemos de tener en cuenta es la relativa a las instituciones y su importancia en el tratamiento de la psicosis. La institución nos da el espacio y tiempo suficientes para abordar una estrategia terapéutica. Es más, contamos con una ventaja añadida, podemos pensar esta estrategia entre varios. Estrategia que debe estar en constante revisión, que requiere nuestra atención permanente, observar los pequeños signos, abrir los ojos y aguzar los oídos, ya que discurre por un estrecho margen entre la invención y la evitación, entre lo que debemos fomentar y lo que pretendemos eludir. Descubrir con el paciente, indagar con él todas las vías, todos los recursos y capacidades con que cuenta para enfrentarse a su psicosis y hallar la mejor salida posible, y a la vez sortear los escollos, los pequeños errores que pueden precipitar la ruptura de este proceso. Trabajo difícil y apasionante, que no dejará nunca de sorprendernos si nos dejamos enseñar por lo más particular de cada paciente. Contamos con un saber que los identifica, ellos tienen el saber que los diferencia. El entrecruzamiento de ambos saberes constituye la posibilidad de abordaje de la psicosis desde nuestra orientación lacaniana.
EL AUTOR
Javier Garmendia.
A.P. Psicoanalista en Madrid. Miembro de la ELP y la AMP. Docente del Instituto del Campo Freudiano-NUCEP.
Javier Garmendia.
A.P. Psicoanalista en Madrid. Miembro de la ELP y la AMP. Docente del Instituto del Campo Freudiano-NUCEP.
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Cómo trabajar con parejas
PAREJAS Y TRATAMIENTO: UNA PINCELADA DE COLOR
La terapia psicoanalítica de pareja: su utilidad y referencias teóricas
Las terapias psicoanalíticas de pareja se han consolidado como una alternativa terapéutica en nuestra disciplina y constituyen una herramienta de uso habitual. ¿Para qué sirven, cómo se trabaja en ellas, cuáles son sus principales referencias teóricas?
Tal vez, antes de entrar en tema convenga aclarar qué se entiende por terapia “psicoanalítica” de pareja ya que hay muchos tipos de terapias de pareja. La terapia psicoanalítica, para alcanzar el cambio psíquico, utiliza como herramienta el conocimiento de la propia realidad psíquica y de los funcionamientos psíquicos delpartenaire y se apoya, desde el punto de vista teórico, en el conjunto de desarrollos teóricos y clínicos que conforman el psicoanálisis; no es directiva ni propone que la pareja se adecúe a ningún "modelo" de funcionamiento. Es de utilidad cuando el vínculo es básicamente erótico pero no lo es si el odio predomina en el vínculo; en estos casos se plantean cuestiones muy específicas, a las que no se refiere este artículo. Por ejemplo, cuando se trate de conductas perversas difícilmente convendrá un abordaje psicoanalítico.
La consulta
Cuando una pareja solicita una consulta, lo más habitual es que haya una crisis, entendiendo por tal una situación en que aparecen sufrimientos nuevos y desbordantes. Los motivos de consulta manifiestos pueden ser muchos: nacimiento de hijos, “nido vacío”, problemas de “comunicación”, dificultades de desprendimiento de la endogamia, etc., etc. El analista realizará un diagnóstico en el que ubicará los funcionamientos individuales y vinculares en juego y, fundamentalmente, ubicará a los funcionamientos vinculares o intersubjetivosinvolucrados en la crisis. Se recorre así, un camino que va del motivo de consulta a la formulación psicodinámica de la crisis y que permitirá elegir los nudos a trabajar para enfrentar la situación clínica.
Volvamos a la cuestión de los funcionamientos intersubjetivos. La primer pregunta que surgirá en una consulta se referirá a si conviene un tratamiento de pareja o de otro tipo. ¿En qué situaciones clínicas son especialmente útiles los tratamientos de pareja? Un tratamiento de pareja es especialmente útil cuando en los conflictos que determinan la crisis predominan los funcionamientos intersubjetivos, es decir aquéllos en los cuales lo que hace un miembro del vínculo está fuertemente influido, tanto a nivel conciente como inconciente por la respuesta del otro, en una suerte de retroacción circular. Esto quiere decir que se trata de funcionamientos armados por los dos, un "entre dos" que es diferente de otros funcionamientos que se arman predominantemente en la singularidad de un sujeto. Para poner un ejemplo telegráfico: en lo fundamental, los síntomas de una neurosis obsesiva se definen en lo singular de un sujeto, mientras que los conflictos que las parejas llaman "de comunicación", suelen basarse en la participación de ambos polos del vínculo. Como ejemplos de funcionamientos intersubjetivos –que luego explicaremos– podemos citar lo que Kaës describe como "alianzas inconcientes" y lo que nosotros hemos descripto como "interdeterminación".
La sesión de pareja posibilita un abordaje vívido y focalizado en los funcionamientos intersubjetivos de la pareja. Esta es la ventaja que ofrece: si el trabajo en la dinámica intersubjetiva no es central en la estrategia terapéutica, el dispositivo de pareja posiblemente no sea el más conveniente.
Los mejores resultados
¿Cuáles son las parejas que mejor aprovechan un tratamiento vincular? Las que, más allá de los conflictos, mantienen el entusiasmo por el otro. El mejor resultado –y los resultados pueden ser excelentes– se obtiene con las parejas que mantienen el entusiasmo recíproco y dicen “nos matamos aunque nos queremos”, “queremos estar juntos pero no podemos hablar, necesitamos un traductor”, “no sabemos qué nos pasa, pero nos peleamos mucho”. El deseo de estar juntos y hacer más placentera una relación dificultosa es el gran motor de la terapia de pareja.
Son compañeros que, de algún modo, están “prisioneros” del amor hacia elpartenaire. Las ganas de estar juntos no impiden que sean desbordados por agresiones, malentendidos y confusiones. En un alto número han realizado o realizan terapias individuales que por razones diversas no han llevado a la mejoría de los conflictos de pareja. Una explicación muchas veces valedera es que en el encuadre individual no se pueden sintonizar en toda su complejidad los funcionamientos intersubjetivos entre los partenaires y sólo la presencia del otro y el despliegue de intercambios que no aparecen en la sesión individual permiten una elaboración de los conflictos vinculares.
En consonancia con lo anterior, no son objetivos de una terapia psicoanalítica de pareja ni perpetuar un matrimonio ni evitar una separación. El objetivo es trabajar sobre lo qué les pasa y ayudarlos a pensar y decidir al respecto.
La clínica
En los tratamientos de pareja el proceso de cambio psíquico sigue caminos diferentes a los habituales en los tratamientos individuales. En éstos la intervención toma como principal referente la asociación libre y sus determinaciones inconcientes. La situación es otra en un tratamiento de pareja: la propuesta explícita es analizar el vínculo y a los partenaires se les propone este trabajo focalizado. Eldiscurso conjunto permite focalizar el trabajo clínico en esclarecer las reacciones de un sujeto a las influencias del partenaire, al modo en que los funcionamientos psíquicos resultan del "entre dos". También se realizan intervenciones comparables a las que se realizan en los tratamientos individuales, pero no constituyen lo central del trabajo clínico.
El tratamiento analítico de pareja no aspira a eliminar cualquier malestar entre lospartenaires, sino aquéllos que producen sufrimiento y, como ya se dijo, es útil en las parejas unidas básicamente por un vínculo erótico. Así, enfoca sus lentes en lastransferencias intrapareja entendiéndolas como conjuntos de investiduras estereotipadas, falsos enlaces y repeticiones actualizadas, activaciones fantasmáticas que se producen entre los partenaires y se retroalimentan entre ellos. Las que se trabajan en sesión son las que producen malestar, ya que muchas otras constituyen la base de la pareja en tanto reencuentro placentero. La transferencia intrapareja ancla en lo inconciente pero no necesariamente en lo infantil; tiene un sostén bidireccional y es esto lo que hace que se exprese con debilidad en muchos tratamientos analíticos individuales ya que el analista, con su abstinencia no proporciona los estímulos que proporciona el partenaire. Las otras transferencias son menos tomadas en la intervención del analista –aunque, por supuesto, deben ser consideradas y tienen efectos.
Es importante tener presente el carácter focalizado de las terapias de pareja. En ellas se enfoca especialmente el engarce entre los intercambios vinculares y las posiciones subjetivas. Él, por ejemplo, puede estar furioso con cómo ella lo trata a él o trata a un hijo y sostener esta queja manifiesta en una posición subjetiva regresiva en la que se siente el hijo de ella, con los derechos del preferido. El abordaje clínico de estos funcionamientos va a ser distinto en un tratamiento de pareja que en uno individual. En el caso de un abordaje en pareja, el analista debe focalizarse en la retroalimentación entre la posición subjetiva de uno, lo que el otro promueve y las causas de la crisis en el vínculo. Así, el trabajo clínico en un dispositivo de pareja se apoya en lo fundamental en intervenciones vinculares, que difieren en su formato de la interpretación descripta por Freud. Mientras la interpretación freudiana se dirige a descifrar las coordenadas de un deseo singular, la intervención vincular apunta a mostrar cómo uno influye en el otro, tanto conciente como inconcientemente, cómo cada uno estimula o apaga ciertos funcionamientos en el otro, cómo se construye un funcionamiento entre los dos.
César y María discuten en sesión
María: Estoy harta de limpiar el barro con el que entran del jardín. Soy la mucama de él y los varones, y ni siquiera les dice nada. Por lo menos podría decirles algo a los chicos. Las nenas son mucho más compañeras.
César: (acerca su cuerpo provocativamente) Escucháme, yo en general me fijo. Fue una vez, el domingo. Y además, no te vas a morir por limpiar un día el barro. Yo trabajo los seis días de la semana quince horas por día y no me quejo. El resto de la semana me estuve cuidando todo el tiempo y diciéndole a los varones. Vos misma el viernes me reconociste que estaba tratando de cambiar en esto. Y la verdad(cambia el tono y habla más suavemente) es que estoy mejor, y vos también... Estamos mucho mejor (mirando al analista).
María: (con voz chillona y penetrante) ¡¡¿¿no te quejás??!! ¡¡¡¡Por favor!!!
Analista: No sé si se dan cuenta de cómo uno irrita y provoca al otro. No sé, César si te das cuenta de la prepotencia con que le acercás el cuerpo a María: sin que hables, solamente con acercártele así, tenemos pelea garantizada. Y no sé, María, si te das cuenta del tono mandón y autoritario con el que hablás. Me parece que esto es el disco rayado que dicen que se repite en casa de Uds. (En otras sesiones se había hablado del tono de voz de la madre de María y de la violencia silenciosa de César).
El trabajo sobre la interdeterminación, definida como lo que, a nivel conciente e inconciente, un sujeto estimula y provoca en el otro es el aspecto fundamental de la intervención vincular. Los partenaires suelen venir a tratamiento separando qué es “mío” y qué es “tuyo” en muchos casos de manera artificial y la intervención vincular tiende a mostrar, cuando corresponde, de qué modo lo "mío" configura "lo tuyo". El trabajo clínico recorre un camino que va de la interdeterminación a la estructura de las alianzas inconcientes. Estas podemos definirlas telegráficamente como articulaciones inconcientes estables que en los intercambios entre los partenaires aseguran las respectivas homeostasis narcisistas. En el caso de César y María las alianzas inconcientes se habían desequilibrado a partir de la muerte de la madre de María. Hasta ese momento el vínculo estaba organizado en una modalidad de distancia sin guerra, de tal manera que ella mantenía su intercambio libidinal fundamental con la madre y él se encerraba en su trabajo.
Cuando se utilizan intervenciones vinculares, el trabajo elaborativo –en su doble dimensión de conocimiento y construcción de representaciones– abarca las temáticas universales habituales en las terapias aunque, como se dijo, se centra el foco en los funcionamientos intersubjetivos. De lo que se trata es que lospartenaires tomen conciencia del trabajo psíquico que implica el intercambio intersubjetivo, cómo éste colapsa o promueve lo singular en cada uno. La particularidad fundamental es que se trabaja sobre un proceso defensivo en el que participan tanto el sujeto como la respuesta del partenaire.
Las evoluciones posibles
Los recorridos de los tratamientos de pareja son variables. Cuando en el trabajo terapéutico se logra un registro de la subjetividad del partenaire y de la propia, así como de los intercambios que circulan en el vínculo y de su singularidad, aparece entre los partenaires lo que llamo “sintonía validante”. El trabajo adquiere un matiz peculiar en cuanto al narcisismo y a la caída de la omnipotencia: cada polo entiende más las significaciones del otro, lo que no significa aceptarlas ni compartirlas; se asume que la visión propia de las cosas no es absoluta; que las significaciones que predominan en uno son siempre singulares e idiosincráticas y las emociones diferentes de las que predominan en el otro; muchas discusiones dejan de tener lugar. Se experiencia de una manera más directa y vívida que el otro, tanto como uno, es opaco, desconocido e imprevisible, experiencia que suele ser especialmente negada o desmentida en la pareja, dado su origen en el enamoramiento.
En otros casos la pareja evoluciona hacia una separación que les resultaba imposible, pero que abre puertas a nuevos desarrollos individuales. También hay parejas a las que el tratamiento no las mueve de las estereotipias por las que consultan.
En síntesis, el tratamiento psicoanalítico de pareja es una ayuda en un terreno en el cual, desde que el mundo es mundo, las cosas han sido siempre complejas y en este sentido, la primera actitud en la clínica debe ser exploratoria: se trata de explorar con cada pareja, en un número acotado de entrevistas, si un tratamiento puede brindarles alguna ayuda y recordar, en relación a otras alternativas terapéuticas, que el dispositivo de pareja es especialmente útil para el abordaje de los funcionamientos que hemos llamado intersubjetivos o vinculares.
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Indicación de la Terapia de Pareja
'Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.'
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.'
'Los amorosos' de Jaime Sabines
Es frecuente que uno de los integrantes de la pareja tome la iniciativa de consultar a un especialista cuando siente que la relación es de agobio, o cuando la dificultad para escucharseacrecienta o cuando la violencia no da lugar a la palabra. También escuchamos quejas de uno respecto del otro -por no hacer o no dar en la medida de lo que el otro quiere- o que no mantienen relaciones sexuales durante un largo período de tiempo. Muchas veces lo que es motivo de consulta tapa el real problema de la pareja.
Uno de los beneficios de una terapia de pareja radica en que la presencia de un tercero aplaca cuestiones que los miembros de la relación por sí solos no pueden: las discusiones cesan, pueden comenzar a conversar sobre lo que le pasa con el otro, con los hijos, se abren cuestiones.
Uno de los beneficios de una terapia de pareja radica en que la presencia de un tercero aplaca cuestiones que los miembros de la relación por sí solos no pueden: las discusiones cesan, pueden comenzar a conversar sobre lo que le pasa con el otro, con los hijos, se abren cuestiones.
En las entrevistas de pareja se pueden despejar las fantasías que hacen ver al otro de una manera particular y re-descubrir –juntos– una manera diferente de continuar. Sin embargo, algunas parejas llegan para poder separarse. La terapia no se propone como objetivo la continuidad de la pareja, sino que cada uno pueda recuperar su capacidad de vincularse con su propio deseo y con los otros. Algunas parejas pueden resolver aquello que obstaculizaba el vínculo y otras llegan cuando uno de ellos no sabe cómo expresar que se quiere separar.
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Pareja y sus quebraderos de cabeza
1. CRITERIOS PARA UNA PSICOPATOLOGÍA DE VIDA DE PAREJA
Podemos definir “la enfermedad psicológica” como un ensayo de elaboración del sufrimiento provocado por la intensidad de las angustias de base, ensayo que fracasa por la utilización de mecanismos de defensa rígidos, estereotipados, que se muestran ineficaces para mantener el sujeto en un estado de adaptación activa a su medio.
De otra parte, la pareja es un lugar donde la frontera entre lo normal y lo patológico es particularmente fluctuante, incierta, arbitraria a menudo: la vida amorosa y la pasión que subyace en ella suponen funcionamientos psíquicos heredados de los aspectos más arcaicos; supone también que estos fenómenos arcaicos se encuentran en interacción con los procesos más arcaicos del compañero: allí surgen las aspiraciones fusionales más indiferenciadas, las tendencias más regresivas, las pulsiones pregenitales, las defensas más primitivas.
Desde el punto de vista psicoanalítica, no se puede definir como patológico el hecho de recurrir al funcionamiento de la posición más arcaica; pero lo que sí puede definirse como patológico es la incapacidad de funcionar de otro modo que no sea de ese modo particularmente arcaico: recurrir a la escisión o a la idealización no es patológico en sí; pero en cambio lo es la imposibilidad de recurrir después a otros funcionamientos.
Lo que aparece como patológico es la imposibilidad de tener acceso a una relación ambivalente, para tratar de conservar la imagen totalmente favorable al negarle al otro una parte poco gratificante, que se le atribuye entonces a la influencia de los terceros. Lo patológico es, por lo tanto, mantener una negación prolongada de la realidad para tratar de desconocer la agresividad y el odio propios.
Si más tarde el compañero se ha convertido en el representante del objeto malo, el sujeto frágil, para defenderse, se separa de este objeto, y entonces hay que odiarlo totalmente para separarlo mejor y acumular sobre este objeto de odio todas las proyecciones agresivas. Así se comprenden las presiones que ejercen algunos padres sobre sus hijos para incitarlos a rechazar y a odiar al otro padre; es que odiarlo se ha vuelto una necesidad narcisista vital para preservarse y conservar un mínimo de coherencia y del sentimiento del propio valor. El cultivo del odio y sobre todo del resentimiento tiene beneficios narcisistas.
De otro lado, es imposible abordar el problema de la psicopatología (disfuncionalidad) de la vida amorosa en términos estrictamente individuales. Este “engranaje de las vulnerabilidades” no puede concebirse, si no es en términos de conjunto de funcionamiento vincular y de retroalimentaciones: retroalimentaciones negativas, si la pareja o uno de sus integrantes atenúa las reacciones del sujeto y restablece el equilibrio anterior; retroalimentaciones positivas, si la pareja se estructura de tal manera que amplifica la perturbación del primer integrante por las reacciones simétricas del segundo; y ello sin hablar, por supuesto, del engranaje ligado a la participación eventual de los hijos, y a veces aun de miembros de familias de origen..
Sin embargo, una impotencia no deja de ser patológica aunque sea el efecto conjunto de las comunicaciones entre ambos miembros de pareja. Esto significa que uno de los sujetos ha recurrido a una inhibición particular de su funcionamiento, que traduce su imposibilidad de asumirla totalmente: síntoma que realiza un compromiso entre sus intenciones explícitas por una lado (buscar satisfacción, procurar satisfacción a su compañero, afirmar su virilidad y sus significaciones sociales, etc.), y por otro lado sus intenciones implícitas (negarse a someterse al deseo del otro, a reconocer su poder, castigarlo, etc.) o inconscientes (evitar asumir el componente agresivo o sádico de la potencia genital, evitar la angustia de castración, etc.).
El síntoma aporta la prueba de una contradicción interna en uno de los sujetos, y en este sentido merece considerárselo como patológico en el plano individual, sean cuales fueren los factores individuales, vinculares, intersubjetivos, sistémicos o sociales que operen en el origen y que el terapeuta elegirá como primordiales desde una perspectiva pragmática.
En estas condiciones hay que distinguir bien una “patología individual” de una “patología de pareja”, cualesquiera que sean las dificultades para definir estrictamente a una y otra, y especialmente a la segunda.
En todo caso, tal es lo que muestra la clínica cuando subraya el contraste entre parejas que sufren, sofocan y alienan a los compañeros, quienes no manifestaban antes de su unión ningún signo clínico, y los individuos que logran a controlar gracias a su unión en la pareja sus grandes perturbaciones psicopatológicas anteriores.
Las parejas de grandes deprimidos son muy frecuentes y a menudo presentan una estructura particular. Su observación es muy interesante porque pone en evidencia un funcionamiento exagerado entre ellos, pero que se lo encuentra en estado latente en un gran número, lo que subraya la utilización de la vida conyugal en la lucha contra la agresividad y violencia. La actitud depresiva de uno de los compañeros (desvalorización, culpa, dolor moral, pesimismo, duda de sí mismo, etc.) es sentida por el otro como una solicitud de protección y de una confirmación más vigorosa en cuanto a su valor narcisista. El segundo se encuentra entonces “confirmado” en su calidad de protector y en su valor propio, tanto por la depresión del primero como por el sostén que aquél es capaz de proporcionarle. La distribución de los papeles es entonces característica y se organiza de manera sistémica.
En este caso aparecen varias posibilidades:
1) El segundo puede mantenerse en esta actitud protectora que confirma su poder, del que se sirve inconscientemente para mantener las reglas del juego y la definición de las relaciones; sólo el primero queda deprimido, gracias a que el otro, en cambio, se siente bien. A veces, un individuo oculta su angustia a costa de otro que limita sus propias satisfacciones y se vuelve más angustiado de lo que era, permitiéndole a su compañero aparecer como normal.
2) Otra posibilidad, más frecuente y más característica, conduce a un movimiento de péndulo, mediante el cual el segundo se deprime, mientras que el primero recobra confianza en sí mismo hasta llegar a una inversión completa de la actitud inicial.
Los psicoanalistas conocen bien ese fenómeno por el cual un paciente, al final de una cura, pide la dirección de otro analista para tratar la descompensación del compañero. Por su parte, los psicoterapeutas se enfrentan con frecuencia a una reacción depresiva, en general pasajera, de un miembro presuntamente sano del grupo familiar, cuando otro inicia una terapia, el que ha sido designado como “paciente” por el grupo.
De otro lado, excepcionalmente, la pareja, en lugar de ejercer sus funciones habituales de defensa y reparación, ejerce una amplificación positiva y tiene un efecto patógeno. Pero, cuando las relaciones amenazan con ser patógena para los dos miembros a la vez, en general, la pareja no dura por largo tiempo y se destruye. El efecto patógeno podría manifestarse entonces cuando los integrantes de la pareja se ven impedidos de separarse por razones diversas. Mientras que en las parejas que duran sin tener restricción de separarse, el efecto patógeno aparece solamente en uno de los integrantes de la pareja, mientras que el otro, por el contrario, se encuentra liberado de su patología visible, como ya indicamos. Esto se aprecia especialmente en la pareja formada por un paranoico y un deprimido, unión relativamente sólida y estable mientras el deprimido no se cura. El primero acusa el segundo, y este segundo se acusa a sí mismo, pero el conjunto se comporta como si estuvieran de acuerdo en reconocer la culpabilidad de uno solo, de la que el otro queda eximido. Este último actúa entonces de tal manera que impide el tratamiento del deprimido.
De ahí que con frecuencia se interrumpa la terapia individual del más débil, del deprimido, del más dependiente reconocido culpable, antes de que el tratamiento haya tenido tiempo de ejercer efectos suficientes.
El criterio de sufrimiento resulta poco apropiado para definir la patología de la pareja, pues en un grado u otro, forma parte de toda existencia humana y aparece funcionalmente en algunas fases críticas de la pareja, fases fundamentales para la reorganización de los vínculos internos, donde el dinamismo innovador es decisivo para la reestructuración constante de una pareja viva.
De otra parte, el término “patología” no se adapta bien a un funcionamiento de grupo. Si se trata de funcionamiento, la expresión misma, “patología”, pierde su interés y más bien conviene observar, cuando se considera a la pareja como grupo, su carácter eventualmente “disfuncional”. Se puede considerar como disfuncional un grupo cuando se puede distinguir en su estructura una diferencia importante entre su “organización oficial” y su funcionamiento de hecho. El grupo familiar es disfuncional si existen en él seudoasignaciones de papeles que no corresponden a los papeles reales en el seno de grupo. Sin duda, esta noción de disfunción puede utilizarse a veces en la observación de parejas, y puede ayudar a simplificar una comunicación que se ha vuelto demasiado sofisticada en las parejas donde “el organigrama oficial” es en efecto muy diferente a su funcionamiento de hecho, especialmente en cuanto a las relaciones de poder. Así, en la práctica pueden observarse efectos terapéuticos importantes, cuando la explicación y comprensión de las relaciones y contradicciones entre los mensajes paradójicos, les permite percibir a los dos interesados que su funcionamiento los lleva a recurrir al uso de una verdadera enfermedad, o de sufrimiento real, para restablecer un equilibrio en su relación de poder.
Por ejemplo, los fracasos repetidos y las manifestaciones somáticas que aparecen en uno de los integrantes de la pareja -dominado en principio- pueden ser un medio para restablecer un poder que le estaba totalmente negado por un cónyuge autoritario que definía las leyes de la pareja (Observación No. 18 del link indicado).
En resumen, hemos visto que la pareja es un lugar donde se expresan las tendencias más arcaicas de ser y las manifestaciones de su inconsciente en sus zonas más oscuras. Por esto, la pareja es también un lugar donde la definición de lo patológico y de lo normal resulta particularmente arbitraria, y la expresión de los procesos más primitivos puede asumir una forma erotizada a pesar de su intensidad. Los juegos sadomasoquistas, las injurias, los golpes, las caricias, las uniones sexuales, las declaraciones y las negaciones manifiestan lo que no puede expresarse fuera de la pareja. ¿En nombre de qué criterio se les puede definir como patológicos?
Generalmente cada individuo busca en el otro, y en el lazo que los unió, una cierta función protectora, así como la satisfacción de algunos de sus deseos. Espera del otro una profunda confirmación del valor narcisista de sí. Si esto no se logra, la pareja está amenazada a corto plazo y generalmente desaparece antes de que pueda producir efectos directamente patógenos, al menos en la mayoría de los casos; no obstante, la estructura de esta pareja y la perturbación de sus comunicaciones que se entrecruzan y se contradicen pueden conducir a un disfuncionamiento de la pareja como grupo.
Los problemas planteados por la patología dentro de la pareja imponen una triple clave de lectura. La primera lectura se orienta sobre los procesos individuales intrapsíquicos -aun si son inducidos por la patología del grupo familiar de origen -, que se traducen por una fragilidad y por contradicciones internas perceptibles en las comunicaciones con los demás. La segunda es la interpretación sistémica (interpersonal-intersubjetiva-vincular), observando dentro del sistema-pareja los modos de intercambios simétricos o complementarios, y las retroalimentaciones recíprocas que restablecen la homeostasis del grupo, o a veces amplían las manifestaciones patológicas. La tercera lectura incluye el conjunto de las condiciones sociológicas: su base material, su expresión cultural y especialmente el conjunto de las relaciones que ligan o que oponen al funcionamiento de la pareja.
Recordemos que cada pareja es diferente; y la “normalidad” depende de los criterios de funcionamiento de la pareja y de las normas que se ha dado. El terapeuta tiene que entender cómo está organizada una pareja desde el origen, para ver luego cómo se desarrolla la evolución que reforzará o atenuará esta primera estructuración.
La superación de la problemática interior de cada uno, defensa de sí, supercatectización del otro, y la superación de la problemática interpersonal vinculada al engranaje de las interacciones entre los compañeros, puede exigir tiempo, y nunca queda concluida, puesto que es siempre capaz de evolucionar. Una terapia de pareja psicoanalíticamente orientada puede facilitar la comprensión de los procesos anteriores.
2. INTRODUCCIÓN A LA TEORÍA DE LA TÉCNICA DE LA TERAPIA DE PAREJA Y DE FAMILIA
En la práctica clínica de las terapias de pareja, la actividad más importante del terapeuta consiste habitualmente enfavorecer la comunicación entre los compañeros. Casi siempre es de este modo como se obtiene prácticamente sin interpretación los resultados más manifiestos, los más rápidos, a veces hasta profundos. Aun cuando este primer trabajo resulte insuficiente y requiere una profundización posterior, él consiste antes que nada en clarificar los mensajes y comparar los sentidos diferentes que ellos tienen para uno y otro integrante de la pareja: trabajo considerable que, para que resulte eficaz, debe llevarse con precisión.
Hay que trabajar una secuencia hasta que todos los elementos latentes del discurso hayan sido considerados, retomados, trabajados nuevamente por uno y por el otro, mientras el terapeuta debe intervenir sin cesar para inducir al que recibe el mensaje a que precise lo que ha entendido, y qué sentidos diversos le otorgó, antes de actuar sobre el fondo de lo dicho. En seguida tiene que volver a darle la palabra al que emitió el primer mensaje para que aclare qué entendió de la reacción de su compañero ante su primer discurso; y antes de que lo corrija es necesario que el receptor pueda también reaccionar ante la reacción del emisor, etc. Sin duda es en este plano donde se realiza lo fundamental del trabajo en la mayoría de las entrevistas conjuntas.
Aun cuando a veces la entrevista conjunta no consiga profundizar más que una o dos frases, ella es el medio de enseñarle a los compañeros a comunicarse: aspecto pedagógico del problema absolutamente fundamental que permite la evolución de la pareja, que aprenderá progresivamente a prescindir de los servicios provisoriamente necesarios del mediador que ha sido el terapeuta. La evolución de la pareja depende directamente de este trabajo de clarificación de los mensajes, clarificación que no significa por cierto mantener las relaciones, sino que va a facilitar la evolución, ya sea en el sentido de una profundización y de un volver a comprometerse mutuamente, o ya sea en el sentido de una separación. Sólo esta elucidación puede permitir a antiguos compañeros conservar un mínimo de relaciones funcionales de pareja o una separación menos dañina posible.
La contradicción de los mensajes emitidos por canales diferentes, la que sin duda constituye la fuente más importante de las confusiones de la comunicación. Entre el canal verbal y el canal mímico, la frecuente inconsciencia del segundo tiene consecuencias particularmente graves. Es lo que justifica algunas tentativas de terapias de pareja o de familia que utilizan la grabación en video, que le permite al locutor encolerizado observar la “cara que pone” cuando se enfurece, lo que hace cuando contradice esta expresión mímica con una negación, poco convincente para quienes lo rodean.
En el campo de la psicoterapia de pareja, es la transferencia grupal la que funda a la pareja como objeto para el terapeuta, que reacciona ante ella mediante una contratransferencia específica. Desde que aparece entre los miembros de la pareja la percepción implícita de un “nosotros”, la pareja funciona de hecho como grupo y desarrolla fenómenos que corresponden a una verdadera transferencia del grupo-pareja sobre el terapeuta. Por esto es importante distinguir en los aspectos contratransferenciales los que conciernen a los individuos separados y los que conciernen a su grupo, pues pueden estar desunidos: por ejemplo, el analista de pareja puede observar en él afectos positivos con respecto a cada integrante de la pareja separadamente, al mismo tiempo que afectos negativos con respecto a su unión en pareja, o inversamente.
Muchas veces la expresión precisa, circunstancias de la vida real o fantaseada lleva a la pareja a encarar el problema de cada uno con relación a terceros: terceros que pueden ser miembros de sus familias, padres, suegros, etc., o incluso sus propios hijos, u otras personas influyentes a las que están ligados por relaciones de amistad o de rivalidad, de colaboración, de trabajo, etc., o también otros compañeros conocidos en experiencias extraconyugales platónicas o sexuales. Además hay que considerar la existencia posibles de otros terceros, menos fáciles de definir porque no son personas concretas, sino objetos poderosamente cargados en sentido psicoanalítico por uno u otro de los integrantes de una pareja: la práctica de un deporte, un trabajo particularmente importante, una actividad social, cultural, política o religiosa, o también la imagen de un padre o una madre fallecidos e idealizados; o incluso una representación más o menos imaginada de algún “héroe” familiar, alrededor del cual se elabora una representación mítica del grupo familiar.
La terapia de pareja moviliza fuerzas dinámicas considerables y con frecuencia renueva una problemática enmarañada que tiene grandes efectos inhibidores masivos sobre cada uno de los integrantes. Pero estos efectos dinámicos de las intervenciones en terapia de pareja sólo son posibles después de una comprensión en profundidad, tanto de los procesos intrapersonales como interpersonales de cada integrante.
El material que aportan las entrevistas conjuntas es muy rico, expresivo, y referido a la problemática personal de cada una de las partes, a la vez que particularmente significativo de la organización interna de los procesos inconscientes de la pareja.
Un oído analítico captará en el discurso global espontáneo de la pareja, la expectativa implícita de cada sujeto en el momento de su elección, y contra qué se protegía sin saberlo al “preferir espontáneamente” al compañero elegido. Porque la “racionalidad” de lo inconsciente puede surgir tan clara ante el terapeuta, al tiempo que se le aparece tan mal o tan inverosímil al propio autor del discurso.
Se aporta también a la pareja de larga duración el enfoque de una comprensión sistémica y vincular, que tome en cuenta las dimensiones específicas de la díada, el carácter más o menos simétrico de las relaciones de sus miembros, la importancia de la problemática inconsciente de sus deseos y la naturaleza también inconsciente de la mayor parte de sus comunicaciones.
2.1. Entrevistas de “evaluación” de pareja o de familia
La terapia psicoanalítica de pareja o de familia es una adaptación de la terapia psicoanalítica individual, sobre todo teniendo en cuenta que en el campo hay ya no dos sino tres o más personas. La primera implicación muy importante es que ya no se puede hacer interpretaciones personales profundas porque no se sabe lo que puede hacer la tercera persona de esta interpretación.
Los motivos de consulta de pareja son en general las dificultades de su funcionamiento. En otros casos puede ocultar problemas psicopatológicos individuales. A veces vienen a la consulta porque ya tomaron la decisión del divorcio y quieren que se facilite la puntualización del caso. Otras parejas acuden por un problema más agudo, y quieren superarlo. Otras más acuden por motivos de “problemas” que cuestionan su unión; y desean vivamente modificar sus relaciones mutuas, sin ponerles término. Una última categoría acude con un sentido preventivo, ya sea por motivo de un conflicto pasajero, o por algún incidente en la vida de pareja, sobreviniendo imprevisiblemente, como por ejemplo alguna dificultad sexual pasajera.
En general, es el terapeuta quien convoca a la terapia al otro miembro de la pareja u otros miembros de la familia cuando ve la necesidad, aunque el síntoma pertenezca a un miembro.
Por ejemplo, un síntoma en un niño esconde muchas veces conflictos conscientes o inconscientes de la pareja, donde el tratamiento del núcleo familiar mejora los síntomas del niño. Pero, cuando hay problemas en un niño, los padres se sienten culpables y evitan la consulta por miedo a ser condenados. El psicoanálisis no condena a los padres, por el contrario, en la mayoría de los casos tiende a absolverlos, a desdramatizar un problema que ellos sienten erróneamente como un fracaso personal y una lesión de orden narcisista. De otra parte, los padres tienen una reacción afectiva inconsciente que les hace temer que la terapia independice al niño. Porque muchos padres se apegan a sus hijos y les consideran como una propiedad privada o el único sentido de la vida, sobre todo cuando la pareja tiene disfunciones importantes.
A veces, algunas conductas vindicativas después de la separación o del divorcio ocurren: como si un individuo, para no odiarse a sí mismo, tuviera necesidad de canalizar todo su odio sobre otro que antes formó parte de sí. Esa proyección de la agresividad en el compañero conserva su virtud después de desaparecida la pareja. Pero a veces, desgraciadamente, el odio y el resentimiento pueden expresarse en términos que afectan al hijo de la pareja, en cuanto se lo siente como hijo del otro, y este odio puede ir hasta el extremo de suprimir estos hijos para castigar el ex-cónyuge. En casos similares, es necesaria cierta terapia de padres, ya no por el vínculo de los ex-esposos, sino para que sigan asumiendo los papeles de padres y no induzcan más conflictos en el niño. Porque se puede cambiar de pareja pero no la responsabilidad de ser padre o madre de un niño.
El terapeuta empieza a analizar la situación desde la primera llamada telefónica. ¿Quién busca ayuda? ¿Cuál es el motivo de la consulta?, etc. Las primeras entrevistas sirven de “evaluación” de la pareja o de la familia. A veces, se hace una o más entrevista individual con cada miembro de pareja explicando que los contenidos de estas entrevistas serán confidenciales, es decir que el terapeuta no les dirá al otro miembro de pareja ni les mencionará durante las entrevistas conjuntas.
De la misma manera, el terapeuta pregunta en la primera entrevista qué lo que esperan de él, y explicará su “neutralidad”. Que no tomará parte de ningún participante, no actuará tampoco como un juez, y no puede decidir lo que tienen que hacer como pareja o como familia. El ayudará a comprender sus problemas y buscar soluciones con los participantes, pero que serán ellos, los consultantes quienes tienen que decidir.
Habitualmente, la pareja pregunta sobre la duración de la terapia. Se dirá que esto dependerá más de ellos que del terapeuta. Pero el terapeuta puede fijar dos o tres meses mínimos, añadiendo que la pareja decidirá más tarde si sigue o no el tratamiento.
En la primera entrevista hay que decidir de común acuerdo el número de sesiones semanales (dos sesiones pueden ser necesarios en momentos de crisis, mientras que en otros tiempos pueden bastar una sesión semanal hasta una sesión mensual, dependiendo del caso), los horarios y los honorarios.
Las primeras entrevistas de evaluación son necesarias, porque la elaboración aun de un solo problema en cuestión no se puede hacer sin una comprensión más general de la evolución de la pareja, que a la vez requiere una exploración de la personalidad de cada uno de sus integrantes. El terapeuta se informará y analizará especialmente los puntos siguientes:
1. Ante todo, el motivo manifiesto de la consulta, que tiene en general otros motivos latentes que se buscarán más tarde.
2. Existencia de crisis anteriores y sus vivencias.
3. Se informará sobre las circunstancias de la elección mutua y sobre la “luna de miel” y su duración.
4. Las relaciones con las familias de origen, y el pasado individual de cada integrante. Eventuales dependencias actuales con ellos.
5. Las relaciones de poder en la pareja y la familia. Los bienes, la distribución del dinero, el trabajo dentro y fuera de la casa. Las posiciones de dominio y sumisión son muy importantes en las relaciones de pareja. Y la apariencia de dominación no es la dominación; los conflictos de poder pueden quedar ocultos o invertidos.
6. Cuando hay hijos, las relaciones con ellos, buscar si existen “alianzas” entre los hijos y uno de los padres. ¿Quién se ocupa de la educación de los hijos en función de sus edades? ¿Quién es la autoridad en la casa y cómo lo aplica, si hay autoritarismo o no, etc.?
7. Ya hemos mencionado la importancia de la comunicación verbal y paraverbal en las relaciones de pareja y de familia; además de observar todo lo que pasa en el consultorio, informarse sobre sus diversos aspectos fuera del consultorio.
8. Las costumbres de la familia, porque cada pareja o familia es un mundo diferente.
9. ¿Qué lo que quisiera (conscientemente) del otro integrante de la pareja, si todo fuera posible? Es una pregunta difícil muchas veces para la pareja, porque en casos de crisis se concentran más en lo que no quieren del otro que en lo que pueden desear.
2.2. Los modos de intervención del terapeuta
La intervención del terapeuta es mucho más activa en la terapia de pareja y de familia que en psicoanálisis individual. Recordemos que este activo no quiere decir “directivo”; es más en el sentido de facilitar la información y la comunicación entre los integrantes de pareja o de la familia. En casos excepcionales, el terapeuta puede sugerir a una pareja con muchas dificultades de comunicación, que tratan de no discutir en la casa hasta la próxima sesión un tema doloroso y reciente (por ejemplo, una relación extraconyugal “accidental” y arrepentida).
De todos modos, en la terapia de pareja, durante el transcurso de una crisis mas o menos aguda, el terapeuta debe utilizar sólo lo que es asimilable en ese momento por sus consultantes, por más que deba al mismo tiempo, pero sin decirlo, captar el dinamismo y la evolución de sus relaciones.
2.2.1. Fomentar la comunicación
Ya hemos comentado la importancia de la intervención activa del terapeuta para fomentar la comunicación entre los miembros de la pareja o de la familia. En una segunda fase, cuando vuelve más seguridad y más confianza a los miembros de la pareja, el terapeuta destacará las contradicciones emitidas por los diferentes canales de comunicación; verbal y paraverbal (cómo se dice) y no verbal (gestos o mímicas sin verbalizar).
Otros modos de intervención del terapeuta, la descripción, el señalamiento y la interpretación, ayudan a la clarificación, a la discriminación y a la mayor comprensión consciente del material presentado por los integrantes de la familia.
2.2.2. Descripción
La descripción sintética del material obtenido en la consulta permite la reorganización de los temas fundamentales, aparentemente caóticos, que expresan los consultantes en sus interacciones y que por lo general se presenta en forma repetida, a veces redundante.
Con la descripción se aclaran los aspectos manifiestos y repetitivos de la interacción de la pareja, lo ocurrido, no se busca todavía los motivos latentes.
Es necesario analizar con detenimiento el por qué del cambio de la situación de la pareja a partir de un momento determinado. Más allá de los motivos manifiestos expresados, se descubrirá en general otro u otros factores (motivos latentes) que dieron comienzo a una nueva situación.
2.2.3. Señalamiento
El señalamiento muestra a la pareja algunos elementos de su conducta que ellos mismos no perciben en su totalidad o lo hacen de manera distorsionada. Pueden existir variaciones en cuanto a la consideración de un hecho concreto, o en opiniones diferentes de los integrantes sobre los hechos. Importa entonces llegar a la esencia misma del asunto, eliminando todo elemento jerárquico, de fuerza o de autoridad que pudiera ser utilizado por alguien en su propio beneficio. Por ejemplo, en algunos medios de la sociedad el hombre sigue todavía con costumbres anteriores, utilizando su esposa sin remuneración alguna como una administradora de su casa. El esposo no dice cuanto gana y no se da cuenta del grado de la sumisión que tiene que soportar su esposa, además de la falta de intimidad que genera esta actitud. Además se añade a esta sumisión, el no reconocimiento del trabajo de ama de casa ni de su cansancio físico al final de la jornada de trabajo. Esta actitud puede ser por ejemplo el motivo latente de la dificultad o rechazo sexual de la esposa.
Otros aspectos de la conducta de la interacción de la pareja que se pueden aclarar con señalamientos oportunos son las contradicciones de la comunicación en sus diferentes modalidades (verbal, paraverbal y no verbal) de un compañero. Para seguir con el mismo ejemplo, la esposa puede desviar la mirada cada vez que el esposo insinúa una relación sexual, sin rechazar abiertamente. Pueden existir otros actitudes más conscientes de la esposa que pueden disminuir a lo largo los deseos sexuales del esposo: esperar y traer a la “cama” los problemas del día o de días anteriores, o problemas eventuales del futuro; apariciones del cansancio no bien justificado o de dolor de cabeza justo antes de ir a la cama, etc.
Mediante los señalamientos los miembros de la pareja comprenden aquellos aspectos que han sido sistemáticamente inadvertidos por uno y por otro. Con el uso de este elemento, el terapeuta le plantea el problema a la pareja en una nueva forma, para que cambie la percepción sobre la propia experiencia. Con este trabajo preliminar se sientan las bases de la interpretación de esas conductas.
El señalamiento ha de ser claro y debe recaer sobre aspectos innegables del comportamiento de la pareja, porque lo que interesa no es todavía el significado de la conducta, sino su puesta en evidencia. Así se promueve el descubrimiento de los comportamientos que llevan a las dificultades del subsistema familiar. En consecuencia, hay que utilizar al máximo todos aquellos datos directamente observados, verbales o no, pero inadvertidos, en la interacción del “aquí y ahora” (en la consulta) entre los miembros de la pareja y el terapeuta.
2.2.4. Interpretación
Ya hemos diferenciado la interpretación en el psicoanálisis individual y en la terapia de pareja o de familia.
El objetivo de la interpretación en la terapia de pareja o de familia es aclarar algunos aspectos de las situaciones de las interacciones entre los miembros de la pareja o de familia, y de ellos con el terapeuta. Para esto puede recurrirse a los hechos relatados por ellos mismos en el grupo, referidos a las costumbres o a las ideas de una u otra rama de origen de los cónyuges que seguramente se han trasladado a los hijos en el caso de la familia. También puede recurrirse al establecimiento de relaciones de los miembros de la pareja o de la familia con el terapeuta, es decir de las transferencias múltiples que ocurren dentro de la situación de la terapia.
Con bastante frecuencia se observa cómo los conflictos actuales son repeticiones de hechos ocurridos en el pasado, y comúnmente relacionados con otros que pueden calificarse como antecesores. Sin embargo, son también repeticiones, de una manera u otra, dentro de la relación de pareja, con una “complicidad” inconsciente del otro miembro. Se llega así en cierto grado a la historia individual de cada miembro de la pareja a partir de su constitución.
Otro objetivo de la interpretación es el poner de presente las posibles causas reales, más allá de las aparentes, que han determinado el establecimiento de una costumbre o su prolongación no funcional. Se puede explorar la educación sexual de los hijos, el autoritarismo del padre-esposo sobre la madre-esposa y los hijos, la “fusión” prolongada de la madre con los hijos excluyendo el padre por falta de comunicación de la pareja, el alejamiento exagerado del esposo de la casa por motivos aparentes del trabajo desenfrenado, que ya no es indispensable, puede ocultar dificultades no reconocidos de relación de pareja, etc.
Sabemos que la libertad tiene limitaciones en la relación de pareja y de la familia, empero oprimir los niños o el otro miembro de la pareja utilizando la autoridad se vuelve disfuncional. De otra parte, el grado de libertad y autonomía de los hijos debe cambiar según sus edades.
No se trata que el terapeuta imponga sus valores personales a la pareja o a la familia, sino se promueve el tema y se discute ampliamente haciendo surgir los argumentos en favor y en contra de una situación, para llegar a adoptar una fórmula que convenga a una pareja o a una familia. Recordemos otra vez que el terapeuta ideal es neutral, pero la neutralidad o la objetividad es asintótica, como una línea hacia la que se tiende sin que se pueda alcanzar jamás con mejores intenciones conscientes sostenidas. Esto implica que el terapeuta debe vigilar continuadamente su contratransferencia para no favorecer uno u otro miembro de pareja y familia. La neutralidad no significa no señalar (a su tiempo oportuno) su convicción cuando una tal actitud de un miembro es dañina para sí mismo y sobre todo para el otro u otros, y explicarlo.
2.3. Transferencias, contratransferencia, identificación proyectiva, contraidentificación proyectiva
Se interpreta también, en función de la evolución de la terapia, los aspectos de la transferencia con el terapeuta de cada miembro de pareja o de la familia, o del grupo. Al inicio, los miembros toman el terapeuta como un juez, y más tarde cada uno puede tratar de hacer “alianza” con el terapeuta; o pueden también rechazar inconscientemente al terapeuta cuando se reforma el “nosotros” de la pareja. Puede ocurrir cualquier transferencia positiva o negativa con el terapeuta por parte de cada miembro de la pareja o de la familia. Es casi constante que el terapeuta represente una figura de autoridad para los miembros de la familia. Además cada uno lo percibe de acuerdo con su propio pasado, con su propia historia. Esto, desde luego se puede señalar, según el caso, si se encuentra alguna utilidad en ello. Además de esto, es necesario conocer para qué se hace una interpretación y cuáles serán sus consecuencias. Si esto se sabe con claridad, se puede proceder, desde luego, a la interpretación, aun cuando en ocasiones hay circunstancias cuyas consecuencias no se pueden conocer.
En los capítulos anteriores (del link indicado) hemos estudiado la complejidad del engranaje de los procesos psicológicos inconscientes en la elección y en la evolución de la pareja. Dentro de esta complejidad podemos señalar la existencia de la transferencia, y muy fuerte, entre los integrantes de la pareja, lo que representa la fuente de la atracción y de los conflictos de la pareja. La distorsión de la percepción que cada uno de los integrantes de la pareja tiene del otro y de sí mismo se manifiesta porque cada uno revive la historia de sus relaciones personales, incluidas las de la más tierna infancia. Lo cual hace que los miembros perciban al otro distorsionado por la relación que hacen inconscientemente con personas del pasado.
Otro elemento muy importante es la identificación proyectiva y la contraidentificación proyectiva entre los integrantes de la pareja y de la familia de una parte, y de otra, entre los miembros de la familia y el terapeuta. Vimos anteriormente ejemplos de estos mecanismos que intervienen de manera muy inconsciente entre los miembros de la pareja y de la familia. El terapeuta debe rescatarse de estos mecanismos cuando ocurren gracias a su función autoanalítica. La mejor manera de adquirir este función autoanalítica es haciendo un psicoanálisis individual con otro analista durante la formación profesional.
Si bien en la terapia individual la interpretación de las transferencias es el principal instrumento, en las terapias de pareja o de la familia existen límites derivados de la carencia de intimidad, de la indispensable reserva con cada persona frente a las demás, así se trata de padres, hijos, esposos o compañeros.
La no utilización explícita de la transferencia no significa que no se la tome en cuenta ni que el terapeuta tenga impedimento para derivar deducciones y conclusiones, aunque no pueda comunicarlas.
La contratransferencia existe siempre: en el terapeuta surgen también impulsos y sentimientos hacia los consultantes, que se entrometen inevitablemente en su función de comprender e interpretar el vínculo. A la transferencia de la pareja, responde la contratransferencia del terapeuta, con sentimientos, angustias, defensas y deseos. Tanto la transferencia como la contratransferencia representan dos componentes de una misma unidad, que se dan vida mutua y crean la relación interpersonal pareja-terapeuta. Es a través de ésta como percibimos y podemos comprender algunos sentimientos que cada uno de los miembros de la pareja experimenta a su vez hacia nosotros. El terapeuta, al poder aclarar a sí mismo el conjunto de sus reacciones inconscientes hacia los consultantes o hacia uno de ellos en particular y los elementos transferenciales de los integrantes de la pareja, llega a comprender y evaluar el vínculo de los consultantes, con miras a su tratamiento. El hecho de no comprender el sentido de la contratransferencia, puede producir contra-actuaciones y provocar un efecto perturbador en el conjunto de la terapia que dificulta la dinámica del proceso.
La contratransferencia es también dinámica como la transferencia. Es decir, el terapeuta revive con los consultantes sentimientos, recuerdos, reviviscencias, impulsos, que inicialmente estuvieron en relación con otro u otros seres. De manera que esto le quita la libertad en la medida en que no conozca esos vínculos y acepte sus repercusiones y sus consecuencias. Muchas veces una persona o una pareja nos producen una sensación de incomodidad o de simpatía en forma desigual y aparentemente inexplicable.
Las primeras entrevistas deben servir entonces no sólo para la exploración de los consultantes sino del terapeuta frente a ellos. Como no existe la neutralidad absoluta, debemos saber por qué es así y cómo podemos utilizarlo en provecho de la comprensión de sentimientos de una preferencia o un sentimiento contrario frente los integrantes de una pareja o familia.
Muchos son los indicios que pueden sugerir la presencia de elementos contratransferenciales inadecuados o perturbadores, tal como sucede en la terapia individual. Los principales son:
1. Preocupación persistente durante o después de las horas de terapia con ciertas parejas o con ciertas familias.
2. Halagar a los consultantes por temor a perderlos.
3. La aparición de los indicios de una preferencia marcada por uno de los participantes.
4. Descuido en los convenios sobre aspectos económicos y de tiempo; lo mismo que el temor a hablar de los aumentos en los honorarios.
5. Olvido de la cita con los consultantes, llegar tarde a ella, o prolongar repetidamente y sin motivo especial la hora de la sesión.
6. Experimentar repetidamente sentimientos eróticos o agresivos con alguno de los consultantes.
7. Fomentar la dependencia continuada de una u otra persona.
8. Perturbarse por las sensaciones o reproches de uno u otro de los participantes.
9. Deseos de que se presenten situaciones que dificulten por parte de ellos la continuación del tratamiento o la asistencia a una o más citas.
10. Aparición de indicios de fastidio o de sentimientos de antipatía respecto a uno o más de los consultantes.
En los casos 3 y 10, la diferencia de sexo entre el o la terapeuta y los consultantes, puede llevar a situaciones donde este factor adquiere importancia, más allá de lo corriente, y puede llegar entonces a perturbar la relativa neutralidad del terapeuta, perturbando también la eficacia de la terapia.
El solo hecho de encarar una situación en que la norma es la desigualdad, como ocurre con frecuencia en las relaciones de pareja y en las de familia, nos incita por lo menos a tomar partido o a la solidaridad con los más débiles (niños oprimidos por ejemplo) o con los más fuertes. Por otra parte, es necesario recordar que el propósito no es ningún momento el de obtener reconciliaciones, sino el de colaborar en la búsqueda conjunta de las soluciones escogidas, van escogiendo, por ellos.
Si en la relación terapéutica individual se remueven numerosos puntos oscuros en el analista, estos se ven aumentados en las terapias de pareja y de familia; los recuerdos, los conflictos, los sentimientos latentes que tienen que ver con la propia familia o con la pareja parental interiorizadas cobran relieve y hacen aún más necesaria su comprensión por un psicoanálisis personal para no “contaminar”, o no seguir contagiando la terapia con conflictos personales.
3. ALGUNAS CONCLUSIONES
Creo que se hizo un acercamiento más que introductorio con los enfoques psicoanalíticos en la comprensión de la elección de pareja y la evolución de la vida de pareja y de familia (ver el link indicado). No quise abarcar todos sus aspectos ni otros enfoques. Ciertamente los aspectos económicos y socioculturales tienen mucha importancia en la formación del individuo, de la pareja y de la familia. Por ejemplo, problemas económicos tienen repercusiones psicológicas que pueden destruir la harmonía conyugal (angustia, mal humor, frustraciones, etc.).
Hemos entendido indirectamente la importancia del hogar para la salud mental del individuo y de la familia que formará más tarde. Efectivamente cuando son más tempranos los traumatismos son más graves sus consecuencias. Los países del norte de Europa debían comprender muy bien la importancia de este período para dar un año de maternidad a las madres y eventualmente a los padres que lo deseen. Porque la primera escuela es la cuna, el primer maestro es la mamá y la primera lección es el amor en la familia. En el hogar se forman (empezando con la adquisición de la confianza básica o su mantenimiento) o deforman las personalidades que luego se proyectarán, con sus virtudes y defectos, sobre otros y el ámbito social.
Las fantasías incestuosas forman parte de la vida secreta de toda la familia. Estas fantasías son inevitables y “necesarias”, pero su expresión abierta tiene que ser controlada por los padres según la edad del niño. La época edípica del desarrollo del niño es de importancia central si queremos entender la vida de pareja y de familia. La respuesta amorosa de los padres es indispensable en este período difícil para que se desarrolle la capacidad de dar y recibir emocionalmente y lo pueda aplicar más tarde en su vida de pareja y de familia.
Hay que incluir en la “educación sexual” no solamente la sexualidad genital o cómo evitar la maternidad, sino también la importancia de afectividad y de la comunicación en las relaciones familiares y humanas en general, incluyendo la educación de cómo ser esposos-esposas y padres-madres, para que la niña, sobre todo la que es educada para ser ejecutiva, no se sienta “atrapada” en su función materna o no se sienta una “vaca lechera” con el nacimiento del bebé.
No existen fórmulas mágicas para la vida de pareja, y tampoco para la convivencia de dos seres que se aman. El encantamiento erótico inicial de una pareja debe transformarse a la larga en una devoción afectuosa recíproca y comprometida que soporte el paso del tiempo. Se necesita una preocupación real por el otro (es la definición del amor según Melanie Klein), una intimidad afectiva y sexual. Además, este tiempo es dinámico: una pareja funcional es la que se adapta en forma constante y gradual a los cambios de dos personas que evolucionan. Saber resolver las dificultades y las crisis, y lograr acuerdos satisfactorios es lo que hace crecer el vínculo de la pareja. Muchas veces necesitan tenercreatividad personal e interpersonal para seguir reconstruyendo y remodelando su paraje particular, singular y original, en lugar de repetir lo que han visto en las relaciones de sus padres o copiar lo que hacen otras parejas o familias.
Nos dimos cuenta también que la verdadera relación de la pareja comienza cuando se desvanecen las ilusiones muy irrealistas (las súper-idealizaciones), cuando las expectativas se vuelven más reales y cuando se aprende que las propias necesidades no tienen por qué ser satisfechas en forma incondicional por el otro. De otra parte, para no destruirse por invasión de la pareja, se necesita encontrar un equilibrio sutil entre la autonomía y la fusión, y entre la libertad y la interdependencia adulta.
Ningún individuo tiene la capacidad necesaria para satisfacer todas las necesidades primordiales (falta, dice Lacan) de otra persona. Puede ayudarle o estorbarle, pero la realización personal en el sentido más profundo de la expresión, denominada la felicidad, sólo puede cumplirse dentro de la relación del ser humano consigo mismo.
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Clínica psicoanalítica de parejas
Miguel Alejo Spivacow, basándose en los aportes teóricos de René Kaës, continúa son la investigación iniciada en su obra Clínica psicoanalítica de parejas. Entre la teoría y la intervención (2005b) con el objetivo de profundizar en el estudio de los mecanismos psíquicos implicados en las relaciones de pareja. El autor aun privilegiando la cura individual, señala sus límites y la necesidad de que nos abramos al uso de dispositivos plurisubjetivos, lo cual nos obliga a una profunda revisión de nuestra teoría y nuestra práctica psicoanalíticas. En ese sentido Spivacow teoriza sobre la naturaleza del inconsciente y su articulación con el campo relacional. Concibe el psiquismo como un sistema abierto, dando protagonismo a los espacios intersubjetivos, los cuales también estarían dotados de consistencia y cualidades psíquicas. Trata de llevar más allá de lo que el psicoanálisis clásico suele hacer la conceptualización del vínculo subjetivo (normalmente definido exclusivamente bajo los parámetros de las identificaciones y las relaciones de objeto del espacio intrapsíquico de los individuos implicados) estudiando aquello que liga a los sujetos en una pareja, así como el espacio intersubjetivo que ambos crean. Para completar el estudio presenta una sesión comentada desde diferentes perspectivas, lo cual es coherente con su apuesta por avanzar en la construcción epistemológica de una forma crítica. Este es el espíritu de la obra, el cuestionamiento constante que se aleja del dogmatismo y los prejuicios que puedan empobrecer nuestra práctica.
A continuación pasaremos a resumir brevemente los capítulos que conforman el libro:
1. Amor y pareja en psicoanálisis.
2. El sujeto y el otro. Lo inconsciente y el partenaire.
3. Discurso conjunto, transferencia intrapareja, intervención vincular. Conceptos distintivos de la clínica con parejas.
4. La pareja, más acá de lo inconsciente. La superficie del discurso conjunto.
5. De la demanda a la construcción de una posición analítica en la clínica con parejas.
6. Sintonía y validación. Trabajos psíquicos en la relación de pareja.
7. El divorcio, entre la fantasía y la decisión.
8. La pareja en “segundos matrimonios” y en las familias ensambladas.
9. Las relaciones extramatrimoniales en la terapia de pareja. “Infidelidad”.
10. Violencia emocional en la pareja.
11. Parejas de mañana. El futuro desde un consultorio de parejas.
12. Una sesión comentada desde diferentes perspectivas.
1. Amor y pareja en psicoanálisis
Dentro del psicoanálisis hay diferentes concepciones sobre el amor, algunas de ellas antagónicas. Preguntas como si es posible la armonía entre los sexos, qué es lo propio de cada uno de ellos y cuál es la naturaleza de este sentimiento, son contestadas de muy diversas formas. El término “amor” abarca realidades enormemente variadas, de hecho el amor de pareja se aleja de muchos de nuestros ideales, pues es más posesivo que generoso, y en él adaptarse a las necesidades del otro es un reto tan constante como escurridizo. La consideración del vínculo como un tercer actor que entra en escena es también un asunto polémico. Uno de los ejes centrales de este libro es precisamente entretejer el mundo intrapsíquico de cada sujeto con el mundo relacional que conforman entre ambos.
Spivacow hace un breve recorrido histórico por las ideas que diferentes autores psicoanalíticos han expresado sobre el amor, y como no puede ser de otra forma, comienza aproximándose al pensamiento freudiano. Freud en Pulsiones y destinos de la pulsión lo define como una relación del “yo” con sus objetos de placer, por lo que el primer amor es narcisista. Al ser el “yo” quien ama, queda ubicado de forma privilegiada en el consciente y preconsciente, y por lo tanto regido por el principio de realidad. Siendo narcisista el amor en sus orígenes, éste siempre aspira a dominar el objeto, aunque en el enamoramiento haya un sometimiento inicial al mismo. La dinámica dominación/rendición es la lucha de poder perpetua en cualquier relación de pareja, donde ambos sujetos están en constante peligro de borramiento. En ese sentido el autor cita a Piera Aulagnier (1979) para hablarnos de la inevitabilidad de este juego, donde el analista tendría el papel de propiciar un equilibrio de poderes. Bajo su punto de vista este aspecto de las relaciones amorosas es el más difícil de evaluar en los dispositivos individuales.
Prosiguiendo con Freud, éste señala que el núcleo básico del amor de pareja es lo sexual, aunque como sentimiento duradero esté basado en un cálculo de conveniencia. Psicología de las masas y análisis del yo. (1921:105) Spivacow reflexiona que Freud encarna los ideales románticos de su época cuando considera un logro evolutivo conseguir la confluencia en un solo objeto de los impulsos sexuales y la ternura. Cita a Jones y Lacan (1960:36), los cuales piensan que Freud posee un mandato superyoico rígido que exige la monogamia, aunque sin idealizar el encuentro amoroso, ya que este no deja de insistir en su naturaleza fallida. Para Freud todos los objetos son sustitutos del original perdido, y por lo tanto solo parcialmente satisfactorios. Algo de la propia pulsión sexual es desfavorable al logro de la plena satisfacción, lo cual explica la interminable serie de objetos sustitutivos. El deseo está asociado a lo prohibido e inevitablemente declina en una relación de pareja, lo cual no significa que ésta vaya necesariamente a perder valor con el paso de los años, ya que hay personas para las que la historia compartida se convierte en un preciado capital que aporta solidez al vínculo. Vemos pues que amor y deseo transitan diferentes caminos.
En cuanto a Lacan, Spivacow nos habla de cómo estuvo profundamente influido por el artículo de Freud Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa (1912), por lo que consideraba que los encuentros eran necesariamente disarmónicos. El autor subraya la frecuencia con la que en clínica nos encontramos ante la pretensión de un amor sin sufrimiento, lo cual constituye una negación de esta realidad incómoda.
Por otra parte, Spivacow nos advierte contra el concepto de “natural” en el sexo y el amor. Como sabemos lo “natural” es reclamado por todas las culturas para defender sus normas, ante esto el analista debe conservar su capacidad crítica evitando alinearse con los mandatos culturales que le rodean. De hecho podríamos considerar que un tratamiento psicoanalítico exitoso implica que el analizante pueda discrepar en algún punto con la cultura a la que pertenece. Como sabemos, el espíritu freudiano nunca ha apostado por la adaptación a las normas sociales. Además debemos añadir que el concepto de “natural” ha estado de forma privilegiada al servicio de justificar las diferencias de género. A la posición femenina se le ha supuesto siempre la aspiración de articular deseo y amor, mientras que la posición masculina tendería a la separación entre ambos. Es importante que recordemos que la polaridad hombre/mujer no se equipara a la polaridad masculino/femenino, y que los prejuicios dominan en gran medida este tipo de reflexiones.
La concepción de la relación amorosa como vínculo emergió en la segunda mitad del siglo XX, el autor cita a Dicks, el cual en su libro Tensiones matrimoniales (1967) da cabida a la interacción propiamente dicha, y a cómo los sujetos se influyen mutuamente de forma consciente e inconsciente. Por primera vez la relación se define como algo más que la suma de individualidades. Siguiendo con esta idea Spivacow estudia a lo largo de la obra el modo en que los partenaires seleccionan consciente e inconscientemente lo que es posible y no disruptivo en su relación: de qué se habla y de qué no, cómo son ciertas cosas, qué se hace y qué está prohibido, qué sentimientos son reconocidos o se suponen verdaderos, qué se puede esperar de la relación sexual… Y toma de Kaës (1993) el concepto de alianza inconsciente para explicar este funcionamiento, en el cual se produce un acoplamiento a través del que se definen las posiciones subjetivas mutuamente sostenidas. Estas alianzas son peculiares de cada vínculo y pueden no expresarse en la transferencia de una psicoterapia individual. El autor nos recuerda que debemos ser conscientes de que estas alianzas regulan las semantizaciones de la realidad, lo sabido y lo no sabido, lo lícito y lo ilícito, por lo que desentrañarlas se vuelve un reto difícil y muchas veces imposible desde estos dispositivos individuales.
Spivacow retoma a Freud y su ideal de llegar a una fase libidinal definitiva, la organización genital adulta, para precavernos de un abordaje clínico en el que definamos cómo debe ser una relación de pareja “normal” o “sana”. Así como Freud se vio influido por los ideales de las familias burguesas de su medio social, nosotros debemos ser conscientes de que nos vemos influidos por nuestro entorno. Frente a autores que diferencian entre “normalidad” y “patología” en las relaciones amorosas, otros como Stoller y él mismo, atribuyen un ciento por ciento de “anormalidad” a la vida erótica. La pareja es una experiencia “anormal” en el sentido de que no se ciñe a una norma “modelo”, en ella además se despliegan altas dosis de regresión, especialmente si está basada en el enamoramiento, lo que la vuelve en gran medida incompatible con la individuación adulta.
“Un vínculo de pareja implica equilibrios que se alcanzan, se pierden y se reconquistan, e incluye variadas dosis de egolatría y humildad con el objeto; locuras personales y alteraciones del yo; trabajo de lo intersubjetivo y destructividad. No hay un modelo de amor de pareja que pueda considerarse ideal o sano, no hay amor “logrado” ni hay punto de llegada, y por ende la clínica va a ser siempre un problema singular, caso por caso” (pág. 60)
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Los amantes de René Magritte: un amargo beso
Los amantes de René Magritte:
un amargo beso
Los amantes de René Magritte es uno de esos cuadros de los que se dicen que han derramado muchos ríos de tinta. Hoy este tópico habría que actualizarlo y decir que es uno de los cuadros que figura en innumerables blogs. Pues hoy nos sumamos a esa cantidad y derramamos nuestras palabras.
En el número 10 de Revista Atticus iniciamos un trabajo sobre El beso en la historia del arte. En el próximo número continuamos con ese viaje, dulce recorrido, por las muestras tanto pictóricas como escultóricas que tienen como protagonista a esta muestra efusiva de amor.
Como adelanto (que a su vez será el arranque de la entrega) os dejo el trabajo que sobre Los amantes ha realizado nuestra colaboradora Esther Bengoechea. Excelente trabajo para un cuadro que no solamente muestra lo que vemos. No hay que olvidar que Magritte perteneció al movimiento surrealista, corriente artística que en pintura utilizaban las imágenes para expresar sus emociones, aunque no siguieran un planteamiento lógico.
LOS AMANTES
Loa amantes
René Magritte (1898 – 1967)
1928
Óleo sobre lienzo, 54,2 x 73 cm.
Colección privada, Bruselas, Bélgica.
Dos personas protagonizan este bello lienzo. Sus identidades están ocultas tras dos velos húmedos que les tapan la cara. Sabemos que son un hombre y una mujer por sus vestimentas y suponemos que son pareja porque se están besando. Poco nos ayuda el fondo a concretar la escena. Están bajo techo, se ve parte del mismo y de la escayola que lo adorna, pero el hecho que una pared sea granate y el fondo azul cielo, hace plantearse si es otra pared pintada de diferente color o si simplemente están bajo techumbre pero abiertos al exterior.
El pintor belga René Magritte, padre de Los Amantes, logra llamar la atención del público por las telas húmedas cubriendo los rostros de los protagonistas y por los colores duros del lienzo. Hay un predominio del granate, azul y negro, destacando el blanco por encima de todos para subrayar el efecto mojado de las telas que los cubren.
Su primer contacto con la pintura lo tuvo a los once años, momento en el que comenzó sus clases de dibujo. Sus primeras obras siguen una línea impresionista y su trabajo pasó por influencias del cubismo, orfismo, futurismo y purismo, sin olvidarnos del llamado realismo mágico, antes de aterrizar en el surrealismo, movimiento de Magritte por excelencia. Con su pincel intenta plasmar una realidad diferente, algo que sorprenda al espectador.
Magritte tituló Los Amantes a dos obras diferentes, en las que aparecen los mismos protagonistas y con las mismas ropas. Pero, siempre hay un pero, los dos trabajos difieren por dos razones: el fondo, pasamos de paredes y techo a un fondo natural con árboles y campo de fondo, y la acción, aquí no se besan sino que ambos miran al frente con los rostros uno junto al otro.
Dada la temática de este artículo, vamos a centrarnos en el beso de Los Amantes. Pienso yo que si el genio belga levantase la cabeza y oyese la cantidad de suspiros de amor que ha ocasionado su cuadro, volvería a agacharla y retornaría bajo tierra pensando que el mundo se ha vuelto loco.
René Magritte pintó Los Amantes en 1928, dieciséis años después de que su madre se suicidase tirándose al río Sambre. Parece que no, pero esta información es muy importante para entender el significado del cuadro.
Magritte tituló a su obra Los Amantes y los retrató besándose sí, de esto no hay ninguna duda, pero como no es oro todo lo que reluce, no todos los amantes se aman ni todos los besos simbolizan amor.
Muchas teorías han rondado esta obra a lo largo de los años: amor secreto, dos desconocidos que se gustan sin verse ni olerse, enamorados que tienen que esconderse de la sociedad..y otras tropecientas historias más. Pero ninguna se acerca ni lo más mínimo a las intenciones que tenía el pintor belga al retratar a dos personas con una tela húmeda besándose.
René Magritte siempre tuvo grabado en sus retinas el momento en el que sacaron el cadáver de su madre del río, con la camisa húmeda cubriéndole el rostro. De ahí los trapos húmedos entre los rostros de los amantes de su obra. Simplemente es el recuerdo que tiene un adolescente Magritte de cómo terminó el suicidio de su madre en el Samble.
Un beso de amor es el sabor de la persona besada, el olor y, como no, el contacto de las lenguas o simplemente de los labios. El trapo húmedo de Magritte destruye cualquier idea de beso al prohibir a los protagonistas de sensaciones.
Los amantes (otra versión)
1928
Óleo sobre lienzo, 54,2 x 73 cm.
Colección privada.
Esther Bengoechea Gutiérrez
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Natura o Nurtura
PSICOSIS DESDE EL PUNTO DE VISTA KLEINIANO
El trabajo con Grupos y con pacientes esquizofrénicos llevó a Bion a elaborar un ‘modelo de la mente’ que implica el estudio pormenorizado de los orígenes del pensamiento y una postura original sobre el desarrollo primitivo o temprano, basado en el encuentro bebé / madre, del que nos ocuparemos aquí. Describe los fracasos originarios en la construcción de las categorías mentales básicas que se relacionan con la personalidad psicótica. Estos fracasos son fruto de la falla del par continente – contenido y pueden deberse tanto al ambiente como a factores constitucionales.
Aclaraciones metodológicas
Los modelos y teorías, acerca del desarrollo primitivo de la mente, elaboradas por Bion surgen de la aplicación del método psicoanalítico. Por lo tanto son inferencias, muchas de las cuales pueden ser puestas a prueba tanto por la exploración directa de bebés en su medio ambiente como por investigaciones en otros territorios tales como los neurocientíficos, genéticos, etológicos, etc. Pero es importante aclarar que los objetos de estudio que aísla son propios de la disciplina y que las correlaciones posibles con otras se harán respetando los métodos de investigación de cada una y, por lo tanto, el recorte de su propio objeto de estudio. Sólo puede estudiarse lo mental a partir de los efectos que produce en otro ser humano, al menos desde el punto de vista psicoanalítico.
En el contexto de esta publicación, lo que probablemente sea más interesante es seleccionar un aspecto de la obra de Bion que, a mi juicio, permite tener un instrumento útil para plantearse el siguiente problema: ¿De qué modo afecta el bebé a su ambiente?¿Qué modelo de la mente permite aproximarse a este problema? ¿Es posible disminuir la dicotomía, que podría ser parcialmente productiva desde el punto de vista operacional, pero muy poco convincente desde el punto de vista de la comprensión científica, entre natura y nurtura?
Las psicosis son las situaciones clínicas privilegiadas para explorar e hipotetizar sobre esta cuestión, aunque es operante en todos los seres humanos.
Es evidente, para todos aquellos que trabajan en psiquiatría infantil, que el medio ambiente del niño es de extrema importancia para su desarrollo emocional. Incluso los poetas y el conocimiento popular reconocen desde hace siglos, la importancia de la crianza para el desarrollo futuro de la personalidad. Sin embargo, lo que no ha sido tan evidente, para aquellos involucrados en el cuidado continuo de bebés desde el nacimiento, es que lo que el neonato ofrece al medio ambiente es variable y también ampliamente importante en la determinación del crecimiento de su personalidad.
Las psicosis son las situaciones clínicas privilegiadas para explorar e hipotetizar sobre esta cuestión, aunque es operante en todos los seres humanos.
Es evidente, para todos aquellos que trabajan en psiquiatría infantil, que el medio ambiente del niño es de extrema importancia para su desarrollo emocional. Incluso los poetas y el conocimiento popular reconocen desde hace siglos, la importancia de la crianza para el desarrollo futuro de la personalidad. Sin embargo, lo que no ha sido tan evidente, para aquellos involucrados en el cuidado continuo de bebés desde el nacimiento, es que lo que el neonato ofrece al medio ambiente es variable y también ampliamente importante en la determinación del crecimiento de su personalidad.
Desarrollos en el psicoanálisis
Freud comenzó investigando la determinación de síntomas neuróticos en pacientes adultos y su relación con situaciones traumáticas actuales. No tardó en convencerse de que debía buscar las raíces de los fenómenos actuales en la infancia. Esto no fue suficiente y describió las Series Complementarias. Estas implican que la manifestación sintomática actual contiene una dimensión constitucional, un factor traumático infantil y un factor desencadenante contemporáneo al síntoma. Su otro gran descubrimiento fue que no es posible investigar un aparato psíquico si no es poniéndolo en relación con otro. El estudio de la relación transferencial y sus modificaciones a lo largo del tratamiento se convirtió en el centro de la labor psicoanalítica. Aunque dejó para sus continuadores la exploración de los desarrollos primitivos o tempranos, él captó lo esencial y dio el paso fundamental en la investigación científicadel niño y el bebé que hay en todos nosotros cuando diseñó el método psicoanalítico.
Sabemos que, a partir de su obra, se desarrollaron múltiples líneas que generaron “escuelas” y que estas, jerarquizaron y desplegaron aspectos diferentes de sus descubrimientos. M.Klein y D.Winnicott suelen ser vistos como representando posturas polares, o extremas, en el debate natura-nurtura.
M.Klein habló de envidia primaria como factor constitucional que, si es muy intensa, perturba la relación del bebé con el pecho y, por lo tanto, genera dificultades serias en el desarrollo psíquico. De todos modos, no dejó de tener en cuenta la importancia del medio ambiente.
D.Winnicott acumuló evidencia convincente de cómo los patrones básicos de salud del crecimiento de la personalidad infantil pueden ser distorsionados por las fallas familiares e impulsados por los logros de la familia. Pero él llamó a la psicosis adulta “una enfermedad por deficiencia en la infancia”, implicando deliberadamente que el medio falló en proveer el cuidado necesario como si se tratara de las deficiencias vitamínicas. Probablemente pensó que M. Klein era incapaz de entender la importancia para un infans de los éxitos y fallas de su medio ambiente. Este malentendido reforzó una postura defensiva en él y en otros contra el reconocimiento de la contribución del infante al impacto del cuidado que se le ofrece.
Desde mi punto de vista, el desarrollo de Bion del descubrimiento de M.Klein de la identificación proyectiva ofrece una vía de progreso en el malentendido Klein-Winnicott. Pienso que también hace posible un acercamiento entre los protagonistas del rígido y vehemente combate natura versus nurtura.
Bion dedujo y describió cómo los estados emocionales tempranos, tanto placenteros como dolorosos, son experimentados en forma concreta y, como tales, no están disponibles para el crecimiento mental. Estos estados no pueden ser pensados, imaginados, soñados, recordados (como opuesto a ser repetidos), hasta que hayan sido transformados en experiencias abstractas. Un infans no puede adquirir esta capacidad para transformar sus experiencias primitivas de elementos beta a elementos alfa [2] como los llamó Bion, excepto por identificación con un objeto capaz de efectuar esta función fundamental.
Esta identificación es lograda en el desarrollo sano vía el uso de la identificación proyectiva como un mecanismo normal. En esta situación un infans evacúa su inmanejable, indigerible, conglomerado de buenas y malas experiencias en el objeto parcial care-taking. Este objeto parcial receptivo ofrece una realización de la expectativa innata del infans, su preconcepción de que hay un “algo en algún lugar” en el cual lo inmanejable puede ser hecho manejable, lo insoportable soportable, lo impensable pensable.
El objeto parcial primario, el pecho en terminología kleiniana, actúa por medio de un proceso al cual Bion llama función α, sobre los elementos ßproyectados y los vuelve pensables, almacenables y soñables. Éstos son proyectados en el bebé e introyectados por él. El resultado es una identificación con un objeto parcial capaz de producir la función α.
Bion dió el nombre “reverie” a la capacidad del objeto de recibir y responder creativamente a las experiencias concretas, de caos y confusión proyectadas por el bebé.
La capacidad de un bebé normal para tolerar la frustración es muy pequeña. Cuando un neonato normal experimenta frustración esto ocurre en un terrible estado de sufrimiento, que él asume como interminable. Este sentir de la urgencia con que esta infinita agonía debe ser frenada de inmediato es proyectada sobre la madre. En otras palabras, la madre la siente, lo que es distinto de comprenderla. La siente. Ella puede a menudo reaccionar rápida y adecuadamente. Reverie, o función α pueden producirse casi instantáneamente. Esta respuesta, que implica el encuentro de la preconcepción del bebé (en algún lado habrá algo que me alivie instantáneamente y del todo) con realizaciones apropiadas, deberá repetirse innumerables veces, y en un período prolongado de tiempo, para que el crecimiento mental normal pueda apoyarse sobre bases firmes. Esto implica también la paciencia y la intensa atención por parte de la Madre. También del analista con su paciente. Ambos deberán aprender de la experiencia.
M.Klein habló de envidia primaria como factor constitucional que, si es muy intensa, perturba la relación del bebé con el pecho y, por lo tanto, genera dificultades serias en el desarrollo psíquico. De todos modos, no dejó de tener en cuenta la importancia del medio ambiente.
D.Winnicott acumuló evidencia convincente de cómo los patrones básicos de salud del crecimiento de la personalidad infantil pueden ser distorsionados por las fallas familiares e impulsados por los logros de la familia. Pero él llamó a la psicosis adulta “una enfermedad por deficiencia en la infancia”, implicando deliberadamente que el medio falló en proveer el cuidado necesario como si se tratara de las deficiencias vitamínicas. Probablemente pensó que M. Klein era incapaz de entender la importancia para un infans de los éxitos y fallas de su medio ambiente. Este malentendido reforzó una postura defensiva en él y en otros contra el reconocimiento de la contribución del infante al impacto del cuidado que se le ofrece.
Desde mi punto de vista, el desarrollo de Bion del descubrimiento de M.Klein de la identificación proyectiva ofrece una vía de progreso en el malentendido Klein-Winnicott. Pienso que también hace posible un acercamiento entre los protagonistas del rígido y vehemente combate natura versus nurtura.
Bion dedujo y describió cómo los estados emocionales tempranos, tanto placenteros como dolorosos, son experimentados en forma concreta y, como tales, no están disponibles para el crecimiento mental. Estos estados no pueden ser pensados, imaginados, soñados, recordados (como opuesto a ser repetidos), hasta que hayan sido transformados en experiencias abstractas. Un infans no puede adquirir esta capacidad para transformar sus experiencias primitivas de elementos beta a elementos alfa [2] como los llamó Bion, excepto por identificación con un objeto capaz de efectuar esta función fundamental.
Esta identificación es lograda en el desarrollo sano vía el uso de la identificación proyectiva como un mecanismo normal. En esta situación un infans evacúa su inmanejable, indigerible, conglomerado de buenas y malas experiencias en el objeto parcial care-taking. Este objeto parcial receptivo ofrece una realización de la expectativa innata del infans, su preconcepción de que hay un “algo en algún lugar” en el cual lo inmanejable puede ser hecho manejable, lo insoportable soportable, lo impensable pensable.
El objeto parcial primario, el pecho en terminología kleiniana, actúa por medio de un proceso al cual Bion llama función α, sobre los elementos ßproyectados y los vuelve pensables, almacenables y soñables. Éstos son proyectados en el bebé e introyectados por él. El resultado es una identificación con un objeto parcial capaz de producir la función α.
Bion dió el nombre “reverie” a la capacidad del objeto de recibir y responder creativamente a las experiencias concretas, de caos y confusión proyectadas por el bebé.
La capacidad de un bebé normal para tolerar la frustración es muy pequeña. Cuando un neonato normal experimenta frustración esto ocurre en un terrible estado de sufrimiento, que él asume como interminable. Este sentir de la urgencia con que esta infinita agonía debe ser frenada de inmediato es proyectada sobre la madre. En otras palabras, la madre la siente, lo que es distinto de comprenderla. La siente. Ella puede a menudo reaccionar rápida y adecuadamente. Reverie, o función α pueden producirse casi instantáneamente. Esta respuesta, que implica el encuentro de la preconcepción del bebé (en algún lado habrá algo que me alivie instantáneamente y del todo) con realizaciones apropiadas, deberá repetirse innumerables veces, y en un período prolongado de tiempo, para que el crecimiento mental normal pueda apoyarse sobre bases firmes. Esto implica también la paciencia y la intensa atención por parte de la Madre. También del analista con su paciente. Ambos deberán aprender de la experiencia.
Las fallas, la Madre y el neonato
Lo que puede resultar mal para un infans es una madre que no posea esa identificación con un pecho capaz de tolerar y de transformar lo intolerable. En este caso, ella no podrá responder creativamente, con reverie, a las proyecciones del bebé y deberá liberarse ella misma, de vuelta hacia y en el bebé, de un terror sin nombre.
Esta respuesta interfiere con el crecimiento de la capacidad del infante para relacionar acción con reacción, causa y efecto, poner juntos uno y uno para hacer dos, o sea, perturba o impide el crecimiento de una capacidad para pensar, que es una capacidad para vincular.
Un modo habitual en que la madre intenta ocultar/se esta falla es por medio de un acercamiento puramente físico al malestar del lactante. Es fácil quedar atrapada en este funcionamiento dado que el bebé necesita alimentarse muy frecuentemente.
Bion afirma que si la reverie no es acompañada del amor de la Madre por el hijo al mismo tiempo que por el Padre, esto será comunicado al bebé. Esto último, tiene muchas implicancias. Es el modo en que podemos pensar que la triangularidad aparece de entrada, como condición necesaria para el desarrollo de la capacidad para pensar.
Ya hemos dicho que Bion postula la existencia de una Preconcepción Pecho, es decir la expectativa innata de que algo habrá afuera que satisfará la necesidad en forma inmediata y completa. Para que la preconcepción conduzca al desarrollo deberá encontrarse con su realización, es decir, que la experiencia ocurra realmente. Pero va más lejos, afirma, y yo creo que es una hipótesis de gran valor, que existe una preconcepción edípica innata. Por supuesto implica una estructura que ha de adquirir contenido de acuerdo a las experiencias posnatales, pero implica que en la disposición humana no sólo hay una expectativa de que ‘algo afuera me va a satisfacer’ sino también un ‘conocimiento’ de que los otros se satisfacen entre sí independientemente de uno mismo.
Volvamos entonces a la reverie. La respuesta de la Madre al sufrimiento extremo del neonato, que ella experimenta ‘realmente’ en sí misma, y es capaz de contener, implicará -de su parte- el conocimiento conciente, y sobre todo inconciente, de que un bebé es algo diferente de un hombre (el Padre nombrado más arriba). En otras palabras, implicará que la Madre no es psicótica. La madre psicótica podrá entonces proveer alivio físico de diverso tipo, pero no podrá generar las condiciones de desarrollo de la capacidad para pensar (debe tenerse presente que pensar implica a las experiencias emocionales).
Volvamos a nuestra pregunta inicial: ¿Cómo puede el bebé afectar a su medio ambiente?
El modelo de la mente del que nos ocupamos ofrece una alternativa para incluir la posibilidad de que un ambiente razonablemente sano resulte incapaz de generar las condiciones para el crecimiento mental. Si la intolerancia a la frustración [3] es muy elevada en el bebé, éste será incapaz de identificarse con el objeto parcial que ha efectuado la función α. Sus caóticos estados emocionales (elementos ß), evacuados para que sean recibidos por el objeto, no pueden volver a ser incorporados por él para promover la capacidad de abstracción y por lo tanto el crecimiento mental. Utilizando el modelo digestivo para el funcionamiento mental, diríamos que hay un trastorno de la absorción. El único camino es una nueva evacuación que irá haciendo imposible la digestión por parte de la función α materna y haciendo proliferar la Parte Psicótica de la Personalidad.
Esta respuesta interfiere con el crecimiento de la capacidad del infante para relacionar acción con reacción, causa y efecto, poner juntos uno y uno para hacer dos, o sea, perturba o impide el crecimiento de una capacidad para pensar, que es una capacidad para vincular.
Un modo habitual en que la madre intenta ocultar/se esta falla es por medio de un acercamiento puramente físico al malestar del lactante. Es fácil quedar atrapada en este funcionamiento dado que el bebé necesita alimentarse muy frecuentemente.
Bion afirma que si la reverie no es acompañada del amor de la Madre por el hijo al mismo tiempo que por el Padre, esto será comunicado al bebé. Esto último, tiene muchas implicancias. Es el modo en que podemos pensar que la triangularidad aparece de entrada, como condición necesaria para el desarrollo de la capacidad para pensar.
Ya hemos dicho que Bion postula la existencia de una Preconcepción Pecho, es decir la expectativa innata de que algo habrá afuera que satisfará la necesidad en forma inmediata y completa. Para que la preconcepción conduzca al desarrollo deberá encontrarse con su realización, es decir, que la experiencia ocurra realmente. Pero va más lejos, afirma, y yo creo que es una hipótesis de gran valor, que existe una preconcepción edípica innata. Por supuesto implica una estructura que ha de adquirir contenido de acuerdo a las experiencias posnatales, pero implica que en la disposición humana no sólo hay una expectativa de que ‘algo afuera me va a satisfacer’ sino también un ‘conocimiento’ de que los otros se satisfacen entre sí independientemente de uno mismo.
Volvamos entonces a la reverie. La respuesta de la Madre al sufrimiento extremo del neonato, que ella experimenta ‘realmente’ en sí misma, y es capaz de contener, implicará -de su parte- el conocimiento conciente, y sobre todo inconciente, de que un bebé es algo diferente de un hombre (el Padre nombrado más arriba). En otras palabras, implicará que la Madre no es psicótica. La madre psicótica podrá entonces proveer alivio físico de diverso tipo, pero no podrá generar las condiciones de desarrollo de la capacidad para pensar (debe tenerse presente que pensar implica a las experiencias emocionales).
Volvamos a nuestra pregunta inicial: ¿Cómo puede el bebé afectar a su medio ambiente?
El modelo de la mente del que nos ocupamos ofrece una alternativa para incluir la posibilidad de que un ambiente razonablemente sano resulte incapaz de generar las condiciones para el crecimiento mental. Si la intolerancia a la frustración [3] es muy elevada en el bebé, éste será incapaz de identificarse con el objeto parcial que ha efectuado la función α. Sus caóticos estados emocionales (elementos ß), evacuados para que sean recibidos por el objeto, no pueden volver a ser incorporados por él para promover la capacidad de abstracción y por lo tanto el crecimiento mental. Utilizando el modelo digestivo para el funcionamiento mental, diríamos que hay un trastorno de la absorción. El único camino es una nueva evacuación que irá haciendo imposible la digestión por parte de la función α materna y haciendo proliferar la Parte Psicótica de la Personalidad.
Trastornos del Pensamiento
La psiquiatría clínica ha descripto, hace ya mucho tiempo, a la concretización del pensamiento como un signo patognomónico de los cuadros de tipo esquizofrénico. Freud los estudió en relación a la desinvestidura de la Representación-cosa. El aporte fundamental de W. Bion, que nos interesa destacar aquí y que proviene de la experiencia en la práctica psicoanalítica, es que la capacidad para pensar se adquiere en la relación entre dos mentes en diferente estado de desarrollo. La capacidad para pensar implica la capacidad para vincular.
Hemos descrito muy sucintamente el pattern básico de dicha interacción, cuando es normal: 1) Identificación Proyectiva del estado emocional insoportable, experimentado en forma concreta (contenido). 2) El estado emocional es experimentado por la madre (o por su sustituto que opera como continente) y procesado por ella. Esto implica que es puesto en relación, o vinculado, con las ideas que ella tiene acerca del bebé y de sí misma. 3) Es devuelto al bebé en forma ‘digerida’. Esto implica que el bebé recibe tanto el contenido procesado como la capacidad para procesar (Función α).
Este proceso genera, entonces, el desarrollo de la capacidad para ‘pensar las experiencias emocionales’, que es la fuente de la salud mental. Es el origen de la capacidad para la abstracción y el reconocimiento/ diferenciación de nuevas experiencias emocionales.
Las fallas en este proceso pueden darse, entonces, en cualquiera de los componentes de la pareja bebé – madre, del modo antes descrito (madre psicótica o intolerancia extrema a la frustración en el bebé). El resultado será entonces la incapacidad para la conciencia, tanto de la realidad interna como de la externa, y la imposibilidad para modificar la frustración en relación con la realidad, siendo necesario evadirla. Esto inhibe el crecimiento mental.
Hemos descrito muy sucintamente el pattern básico de dicha interacción, cuando es normal: 1) Identificación Proyectiva del estado emocional insoportable, experimentado en forma concreta (contenido). 2) El estado emocional es experimentado por la madre (o por su sustituto que opera como continente) y procesado por ella. Esto implica que es puesto en relación, o vinculado, con las ideas que ella tiene acerca del bebé y de sí misma. 3) Es devuelto al bebé en forma ‘digerida’. Esto implica que el bebé recibe tanto el contenido procesado como la capacidad para procesar (Función α).
Este proceso genera, entonces, el desarrollo de la capacidad para ‘pensar las experiencias emocionales’, que es la fuente de la salud mental. Es el origen de la capacidad para la abstracción y el reconocimiento/ diferenciación de nuevas experiencias emocionales.
Las fallas en este proceso pueden darse, entonces, en cualquiera de los componentes de la pareja bebé – madre, del modo antes descrito (madre psicótica o intolerancia extrema a la frustración en el bebé). El resultado será entonces la incapacidad para la conciencia, tanto de la realidad interna como de la externa, y la imposibilidad para modificar la frustración en relación con la realidad, siendo necesario evadirla. Esto inhibe el crecimiento mental.
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Íñigo Gurruchaga: ¿Verdad contra psicosis?

Segal acaba de publicar en inglés una colección de ensayosy ha dado alguna entrevista con la coletilla jocosa de que es posiblemente la última. En la que publicó el periódico liberal-laborista The Guardian, Segal ofrece su mapa de las que podrían ser nuestras proyecciones desde lo personal a lo social.
“Los grupos contienen nuestra ansiedades psicóticas…Generalmente, delegamos a subgrupos, como el ejército o la iglesia, lo que se pueden llamar tareas locas: la guerra, la religión. Pero esos subgrupos deben estar bajo el control de la parte del grupo que funciona. Lo que digo es que ocurren cosas locas cuando los subgrupos quedan descontrolados y particularlemente cuando se combinan. Dios, dinero y lo militar es una receta particularmente letal”.
Segal cree que estamos amenazados por esta parte interior de nuestro organismo humano colectivo, que vive un delirio que combina afanes de omnipotencia, maldad absoluta, santidad, codicia,…Y en este su presunto testamento dice que hay que tomar partido en “la batalla entre la insanity- demencia-, basada en proyecciones recíprocas, y la cordura basada en la verdad”.

Aunque he conocido aguna kleiniana aberrante, he de confesar una vaga simpatía por el nudo de una visión del mundo que parece subrayar que las posiciones prominentes o de poder son ocupadas con gran frecuencia por personas psicóticas, por quienes tienen personalidades más débiles, por los más necesitados de lo elemental: felicidad, placeres, afectos,…
Pero Hanna Segal me asusta como compañera de viaje en la búsqueda de la verdad cuando cuenta lo siguiente en esa misma entrevista.
Hace muchos años, cuando iba en un tren de evacuación de judíos y de gentes opuestas a los nazis, antes de la guerra, una chica tuvo un brote esquizofrénico y gritaba cosas que a Segal le parecieron pura histeria. “Gritaba: ‘¡He cagado a mi novio en el baño!’ Tras leer a Klein, comprendí que las palabras de la chica tenían un significado evidente. Ella era la evacuada, pero en su mente había revertido esa situación y era ella la evacuadora. Entendí que era el lenguaje de la fantasía subconsciente”.
Semejantes certezas me parecen al menos desconcertantes.
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El amor en las psicosis
Cada uno de los casos presentados en este volumen nos enseña algo sobre el amor, pero también sobre ese lazo amoroso tan particular que constituye la transferencia, y que algunos querrían ver hoy expulsado de toda psicoterapia en nombre del cientificismo y la terapia on line.
Lacan llegó a decir que el amor era posible en la psicosis, pero se trataba de un amor muerto. ¿Ese carácter mortífero o mortificado está ligado al hecho de que, allí más que en otra parte, el sujeto sólo se ama a sí mismo, o un ideal por el que sustituye la realidad del partenaire? ¿O acaso el sujeto psicótico ama a Otro, tan Otro que no puede encarnarse en un ser viviente sino en una ficción delirante? ¿O será, por último, que el sujeto psicótico no ama sino su delirio, según lo expresado por Freud?
El amor en las psicosis nos enseña sobre el amor en general. Los múltiples rasgos que nos sirven para especificar el amor en las psicosis en comparación con un amor ¿normal¿, ¿no se aplican, de manera inflexible, al amor como tal?
Los dieciocho casos presentados y comentados en este volumen ilustran la diversidad y la autenticidad del amor en la psicosis. Es de destacar el cuidado puesto por cada psicoanalista para transmitirlos al lector.
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Melanie Klein audiovisual
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Article 0
INTRODUCCIÓN: es en el camino que Jacques Lacan ha trazado donde podemos ubicar la respuesta analítica a diferentes tipos de demandas. Dicha respuesta no está identificada, ni puede estarlo a ningún título profesional, no hay título que el Estado pueda otorgar bajo el nombre de psicoanalista. Tampoco esta respuesta está encapsulada en un dispositivo particular, ni en un tiempo preestablecido de duración de la sesión, ni del tratamiento. Una entrevista es suficiente para el ejercicio de nuestra respuesta específica.
En el año 1974 Oscar Masotta me decía en correspondencia personal "….trabajo con grupos, qué se te puede reprochar, como decía Sócrates, allí donde está la palabra circula el deseo, basta no intervenir con la manguera del bombero" y agregaba "han pasado los tiempos donde un psicoanalista era un médico inteligente, hoy como todo bicho que va a parar al asador el psicoanalista debe probar que no es un médico tan estúpido". Lo decía en un contexto lacaniano donde el psicoanálisis estaba atado a lo que se ha dado en llamar el análisis individual, dejando los deshechos de la pareja, el grupo, la familia para los psicoterapeutas y la psicología social.

¿PAREJA?: "De la pareja, el amor sólo puede realizar lo que llamé, usando de cierta poesía para que me entendieran, valentía ante fatal destino"[1]. Cuando consideramos a la pareja en términos del eje imaginario, es decir, en términos de dos personas, con una relación vincular, todo se hace pareja, o parejo. El natural intercambio identificatorio, permite pensar que lo que dice uno vale para el otro y viceversa. Más radicalmente se trata de la llamada teoría del emergente o portavoz. Uno habla por el otro. Es exactamente lo opuesto lo que nos indican los conceptos del psicoanálisis. Cada discurso habla esencialmente de un sujeto. El sujeto es hablado por lo que dice. Recuerdo en este punto una intervención de Enrique Pichón Riviére dirigida a una pareja. Él hablaba todo el tiempo de ella, acusándola de todo tipo de desgracias, casi al final de la entrevista ella hace su primera intervención: "Dr. ¿por qué no le dice que hable de él?, habló todo el tiempo de mí". Pichón parándose y despidiéndolos le dijo: "Quédese tranquila señora, sólo habló de él", y cortó la sesión como se dice ahora. Son visibles los fundamentos de esta intervención, hablar es proyectar, se trata de reintroyectar en el sujeto su propio discurso, lo que cual permite despegar al referente en este caso, la mentada señora. Si bien en el plano imaginario de la proyección no deja de haber allí una cierta verdad, dicha un poco masivamente. Esto es, no trabajada en el despliegue del discurso paso a paso.
SUJETOS: "Reconocimiento que no es otra cosa que la manera como la relación llamada sexual - en esta relación de sujeto a sujeto, sujeto en cuanto no es más que efecto de saber del saber inconsciente - cesa de no escribirse".[2]Si tomamos el discurso en relación a quien lo pronuncia y no al referente, inmediatamente algo se desarticula, esto es la consistencia en principio imaginaria del conflicto o de los conflictos que se nos presentan. Al mismo tiempo se debilita la demanda que nos es dirigida de mediación. El psicoanalista no es un mediador, ni un juez. El fantasma de quién tiene razón, y que el analista se va a expedir desde su objetividad está siempre presente en las entrevistas con una pareja. En todo caso el analista es un interceptador de la referencia. Al interceptar la referencia hace aparecer dos sujetos que son hablados por su síntoma, que aman con su síntoma y no con el alma. Esto convierte de hecho, lo que cada uno dice en versiones de los conflictos. Esta versión no es más que el síntoma hablado por cada uno. Ejemplo una mujer reprocha a su pareja el que no quiere hacer un proyecto de convivencia con ella y sus hijos. Al mismo tiempo que afirma que la pareja funciona adecuadamente en todo salvo en esto. Él consiente, admite que él es muy infantil, que tiene miedo, etc. Vemos perfilarse un clásico: la insatisfacción de la histérica que siempre va a encontrar lo que no hay - en este caso un proyecto, y el síntoma del obsesivo de funcionar bajo demanda. Al remitir la insatisfacción a la propia sujeto, a su vida, a su cuerpo, finalmente al fantasma de la madre soltera, o de la mujer sola, produce efectos terapéuticos inmediatos en la medida que hace perder consistencia a las quejas para ambas partes. Esto permite a su vez que el demandado al no estar acosado por la queja se interrogue sobre su propia posición, para reconocerse en ese punto, en la misma posición con sus hijos, su ex mujer y con su padre. Desplazado el conflicto que separa pero también une a la pareja, nos podemos preguntar qué ocupa su lugar. Propongo dos alternativas: a) renovación del deseo, el amor, b) el apagamiento, no hay conflicto, pero no queda nada, el síntoma que los unía era todo, corrido esto es la pareja se diluye. Todo amor, por no subsistir sino con el cesa de no escribirse (la contingencia), tiende a desplazar la negación al no cesa de escribirse (lo necesario), no cesa no cesará. Tal el sustituto que - por vía de la existencia del inconsciente y no de la relación sexual que son distintas- hace el destino y también el drama del amor".[3]
En conclusión abrimos el camino a sujetos y sabemos, el primer partenaire de un sujeto no es una persona, sino Otro y una persona en todo caso, ocupa ese lugar.
NOSOTROS: "La contingencia, la encarné en el cesa de no escribirse, pues no hay allí más que encuentro, encuentro en la pareja, de los síntomas, de los afectos, de todo cuanto en cada quien marca la huella de su exilio no como sujeto sino como hablante, de su exilio de la relación sexual"[4]. Es habitual escuchar en el discurso "nos pasa", "nosotros". Responder con un "Uds" refuerza la desaparición del sujeto. Si estamos atentos a quién habla y a qué dice tendremos inmediatamente dos temas distintos. Estos temas darán lugar a un comienzo de formalización del síntoma de cada uno. Es cierto que el partenaire puede aliviar estos síntomas o acentuarlos y en general, los conflictos nacen de un mal acomodamiento de los síntomas propios de cada uno. Podremos observar distintas relaciones con el "nosotros". Quien lo abandona fácilmente y quien se aferra a él, inclusive quien lee como un cuestionamiento a la pareja, la dilución del nosotros.
La precisión sintomática de cada uno permitirá verificar la consistencia del síntoma o su alivio. Allí la respuesta psicoanalítica a la pareja comenzará a encontrar un límite, para abrir el camino del análisis a uno de ellos.
LA TRANSFERENCIA: los movimientos transferenciales de una pareja, juegan un papel muy importante. La precisión del síntoma de uno de ambos, puede ser traducido fácilmente como "se me adjudica a mí la culpa de lo que pasa". Este difícil equilibrio, provoca a veces interrupciones prematuras. Es bastante común que ciertas mujeres se quejen del mal funcionamiento del padre de sus hijos. Buscando ubicar al padre en policía de los hijos. Recordemos que una coartada de la función del padre, que lo anula como tal es ser el instrumento golpeador de la mujer fálica. Es el padre, recibido con cierta asiduidad con un "Pegále, pegále" a su hijo de 16 años, primero no conseguía acallar los gritos porque no pegaba, o no pegaba lo suficiente. Finalmente lo consiguió, y respondía automáticamente pegando. Las entrevistas que interrogaron los fundamentos de esta articulación, esta realización singular del fantasma de pegan a un niño, (en este caso no tan niño), comenzaron a hacer una pregunta. ¿Por qué tengo que pegar? Está claro que en este caso, la creencia en la mujer (síntoma del hombre) era el fundamento de los golpes. La apertura de cierto ateísmo, produjo importante consecuencias: la furia persistente de la mujer ahora con el hombre pero también con el analista, ubicado como cómplice de una conspiración contra la mujer. Esto finalizó con una separación de donde surgieron dos casas. Los tres hijos decidieron vivir con el padre en una casa permisiva sin violencias, mirada por la madre como el lógico caos de la falta de padre. La casa femenina sin lamentos por la ausencia de los hijos, se comenzó a transformar en un lugar de desfile de hombres maltratados, usados y descartados por inútiles, hasta el nacimiento de la angustia frente a la falta de amor, comienzo de la posibilidad del análisis de esta mujer violenta.
CONCLUSION: en el marco del psicoanálisis aplicado, he intentado demostrar, que hay posibilidades de respuestas con alivio subjetivo inmediato (efectos terapéuticos) en algunas circunstancias, que pueden derivar o no en un análisis.
Esta respuesta no tiene por qué abandonar ni los principios, ni los instrumentos que orientan a un psicoanalista. Seguir este camino como he subrayado diverge radicalmente de otras respuestas. Enmarcados en lo que Jacques A. Miller ha denominado "el partenaire síntoma", debemos deducir para esta práctica con parejas, las consecuencias necesarias.
De todo lo anterior concluimos que nosotros que nos quisimos tanto, podemos volver a querernos, con el alma, o bien serán los caminos diferentes que darán al amor la contingencia de los encuentros que son de su naturaleza.
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Psicología Analítica
La psicología analítica es la obra de Carl Gustav Jung y sus seguidores. También conocida como psicología de los complejos, el término aparece oficialmente en 1913 para designar una ampliación del psicoanálisis, razón por la cual se la tiene tanto por una escuela de psicoanálisis como por una tendencia de la psicología profunda, según la expresión de Bleuler para caracterizar a toda psicología que parta de la hipótesis de la existencia de una psique inconsciente.
Carl Gustav Jung (1875-1961) era un joven psiquiatra ya reconocido por la profesión cuando asumió la defensa de la obra de Freud, tanto en los foros psiquiátricos como en su propia obra, iniciada en 1902. Su estrecha colaboración desde 1907 se rompería en 1913 a instancias de Freud, para quien los desarrollos Junguianos del psicoanálisis no resultaban acordes con su propia teoría. Atrás quedarán los años en los que Jung fue el presidente de la Asociación Psicoanalítica Internacional desde su fundación en 1910 hasta el inicio de la primera Guerra Mundial. Una época en la que se constituye y alcanza una dimensión internacional (Europa y Estados Unidos) el movimiento psicoanalítico nacido en Viena alrededor de Freud a partir de 1900.
Jung empieza su vida profesional en el centro psiquiátrico más importante del momento, la Clínica Universitaria Burgöhlzli, dirigida a la sazón por Eugen Bleuler, creador de la noción de "esquizofrenia" y un facilitador del psicoanálisis durante esos años. En la Clínica Jung se familiariza con la psiquiatría del momento tanto en su aspecto terapéutico como experimental e investigador. De esa dedicación saldrán la primera lectura psicoanalítica de las psicosis, el dispositivo experimental del Test de Asociación de Palabras y la noción de "complejo", además de varios estudios de psicoanálisis infantil y criminología psicoanalítica.
En 1910 Jung se sumerge en la mitología y en 1912 presenta su idea de inconsciente colectivo, elabora una concepción energetista de la libido y en la clínica considera más importante el conflicto actual que el infantil. Tales modificaciones no fueron consideradas pertinentes por el psicoanálisis de entonces, como tampoco lo serían ninguna de las presentadas por los distintos autores que jalonan esa historia de cismas que es el psicoanálisis. Después de más de un siglo de psicoanálisis y sobredosis de psicoterapias, todo eso es agua pasada. Hay muchas síntesis que articulan parcial o totalmente diferentes puntos de vista en psicoanálisis, psicología y psiquiatría, dando lugar a múltiples abordajes al sufrimiento.
La psicología analítica parte de la existencia de un inconsciente colectivo en la psique de cada individuo, de modo que la consciencia, ligada al yo, no sólo ha de vérselas con los contenidos propios de lo inconsciente personal, los complejos, personalizados en lo que Jung llama sombra, sino con todos los contenidos transpersonales que moran en nuestro interior, los arquetipos. La relación de este yo -un complejo entre los demás, pero dotado de consciencia- con lo inconsciente colectivo a lo largo de la biografía constituye el proceso de individuación, o autorrealización psíquica. Este proceso, entendido como una articulación de opuestos psíquicos que se presenta en forma de conflictos, compensaciones y complementariedades, consiste en la diferenciación consciente por parte del individuo de dos grandes sistemas de opuestos: individual/colectivo y consciente/inconsciente. Dentro de éstos se incluyen externo/interno, antes/después, sí/no o cualquiera de los opuestos que la consciencia establece para configurar una realidad desde lo Real.
El proceso de individuación tiene la naturalidad del crecimiento y como tal sigue las fases de la vida desde la infancia a la senectud, con sus diversas características. En cada momento dominan distintos aspectos biológicos, sociales, arquetípicos que van sacando a la luz el carácter del individuo, su individualidad psíquica, que Jung llama sí-mismo, sujeto tanto de la conciencia como de lo inconsciente. El despliegue del sí-mismo como articulación de arquetipos en el proceso de individuación es el objeto específico de la psicología analítica.
La psicología analítica define una estructura de la psique y una energía que explica su dinámica. Esta energía es la libido, expresada en el interés que muestra el sujeto hacia sus diversos objetos. Conducida por ese interés, la consciencia se amplía y diferencia. La libido sigue las leyes de la energía en cuanto se produce gracias a un gradiente de potencial -el conflicto psíquico-, se conserva en los procesos de comprensión y se degrada en sistemas cerrados. Presenta una dirección en el tiempo -progresión/regresión- y el espacio -extraversión/introversión.
En cuanto a la estructura de la psique, en un primer momento Jung delimita los sistemas de la consciencia, lo inconsciente personal -que integra el subconsciente y lo inconsciente freudianos- e inconsciente colectivo. Más adelante la define según los arquetipos persona, sombra, ánima/animus y sí-mismo. La dialéctica entre persona (el arquetipo de lo social) y sombra permite la diferenciación del yo, que en la dialéctica con su contraparte sexual inconsciente (ánima en el varón, ánimus en la mujer) da fe del sí-mismo. Éste, en contacto con lo Real a través del alma del mundo expresada en las sincronicidades, hace consciente el unus mundus, lo Real.
La constitución y diferenciación de esas figuras ocupa el proceso de individuación, cuya consciencia relativa es la meta del análisis. Un análisis que consiste en procurar el diálogo entre consciente e inconsciente. Un instrumento específico para llevar adelante ese diálogo es la imaginación activa, basada en la función trascendente, que vincula consciente e inconsciente y permite la transformación psíquica. El otro método fundamental es la interpretación de los sueños, para la que Jung define un nivel objetivo y otro subjetivo, recomienda el estudio de las series de sueños y elabora un concepto de símbolo onírico coherente con la hipótesis de lo inconsciente colectivo.
Con estas herramientas conceptuales Jung va creando una psicología, aunque su interés no es tanto elaborar un sistema cuanto ayudarse de una serie de conceptos e hipótesis para enfrentar las necesidades clínicas. Surge así su tipología en 1921. Definiendo cuatro funciones psíquicas en oposición, pensar/sentir como actos judicativos y sensación/intuición como actos dados, considera cuatro tipos psicológicos ideales con una función dominante, con su opuesta infradesarrollada y las otras dos actuando de auxiliares. Según sea la actitud dominante extravertida o introvertida los cuatro tipos se doblan en ocho, constituyendo así una caracterología aproximada que permite orientarse en la clínica y explicar muchos de los conflictos interpersonales y elecciones de objeto.
En una primera formulación, la psicoterapia consiste en atender a los movimientos y transformaciones de la libido, siguiendo sus procesos de investidura de los diversos objetos. Estos objetos, imágenes en su inmediatez psíquica, pueden ser asociados a los diversos niveles de la psique. En el nivel de lo inconsciente personal forman parte de los complejos, en el de lo inconsciente colectivo, de los arquetipos. La investigación de los complejos remite a la historia personal, las experiencias vividas por el individuo. El estudio de los arquetipos remite sin embargo a la especie humana en su despliegue histórico. Estos dos niveles constituyen los aumentos de microscopio que la psicología analítica considera imprescindibles.
La obra de Jung se constituye a lo largo de sesenta años. Sus primeras publicaciones, las conferencias del club universitario Zofingia, datan de 1896-99, y de 1902 es su tesis de licenciatura Acerca de la psicología y patología de los llamados fenómenos ocultos. Puede verse una evolución y una complejidad creciente desde sus iniciales escritos psiquiátricos de la primera década del siglo XX a los últimos textos alquímicos a partir de 1944. Los libros fundamentales de este periplo son: La psicología de la demencia precoz (1907), Transformaciones y símbolos de la libido (1912), Tipos psicológicos (1921), Las relaciones entre el yo y lo inconsciente (1928), Psicología y alquimia (1944), La psicología de la transferencia (1946), Aion (1951), La interpretación de la naturaleza y la psique (1952), obra que reúne los estudios de Jung sobre la sincronicidad y un largo artículo de W. Pauli, y Mysterium coniunctionis (1955-56), además de una multitud de artículos especializados.
La psicología analítica no sólo es creación de Jung, también lo es de los discípulos y colegas que estuvieron cerca de él y de quienes posteriormente han ahondado en su perspectiva. Agrupados desde 1916 en los clubes psicológicos -el primero en Zúrich y poco después en Inglaterra (1922), la costa este norteamericana (1936) y, a partir de 1939, Alemania, Francia e Italia-, en 1948 se crea el Instituto C.G.Jung de Zúrich y en 1955 la Asociación Internacional de Psicología Analítica. En cuanto a la relación de Jung con otros estudiosos, tan importante para la profundización en los conocimientos necesarios para la elaboración de la psicología analítica, contó desde 1933 con los encuentros anuales Eranos.
Los psicólogos analíticos han ido dejando una sugerente obra propia que amplía y modifica las concepciones de Jung. Para situar a estos autores se han propuesto varias clasificaciones. La más generalizada se debe a Samuels, quien establece tres escuelas o paradigmas que orientan la clínica y la investigación: clásica, centrada en el sí-mismo, evolutiva, que atiende centralmente al proceso de individuación, y arquetipal, orientada más bien al juego de los arquetipos. Últimamente, este autor añade un cuarto grupo, que llama fundamentalista, cuya apelación lo dice todo.
Pueden encontrarse confluencias de la psicología analítica con el psicoanálisis en todas sus escuelas, la psicología profunda y la psiquiatría existencial. En cuanto a sus influencias, se rastrean en las psicologías sistémica, humanista, evolutiva y transpersonal y, más allá del campo específico de la psicoterapia y la psicología, en el estudio de las artes plásticas, la literatura, la ciencia de las religiones, la antropología, la epistemología y la política.
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La mirada del psicoanálisis a la infidelidad
Las situaciones de infidelidad no son todas iguales. No pueden colocarse en la misma cesta, por ejemplo, las relaciones extramaritales de una sola vez, quizás más ligadas al momento y a la oportunidad, que a las relaciones de mediano y hasta largo plazo, donde otros aspectos además del sexual son parte componente.
En todo caso, se trata de la violación de un acuerdo, de un convenio establecido explícitamente por la mayor parte de las parejas: el de la monogamia (del cual participan la mayor parte de las parejas de novios, esposos, parejas del mismo sexo, etcétera). La infidelidad es vivida en casi todos los casos de manera muy intensa como una traición a la relación. Pittman (1989) piensa que el término debe reservarse para una relación sexual fuera de un vínculo monógamo o su equivalente. Sin embargo, lo que se entiende por relación sexual difiere ampliamente entre las diversas parejas, pero generalmente se refiere al contacto de las zonas genitales con personas ajenas a la relación.
Sea cual fuere el convenio de monogamia establecido por la pareja, la infidelidad consiste en la ruptura de ese acuerdo que funciona como ideal conjunto. Caso aparte son las parejas donde las relaciones extramaritales son consentidas por ambos miembros y que por lo tanto no deben considerarse “infidelidad”.
Temas como el flirteo con conocidos o compañeros, las citas clandestinas, o el contacto corporal erógeno sin relaciones sexuales, por un lado, y las reuniones o comunicaciones con las ex-parejas, por el otro, suelen ser temas intensamente discutidos en relación a la ocurrencia o no de una infidelidad. A veces, también las fantasías sexuales con personas ajenas a la relación primaria, sean personas conocidas o simples personajes imaginarios.
Los motivos del infiel
Quizá lo que establece más notoriamente el carácter de traición o infidelidad sea el secreto y la mentira, el intento deliberado de desorientar a la pareja respecto a la ruptura del acuerdo de monogamia. El énfasis en este aspecto pretende superar las definiciones descriptivas del término. El hecho de que una situación con un tercero sea propositivamente mantenida fuera del conocimiento de la pareja debido a sus implicaciones afectivas o sexuales, manifiestas o implícitas, define más acertadamente lo que significa infidelidad que cualquier otra descripción de conductas o situaciones. Esta definición de infidelidad intenta asimismo enfatizar el carácter intraconyugal de la ruptura del acuerdo, mientras que el término adulterio probablemente debería reservarse más bien para la violación del acuerdo extraconyugal, es decir, legal o religioso.1
No está de más recordar el otro sentido de la palabra “infiel”: el que ha perdido la fe. Desde un punto de vista psicodinámico, las relaciones de infidelidad —su origen, sus mecanismos, su funcionamiento— se asemejan en casi todo a lo relacionado con el enamoramiento (poseen un carácter temporal, es decir, son “poco duraderas”, e involucran una intensa dosis de irrealidad, fascinación, ilusión y transitoriedad). Por último, las relaciones sexuales, como tales, muchas veces son un ingrediente secundario.
Mecanismos de enamoramiento en la pareja
En términos estadísticos o epidemiológicos, tres cosas aparecen claras: que la infidelidad femenina cada vez se acerca —o ha llegado ya— a los porcentajes masculinos (lo cual se explica en que la posibilidad de expresión sexual en hombres y mujeres se iguala, al menos en ciertas capas sociales); que las situaciones de infidelidad se presentan en no menos de la mitad de todos los matrimonios o relaciones conyugales (incluídos los vínculos amorosos estables entre personas del mismo sexo); y que la aparición del sida no disminuyó la ocurrencia de aventuras extramaritales, por lo menos en el grado en que se pronosticaba, y si acaso han variado ligeramente en sus prácticas (la utilización del condón, el sexo oral en vez de la penetración, la masturbación mutua, etcétera).
Muchas veces el descubrimiento de una infidelidad es sólo el último paso de una relación que ha venido deteriorándose desde tiempo atrás —a veces sin conciencia total por parte de sus integrantes—, y frecuentemente es el motivo manifiesto de la consulta con un especialista. La necesidad de identificar la situación de infidelidad como punto de expresión de una cadena de eventos, circunstancias y coincidencias que le han antecedido y que fueron determinando su gestación, debe considerarse como uno de los principales puntos diagnósticos a explorar en la consulta inicial con parejas en estas circunstancias, y normalmente establecerá el pronóstico de la terapia y de la pareja. El peor pronóstico lo presentan las parejas que tienden insistentemente a atribuir la infidelidad a situaciones del destino, la cultura o el género; a la seducción, insistencia o atractivos del amante; o a la degradación o maldad de la pareja.
Etiología de una infidelidad
Una situación de infidelidad, sea que se presente como ocasional o como crónica, generalmente refleja, a la manera de un síntoma, un debilitamiento de los lazos emocionales que se dan en una relación de pareja a consecuencia del aumento de los mecanismos de escisión (división, separación) e identificación proyectiva (modificación del vínculo o la relación para adaptarlo a las necesidades inconscientes personales) en uno o ambos compañeros, a la vez que se intenta mantener inalterada y preservada una parte del vínculo con la pareja, es decir, los aspectos de la relación que se sienten necesarios para la continuidad personal, conyugal, familiar o social.
En otras palabras, los mecanismos psicológicos involucrados en el nacimiento, desarrollo o finalización de una relación extramarital no son más que una forma apenas exacerbada de los mismos mecanismos que han estado operando en el vínculo “normal”. Los mecanismos de manejo de emociones y ansiedades que van estableciendo su marca o su sello en la relación amorosa, particularmente en cuanto a su capacidad de “dividir” o parcializar los intercambios, al final dan lugar a una modalidad más de esa fragmentación de la relación a través de la infidelidad. Puede decirse entonces que en una situación de este tipo se divide “afuera de la relación” lo que de hecho ya se divide “dentro” del vínculo. Se coloca en una tercera persona lo que normalmente se ha venido escindiendo o dividiendo ya en el compañero.
Manejo terapéutico
Los terapeutas de pareja intentamos reconocer los patrones de cooperación inconsciente (colusión) involucrados en una infidelidad y establecer las formas en las que este evento expresa la división, la identificación proyectiva y la represión de aspectos dolorosos o que generan ansiedad de las relaciones emocionales que la pareja no ha podido manejar.2
El análisis de los mecanismos de escisión es fundamental, ya que una infidelidad normalmente involucra varios tipos simultáneos de escisión, por ejemplo, entre relaciones “buenas” y “malas” (ubicadas naturalmente entre la pareja marital y la extramarital), entre sexualidad y vínculo amoroso; entre relación física y relación de compromiso, entre excitación restringida temporalmente y vínculo a largo plazo, etcétera. En especial, entendemos la situación de escisión como originada en el interior de cada uno de los miembros de la pareja a consecuencia de la imposibilidad de elaborar las tensiones, ansiedades y conflictos de la relación, y la posterior ubicación de estos aspectos internos sobre personajes externos: la pareja y el compañero extramarital. Un ejemplo típico sería la proyección de imágenes excitantes y ansiedades culpígenas sobre el compañero extraconyugal, mientras que las ligas nutrientes y las necesidades de seguridad se mantienen controladas en la pareja marital.
Estos mecanismos de escisión se encuentran funcionando normalmente desde bastante tiempo atrás dentro de la relación de pareja —a veces desde el inicio mismo del noviazgo—, y lo que establece el surgimiento de la infidelidad es simplemente la incapacidad por ambos miembros de seguir manteniendo esta escisión dentro de los límites de la relación de pareja, involucrando ahora en forma erotizada a otras personas a través de una relación corporal o afectiva.
La situación de infidelidad expresa el fracaso y consecuente crisis de los modos habituales de manejo en una relación de pareja. Si bien se calcula que las infidelidades están detrás de aproximadamente 60 por ciento de las intenciones de divorcio (muchas parejas no expresan legalmente esta situación por no complicar los trámites de separación), en opinión de otros autores, aproximadamente la mitad de las parejas que descubren una infidelidad y que deciden permanecer juntas recomponen su relación, integran afectos, sentimientos y fantasías, elaboran escisiones y, con mayor o menor grado de dolor y confrontación, solidifican su vínculo sobre bases más realistas. Por supuesto, las posibilidades de este resultado dependen en buena medida del nivel de funcionamiento previo alcanzado, del tipo de patología, de los mecanismos de defensa, las estructuras de personalidad, las ansiedades individuales y de pareja, así como de esos otros aspectos intangibles, indefinibles y sorpresivos que inescrutablemente suelen estar en la base de una relación amorosa.
1 Pittman, F. (1989). Mentiras privadas. Buenos Aires: Amorrortu, 2003.
2 Sharff, D. y Savege Sharff, J. (1991). Objects Relations Couple Therapy. Maryland: Jason Aronson, 2004.
Vínculo.
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Un enfoque humanista de la terapia de pareja
Vivir de manera independiente es sencillo y cómodo, el verdadero reto es vivir en pareja. La pareja es alguien que nos ayuda a crecer. Pero para conseguirlo, se requiere no sólo del amor, se requiere del compromiso, de la disposición para COMPRENDER al otro, disciplina, constancia, disposición a entender a la persona, deseos de que sea feliz y una buena comunicación para ser claros en lo que estamos dispuestos y a lo que no en la relación.
Muchas veces, cuando sentimos que todo está mal y tenemos mucho miedo de reconocer que estamos en crisis por las consecuencias que eso pudiera tener, tal vez nos asusta pensar que, si reconocemos que tenemos problemas en la pareja, eso generará el final de la relación. Pero eso no tiene por qué ser así. Todo lo contrario: si no atrevemos a reconocer que hay problemas o conflictos, tenemos la oportunidad de cambiar lo que está mal y hacer uso de nuestros recursos para mejorar la relación. Los conflictos no son nuestros enemigos, son la fuente de información que nos indica cuando algo está mal en la relación y es necesario transformar algunos de nuestros patrones de comportamiento.
Cuando hemos perdido el camino y, aunque sigamos amando a la persona sentimos que ya no sabemos qué hacer para que
nuestra relación funcione, la terapia gestalt puede ser una opción para encontrar recursos que nos ayuden a:

- Tomar consciencia de las cosas que estamos haciendo juntos para que las cosas no estén funcionando.
- Darnos cuenta que la responsabilidad es de ambos, no sólo de uno.
- Aprender a expresar nuestras necesidades de manera clara.
- Aprender que el o la otra es alguien diferente a nosotros y que, por lo tanto, sus necesidades son diferentes.
- Comunicarnos de una manera más efectiva para que los mensajes que le enviamos a nuestra pareja sean más claros.
- Al lograr una mejor comunicación, tengamos más la posibilidad de que el otro esté dispuesto a ayudarnos.
- A cambiar las exigencias hacia nuestra pareja por peticiones.
- A modificar el sentirnos obligados a dar algo en la relación a hacerlo como un regalo a la persona que amamos porque es importante para él o para ella y le ayudará a sanar heridas o a cubrir necesidades muy antiguas.
- A cambiar la percepción de que la pareja es una lucha de poder y ver nuestra relación como una posibilidad de colaborar juntos para ser felices.
- A darnos cuenta de que en la relación se conjuntan dos individualidades y una tercera entidad, la relación, y por lo tanto hay que atender tres tipos de necesidades diferentes, la de cada uno y las necesidades de la pareja en sí, que son muy distintas a las individuales.
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Gabriel Rolón: "Freud y Lacan estarían a favor de la diversidad sexual"
Cuando el psicoanalista y escritor Gabriel Rolón abrió las puertas de su casa para la entrevista con LA NACION no puso condiciones. Se dispuso a hablar durante más de una hora sobre el lado B del amor, esa contracara a la que no se le dedica demasiado análisis. También hubo tiempo para conversar acerca de la diversidad sexual.
Quien sigue las reflexiones de Rolón sabe que, desde que en la Argentina se empezó a discutir el proyecto de ley de matrimonio igualitario, él se manifestó a favor y expuso sus razones. Incluso fue uno de los especialistas que disertó en el Congreso.
En una entrevista que dio en el programa La Mañana, que conduce Víctor Hugo Morales en radio Continental, el día previo al debate frente a los legisladores dijo: “A la hora del amor no importa el género”. En un tramo de la entrevista, aclaró: “No es cierto que haya una mayor tendencia a que el chico mantenga la condición sexual de sus padres”. Y agregó: “Además, cuando dice que se corre el riesgo, ya se está hablando de la homosexualidad como algo peligroso. Es un pensamiento de características nazis”.
Por si su opinión no queda clara, en su Facebook posteó hace un tiempo: “La homosexualidad no es el acto perverso de alguien que somete a otro a padecer algo aberrante, sino la elección consciente de dos personas, en la cual uno no es el objeto de goce del otro, sino que ambos se constituyen en sujetos del amor”.
Es decir, que la perversión se daría cuando alguien pone al otro en lugar de objeto y se comenten actos no consentidos, como por ejemplo, un abuso intra o extrafamiliar; casi en el 95 % de los casos los abusos se dan de parte de personas heterosexuales, sobre todo de “padres de familia ejemplares” para “el afuera”: papás biológicos, padrastros, tíos y abuelos.
En este reciente encuentro con Rolón, vuelve a dar respuestas que ayudan a pensar en la diversidad sexual, en las razones por las cuales a algunas personas les cuesta tanto respetar a los demás.
Cuando se le consultó por qué apoya al gobierno de Cristina Kirchner, respondió: “Porque tiene la personalidad como para estar en un cargo complejo. De sus medidas me gustan la asignación universal, el matrimonio igualitario, el juicio a los genocidas”.
- ¿Por qué cree que las relaciones entre personas del mismo sexo generan tanto rechazo en ciertas personas?
- Todavía hay una tendencia en un sector de la población a creer que el ser humano es natural y no social. Cuanto más arraigado está eso más resistente es la gente. Esta idea de que Dios creó al hombre y a la mujer vinculada a la cuestión de la procreación vuelve aún más inexplicable la diversidad sexual, porque no pueden pensar que el sujeto humano es una construcción social.
- ¿Qué cree que dirían Freud y Lacan hoy acerca de la diversidad sexual y la homofobia?
- Creo que Freud y Lacan estarían a favor de la diversidad sexual. Fueron dos pensadores que estudiaron acerca de que no hay nada natural en la sexualidad. A la hora de amar se puede no seguir modelos naturalizados como tales. ¿Lo de la homofobia? No admite mucha discusión, está dicho en el mismo término: es una enfermedad.
- ¿Se puede hablar de cuestiones psicoanalíticas en los medios sin banalizar lo que se expone?
- El psicoanálisis no puede desconocer la existencia de la radio, de la tv, de los medios de comunicación. Es como si después de Gutenberg hubiéramos decidido no imprimir libros y seguir con la transmisión oral. No se puede hacer clínica por tv, pero sí sostener desde allí un lugar en la cultura en la que estamos insertos. Hablar con contenido, sin banalizar se puede elegir como camino para hablar de muchos temas.
Bonus track: En las vísperas de la aprobación del proyecto de ley de matrimonio igualitario el Lic. Alejandro Viedma, psicoanalista colaborador de este blog, reflexionaba en sintonía con lo que expone Rolón. Comparto el audio del programa de radio en el que Viedma ayuda a pensar, entre otras cosas, en la necesidad de priorizar las funciones de paternidad/maternidad y no lo biológico, es decir, la genitalidad de esos padres.
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Parejas que perduran
¿Cuál es la estrategia para que las parejas perduren?
No existen fórmulas mágicas ni recetas para eso, sin embargo, existen ciertas herramientas que pueden ayudar a que las parejas logren trascender los periodos difíciles, las crisis o las adversidadesy seguir juntos y, si las analizamos, llegaremos a la conclusión de que estas herramientas tienen mucho que ver con las actitudes que asumen laspersonas resilientes, es decir, aquellas que han desarrollado las habilidades necesarias paraenfrentar las crisis y el dolor que son elementos innegables de la existencia humana.

Lo que hace falta, en realidad, es un ingrediente fundamental que consiste en estar conscientes de las necesidades personales y de las necesidades de la pareja. Como dice Joan Garriga, el terapeuta gestalt y constelador autor del libro El buen amor en la pareja, cuando dos personas se aman de verdad, quieren que el otro sea feliz y procuran estar al pendiente de sus necesidades para ayudarle a cubrirlas y hacerlo feliz con ello.
John Gottman, terapeuta en los Estados Unidos que es capaz de saber si una pareja se separará con tal sólo escucharlos hablar 5 minutos, ha dedicado muchos años a investigar en qué se basa el éxito de aquellos matrimonios que perduran a lo largo de los años y ha identificado varias cualidades básicas que, a mi parecer personal, tienen mucho en común con las actitudes de la personalidad resiliente. La personalidad resiliente, cabe mencionar, es aquella es que capaz de superar las adversidades y salir fortalecido de ellas.
Veamos ahora cuales son esas cualidades que menciona el autor:
Admiración

Colaboración

3. Conocerse mutuamente
En otro experimento, se les pidió que describieran a su pareja o los gustos y aficiones de ésta. Aquellos con una vida conyugal más exitosa eran capaces de hacerlo al detalle y se dejaba percibir el interés que estas características despertaban en la persona. Había pasión en sus palabras, a comparación de los que no tenían gran probabilidad de permanecer juntos, quienes utilizaban una o dos palabras para referirse a sus parejas o a sus gustos.
En este sentido, yo considero que también estamos hablando de una habilidad de resiliencia, pues para una persona que sabe enfrentarse a las adversidades, también es muy importante conocer a aquel que tiene a su lado, interesarse por él o ella no sólo en las cosas generales o muy importantes, sino también en los pequeños detalles, pues con eso están demostrando que el otro les importa y lo valoran plenamente.
Aprender de los problemas

Ésta es una de las características más importantes de la personalidad resiliente, la búsqueda de sentidode los problemas y las adversidades y la capacidad para aprender y salir fortalecidos de ellas.
Apreciar las diferencias de uno y otro

Esta flexibilidad y la capacidad de ver al otro como alguien diferente y con derecho a su propia individualidad es, también, una caráctertica que podemos considerar resiliente.
En conclusión, la clave para que una pareja se mantenga unida en el tiempo, no tiene que ver conprácticas extremas ni conductas imposibles. Todo lo contrario, tiene que ver con una actitud resiliente, es decir, con amor, aceptación incondicional, apoyo, paciencia, compasión, empatía y buena voluntad, todas las parejas pueden lograr permanecer juntas a lo largo de muchos años.

Ya sea por las ocupaciones de la vida diaria, por cuestiones laborales o por estar enfocados en la crianza de los hijos, muchas parejas comienzan a ignorarse y dejan de conquistarse. Por lo tanto, si tú estás decidido a continuar con tu pareja, puedes convertir tu relación en un vínculo que sea duradero y, lo más importante, feliz.
Para lograrlo, no pierdas de vista las sugerencias del señor Gottman que podríamos resumir, en las propias palabras del autor, de la siguiente manera:

La crítica y el estar a la defensiva se encuentran en todas las relaciones. La diferencia es que un maestro de las relaciones notará que las cosas no marchan y hará un intento de reparación.
No se trata de ser sexy o atractivo, sino de estar interesado en su pareja y de ser receptivo y conocer al otro, y comprender lo profundo y fundamental de la pareja. Es una decisión de cada momento el estar interesado, el ser obsequioso”
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Psicoanálisis, Pareja y Transferencia
Principales conceptos psicoanalíticos referidos a la pareja y sus terapias
En 1912, en “Totem y Tabú”, Freud describía los estados amorosos como los prototipos normales de las psicosis; “El hombre, permanece en cierta medida narcisista, incluso después de haber encontrado objetos externos para su libido; las investiduras de objetos hacia los que tiende son, de algún modo, emanaciones de la libido que queda ligada al yo (moi) y ellas pueden ser reintegradas nuevamente en ella. Los estados amorosos, tan curiosos psicológicamente, que son los prototipos normales de las psicosis, corresponden al nivel más alto de esas emanaciones respecto al nivel de amor hacia sí mismo” (pág. 209, traducido del alemán por Marielene Weber).
En 1921, en “Psicología de las masas y análisis del yo”, Freud ponía el acento en el estado amoroso sobre la “formación de masa de a dos” (Massen bildung), caracterizada por los fenómenos de indiferenciación psíquica de las relaciones de objeto narcisista.
Él decía; “No hay manifiestamente mucha distancia del estado amoroso a la hipnosis, las concordancias entre ambos son evidentes, la misma humilde sumisión, la misma docilidad, la misma ausencia de críticas hacia el hipnotizador así como hacia el objeto amado, la misma reabsorción de la iniciativa personal; sin duda alguna el hipnotizador ha tomado el lugar del Ideal del yo. Simplemente, en la hipnosis, las relaciones son incluso más nítidas y más intensas, si bien convendría explicar más la hipnosis por el estado amoroso que al revés”.
Más adelante el autor agregaba: “Pero, por otra parte también podemos decir que la relación hipnótica representa, si se puede usar esta expresión, una formación de masa de a dos. La hipnosis no se presta tanto a la comparación con la formación de masa, pues ella es idéntica a esta. La hipnosis se desvía de la formación de masa en grupo por la limitante del número, asimismo lo hace del estado amoroso por la ausencia de tendencia directamente sexual. En este sentido, ella se ubica entre las dos”.
A partir de “Tótem y tabú” y de “Psicología de las masas y análisis del yo”, emerge una idea esencial: los fenómenos de indiferenciación, es decir los fenómenos de masa, están en el origen de un cuerpo común imaginario y de una psiquis común imaginaria de la pareja, del grupo o de la familia.
La elección del partenaire sexual se hace –para Freud- (“Para introducir el narcisismo”, 1914), según dos modalidades:
-la elección de objeto narcisista: es “un tipo de elección que se opera sobre el modelo de la relación del sujeto consigo mismo y en la cual el objeto representa a la propia persona bajo tal o cual aspecto”. (J. Laplanche y J.B. Pontalis).
- La elección de objeto por apuntalamiento: es “un tipo de elección de objeto en el que el objeto de amor es elegido en base al modelo de las figuras parentales, por cuanto ellas aseguran al niño alimento, cuidados y protección. Ella tiene su fundamento en el hecho que las pulsiones sexuales se apuntalaban originalmente en las pulsiones de auto- conservación” (J. Laplanche y J.B. Pontalis).
Didier Anzieu subrayaba- en 1986- que uno de los fantasmas de base de la pareja es que ella posee una piel común, un cuerpo común y una psiquis común.
“¿Por qué vivimos en pareja?”, se preguntaba Didier Anzieu. “… La razón originaria parece ser el miedo a la soledad, la necesidad arcaica de un apuntalamiento de las funciones psíquicas en un objeto primordial, la necesidad de precaverse de la angustia ante un retorno al estado de desamparo ante las frustraciones, fracasos y stress de la existencia. El objeto primordial es el que antaño nos protegió de ese desamparo. El enamoramiento aporta la revelación, en el sentido casi religioso del término, de que esa persona es una rencarnación del objeto primordial. En el estado de exaltación amorosa, que en general es el estado fundador de la pareja, por lo menos en la cultura occidental, se instaura la doble creencia de que el partenaire es el objeto que importa por sobre todo para mí y que él mismo tiene el deseo de ser ese objeto primordial para alguien, yo, en este caso, así como la madre quiso serlo en otras épocas para su pequeño, quien, por su parte, la ponía en el lugar de ser ese objeto”.
En su Introducción al estudio de las funciones del Yo-piel en la pareja, Didier Anzieu (1986), describía la ilusión dual o gemelar fundadora de la pareja, a la manera de la ilusión grupal fundadora del grupo. “La primera experiencia de la pareja, escribe D. Anzieu, hecha por dos partenaires jóvenes, comienza generalmente por una fase de ilusión dual. Las eventuales experiencias ulteriores de pareja, sostenidas con otros partenaires, tienden a reproducir esta fase tanto de forma atenuada como exacerbada.
Dicha ilusión resulta fundadora para una pareja joven y al mismo tiempo ella la funda como pareja de partenaires que son o que quieren volver a ser jóvenes. La fase siguiente, de desilusión, puede acarrear ya sea la disolución de la pareja, que reconoce con amargura y resentimiento haber estado ciego, o bien, a través de una crisis y su superación, la reorganización de las relaciones de objeto entre sus miembros y la evolución de las funciones psíquicas ejercidas hacia el otro, efectuándose esto gracias al enmarcado por nuevos fantasmas de piel familiar”.
Esta pareja, agregó D. Anzieu, es “una pareja de gemelos imaginarios, unisex y, en último término, intercambiable. Tal ilusión resulta ser fundadora para una pareja joven”.
La fase siguiente de desilusión es una segunda etapa que toda pareja deberá franquear.
Cinco destinos son entonces posibles, según D. Anzieu:
-Primero: “El otro es señalado como responsable de desilusión, la falta es del otro, dice, si el maravilloso enamoramiento recíproco y originario ha desaparecido, la culpa es del otro, quien no quiere o no puede compartir todo de su vida psíquica. La escena conyugal inicia entonces un proceso de ruptura”.
- Un segundo destino consiste en revivir la fascinación amorosa respecto a una tercera persona, intentando al mismo tiempo mantener la estabilidad de la primera pareja, la constancia del objeto primordial. Uno de los dos partenaires se consigue un amante o una amante.
-Un tercer destino permite que la pareja perdure transformando su espacio imaginario, reorganizando sus relaciones internas y con el exterior, volviéndose un sistema relativamente abierto, sustituyendo al motivo originario de conservar la ilusión gemelar, un motivo menos conservador, más regulador, más evolutivo. La piel común de la pareja subsiste, pero más alivianada; ella ya no es exclusiva. Cada partenaire se dota, en el seno de la pareja, de un yo-piel singular.
-Cuarto destino: la escena conyugal se instala como modelo habitual de relación intra-pareja.
-Un quinto destino consiste en sustituirle a yo-piel de la pareja, una piel familiar fantasmatizada que se crea con el nacimiento de un primer hijo, gracias al fantasma de auto-engendramiento familiar y a la aparición de una ilusión familiar.
D. Anzieu agrega: “El trabajo psicoanalítico con parejas en dificultad hace aparecer a menudo que cada uno de los partenaires ha sido muy dependiente en su infancia, si bien de manera diferente, de la imagen materna y que no pudo separarse de su familia de origen más que llevando consigo la piel imaginaria de esa madre. Su pareja se envuelve en esas dos pieles imaginarias maternas estructuradas según la doble….., que describí en mi obra “El yo-piel”, como típica de la envoltura narcisista idealizada. Al interior de esta los dos jóvenes se sienten consagrados al proyecto de una unión excepcional”.
Por ejemplo, una mujer le dice a su marido en el curso de una terapia de pareja: “Yo lo conozco tan bien que podría hacer su autorretrato, escribir su autobiografía”.
En una sesión de psicodrama, uno de los miembros de la pareja propone jugar a la separación de su pareja, pero no poseen sino un corazón y un pulmón en común. Será necesario entonces hacer intervenir en el juego a un cirujano y un juez para decidir la partición imposible: ¿quién tendrá a la vez el corazón y el pulmón? ¿Quién morirá?
En otra parea, respecto a su unidad conyugal, la mujer decía: “Tenemos una tercera pierna común que nos permite caminar con el mismo paso”.
El nacimiento del fantasma del cuerpo común de la pareja es-desde nuestra perspectiva- consustancial al fantasma de engendramiento recíproco, es decir al fantasma de auto-engendramiento de la pareja. Este fantasma está en el origen de ese cuerpo común imaginario, ideal y omnipotente.
Todas las ilusiones están estructuradas en base a este modelo.
Así, en una terapia psicoanalítica de pareja, la mujer expresa los siguientes pensamientos: “Antes, decía, vivíamos en autarquía, nos alimentábamos cada uno, estábamos en plena forma en todos los planos, no necesitábamos nada más. Éramos independientes”. Luego ella agrega: “cuando se tiene a alguien sólo para sí misma, es embriagador”. Su marido agrega: “Es una necesidad”. “Sí, responde ella, pero la madre hay que compartirla con los hermanos y hermanas, mientras que aquí, es una madre sólo para una misma y al mismo tiempo cada uno es la madre sólo del otro ¿Entiende usted? Sabe, concluye ella, es un vínculo muy fuerte, mucho más fuerte que con la madre”. Esta mujer agregaba, de un modo paradojal: “Yo pude rehacer el mismo camino de forma diferente”. Cuando ella comparaba la relación con su madre y la que estableció con su marido.
De manera similar en que René Kaës (1975) describe El aparato psíquico grupal, André Ruffiot habla de aparato psíquico familiar.
Respecto a la pareja podemos hablar de aparato psíquico conyugal. Estos autores toman en cuenta simultáneamente el espacio intra -psíquico y el espacio inter-psíquico intermediario, trátese del grupo, de la familia o de la pareja.
El espacio inter-psíquico es el lugar psíquico en el que se ponen en común los fantasmas. En este espacio el fantasma es compartido, es común a ambos miembros de la pareja. Esta comunidad de ideales y de interdicciones del espacio psíquico intermediario, pertenece a la vez a cada uno y a la pareja. El espacio inter-psíquico privado, discreto, es normalmente sin la menor duda, desarrollado, pero él no impide la constitución y preservación de un espacio individual, intra-psíquico, íntimo y secreto (A. Carel, 1992).
En las relaciones patológicas de pareja, por el hecho de las confusiones nacidas de la masividad de las identificaciones narcisistas adhesivas o proyectivas, dado incluso el hecho de los engranajes perversos, ese espacio intermediario fantasmático transicional desaparece en pro de actuaciones y de confusión entre los miembros. El espacio transicional intermediario tiende a desaparecer en pro de la tópica interactiva que designa, según Paul-Claude Recamier: “…La organización particular que solo permite dar cuenta de los procesos psíquicos cuya unidad (que no puede percibirse en el solo límite intra-psíquico) se lleva a cabo entre varias personas (pareja, familia, grupo, sociedad) en virtud de interacciones inconscientes obligadas. Ilustrados por el proceso de engranaje y de participación confusional, así como por las defensas interactivas, esta tópica es la que emerge y prevalece en el juego de los fantasmas no-fantasmas que circulan en toda patología narcisista grave. La tópica interactiva es un derivado de la tercera tópica, que designa la organización del real en tres registros: interno, externo e intermediario”. (P-C. Recamier, 1993)
Es la pareja en tanto objeto la que está sobre -investida en detrimento del individuo: el ‘Nosotros’ está sobre-investido en perjuicio del ‘Yo’.
Podemos agregar que esta elección de objeto amoroso se establece seguramente a partir de “un conocimiento” de la familia interna del partenaire. Estos fenómenos se relacionarían con los de la resonancia fantasmática , la interacción fantasmática intensa entre los miembros de la pareja. Las representaciones familiares predominantes son edípicas o preedípicas (Antoedipienne).
Así, un sujeto estructurado bajo una modalidad edípica, hace una elección comúnmente de un partenaire estructurado desde la misma modalidad edípica prevalente. Esto señala la elección de objeto por apuntalamiento.
Igualmente, un sujeto estructurado predominantemente desde un modo anti-edípico (antiedípico designa la organización esencial específica del conflicto originario), es decir incestuoso, habitualmente elige un partenaire organizado según ese mismo registro anti-edípico. Esto señala la elección de objeto narcisista.
Señalemos que-según P-C Recamier- incestuoso “designa y califica lo que en la vida psíquica individual y familiar lleva la marca del incesto no fantasmatizado”.
Recordemos también que “El incesto no es el Edipo, y que incluso es lo contrario”.
Las familias internas edípicas figuran representaciones generacionales normales, en las que los padres son de mayor edad y más grandes que los hijos. Asimismo la diferenciación de las generaciones, de los seres, de los géneros, de los muertos y de los vivos ya está adquirida. Los fantasmas de seducción narcisista y sexual coexisten, pero predomina la seducción sexual en la pareja. La relación de contención ha sido vivida de la siguiente manera: el objeto materno ha sido continente y fue introyectado como tal. Las ansiedades primitivas catastróficas claustrofóbicas (angustia ante “lo demasiado cerrado”) y agorafóbicas (angustia de “ser abandonado” o de “lo demasiado abandonado”) no son excesivas.
Por otra parte, en las familias internas anti-edípicas la diferenciación generacional está poco o nada adquirida. La seducción narcisista es predominante y la seducción sexual es puesta al servicio de la primera bajo un modo patológico. El fantasma de auto-engendramiento subyace a esta organización psíquica. Los hijos y los padres pueden estar en un mismo nivel generacional: imaginariamente tienen la misma edad. Puede existir incluso una inversión generacional: la omnipotencia infantil se configura con padres más jóvenes y más pequeños que los hijos. En este caso, la diferenciación de las generaciones, de los seres, de los géneros, de los vivos y de los muertos no está del todo adquirida y- dado este hecho-tienen lugar confusiones de todo orden, a veces en forma masiva. O bien, los padres y los abuelos son imaginados como hermanos y hermanas, y así sucesivamente.
La relación precoz de los partenaires se ve dominada por una dependencia infantil patológica de una madre contenedora. Ya se trate de una dependencia excesiva hacia el objeto, de una búsqueda frenética del objeto, o bien se constituye-contra esa dependencia patológica- una auto-contención megalomaníaca. Esta auto-contención patológica es verdaderamente la base del fantasma de auto-engendramiento (J-P Caillot, 1992).
Así, por ejemplo, una pareja consulta por tristeza, conflictos frecuentes y sobre todo, por pérdida de las relaciones sexuales desde el nacimiento de su hijo que actualmente tiene 5 años. El marido y la mujer no comprenden bien lo que les sucede. Tienen un nivel cultural elevado, muy dedicados a educar a sus hijos y a mimarlos. Su familia se presenta esencialmente como una institución. Ella ha excluido toda sexualidad. En sus antecedentes familiares, la madre había sido frecuentemente corregida y sermoneada por su propia madre (abuela materna), quien le decía: “¡Compórtate bien! ¡Siéntate correctamente! ¡Bájate la falda y junta las piernas cuando te sientas! ¡Tú sabes, tu padre es un hombre!”. Cuando ella iba a acostarse debía poner cerrojo a su puerta, por las mismas razones. Ese clima incestuoso se explicaba por el hecho que la madre de la paciente (la abuela del niño) había sufrido un intento de violación de parte de su padre (el bisabuelo materno del niño), a los 16 años.
En cuanto al marido, prácticamente él no había conocido a su padre por cuanto sus padres se separaron precozmente.
Cuando su madre peleaba con su segundo marido, lo echaba de la habitación y acogía a su hijo en su cama. Estas actuaciones incestuosas se dieron hasta la edad de 15 años del hijo, edad en la que él dejó a su familia. Posteriormente él vivió solo en un estudio. Pareciera que-como la historia de Edipo- el nacimiento de ese hijo en la actualidad hizo emerger fantasmas incestuosos compartidos por él y su pareja (padre y madre actual). Entonces aparecía en ellos el temor inconsciente de que pudiese darse una relación incestuosa con el hijo, intentando en consecuencia-de forma defensiva- eliminar toda sexualidad en la pareja y en la familia.
Es como si los padres se dijeran: “Si suprimimos la sexualidad en pareja, en nuestra familia, viviremos sin drama”. El padre se identifica proyectivamente con su hijo y la madre deposita en su hijo su objeto interno padre..
Es en este momento cuando surge una demanda de parar la terapia por miedo a que surjan relaciones incestuosas en nuestro grupo.
En esta esfera incestuosa, anti-edípica, los fenómenos de influencia están en primer plano, así como las identificaciones narcisistas masivas, los fantasmas envidiosos están exacerbados y los actos envidiosos son frecuentes.
Las angustias son habitualmente del tipo ansiedades catastróficas primitivas, ágorafobicas o claustrofóbicas. Por otra parte, es frecuente observar en la pareja una repartición de esas dos formas de ansiedades: uno es portador de las ansiedades claustrofóbicas primitivas, mientras que el otro es depositario de las ansiedades agorafóbicas primitivas.
En otras palabras, el partenaire agorafóbico, al buscar la presencia del compañero claustrofóbico refuerza las ansiedades de este último y lo empuja a alejarse. Se instala así un círculo vicioso, surgen inter actuaciones conflictivas. El sujeto agorafobico tiende a volverse intrusivo y el claustrofóbico se pone rechazante, se siente humillado.
Es así que los fenómenos paradojales del registro anti-edípico están en el origen de un impasse relacional de la pareja. Pudimos describir (J-P Caillot, G. Decherf, 1982) relaciones paradojales entre los miembros de la pareja y en la transferencia. Podemos resumirlas de la manera siguiente: “Vivir juntos nos mata, separarnos es mortal”. Ellas pertenecen a la posición narcisista en la que la investidura narcisista del objeto es fuente de sensación o de ansiedad claustrofóbica primitiva. Esta sensación o esta ansiedad insoportable, lleva a una ruptura de esa investidura narcisista del objeto. Esto conlleva a un retraimiento narcisista del sujeto, presa de una sensación o de una ansiedad agorafóbica primitiva, hecho que lo impulsa a reinvestir narcisísticamente al objeto, y así sucesivamente.
Lo hemos visto, la oscilación de las investiduras narcisistas y anti-narcisistas (F. Pasche, 1978) caracteriza la defensa paradojal y rítmica de esta posición contra las sensaciones y ansiedades primitivas claustrofóbicas y agorafóbicas.
Las relaciones narcisistas paradojales patológicas son responsables de los disturbios de la figuración (irrepresentabilidad) que dan lugar a fantasmas-no/fantasmas, a la representación de objeto paradojales (por ej., la representación de un padre incestuoso es a la vez la representación de padre, de objeto sexual, de bebé y de gemelo; se trata de una representación de un padre-no padre). Estas relaciones son igualmente responsables de disturbios emocionales, tales como la creación de afectos paradojales que sideran al Yo (el afecto paradojal es una formación de afectos ligados indisociablemente entre sí, reenviando uno al otro dos afectos irreconciliables-pero no opuestos-tales como el terror o el horror y la fascinación) Esta posición narcisista paradojal patológica es fuente de confusión.
D. Anzieu enunció otras formas de paradoja: “Nosotros somos una buena pareja, en la que cada miembro es malo para el otro”. O bien: “Somos buenos miembros que formamos una mala pareja”.
Finalmente, para René Kaës, las alianzas inconscientes de la pareja, tales como la comunidad en la desmentida, “permiten comprender cómo, en las modalidades neuróticas y psicóticas de la represión, se constituye o fracasa en constituirse, para los sujetos singulares, en razón del interjuego de sus vínculos, la función represora”. Las alianzas inconscientes “Ellas son, dice, formaciones del aparataje psíquico de los sujetos de un conjunto inter-subjetivo”. Una pareja, en el caso que nos ocupa.
Las alianzas inconscientes están al servicio de la función represora.
En el ejemplo que acabamos de citar, la alianza inconsciente es la comunidad de desmentida en la pareja. Ella tiene como base la desmentida común de las relaciones de objeto incestuosas en sus familias de origen y en la pareja; los fantasmas-no/fantasmas incestuosos son desmentidos y cada partenaire identifica proyectivamente a su partenaire con su padre interno del sexo opuesto. En este caso, hay confusión entre la madre interna del marido con su esposa y del padre interno de la mujer, con su esposo.
Encuadre psicoanalítico de la pareja
-Lo más a menudo el intercambio es verbal
-A veces se plantea una indicación psicodramática, lo que da un lugar esencial al juego.
Los psicoanalistas, habitualmente proponen encuentros semanales o bi-mensuales.
Ellos invitan a la pareja a hablar libremente de su pareja en pareja.
La regla de no omisión, específica de la situación psicoanalítica individual, es remplazada aquí por una invitación a hablar libremente más que a una obligación a no omitir nada. La constitución de los secretos individuales no patológicos marcará a menudo, en efecto, el progreso de la terapia de pareja.
En suma, cada uno dirá lo que desea decir. Aquí no se trata de la regla de “decir todo”, como en el abordaje individual. Se hablará entonces de asociación verbal libre de la pareja.
Cuando las maniobras perversas en una pareja-a veces perversa- son masivas y frecuentes, proponemos, ya en un primer tiempo, encuentros puntuales dedicados al develamiento de dichas maniobras, sin dar demasiada importancia a las actuaciones envidiosas de la pareja hacia la situación psicoanalítica. Eventualmente, es en un segundo tiempo-cuando aparecen las angustias- que podrá instalarse un marco de encuentros regulares.
La asociación libre verbal de la pareja es asociada a la regla de abstinencia.
La pareja deberá renunciar a obtener consejos, soluciones relativas a la realidad cotidiana y a compartir relaciones privadas o sociales con el o los psicoanalistas.
La regla de restricción obliga al analista a restituir el contenido de lo que pudiera decirle –entre sesiones- uno de los miembros de la pareja. Solamente se recibirá a la pareja. No habrá encuentros individuales.
Indicaciones
En una familia, las indicaciones de terapia de pareja se dan cuando las dificultades relacionales encontradas están localizadas esencialmente en la pareja.
La pareja reconoce que el disfuncionamiento se sitúa en ese nivel. A menudo se trata:
-de conflictos verbales o físicos con, a veces, deseos de separación; - de depresión con pérdida de los deseos sexuales; - de disturbios sexuales aparecidos con ocasión del nacimiento de un hijo; - de ansiedad catastrófica. Uno de los partenaires se siente ahogado por el otro y este se siente abandonado; - de temor a un paso al acto asesino en la pareja, asociado a pasos al acto incestuosos hacia los hijos; - uno de los miembros de la pareja se queja de los incesantes actos de dominio del otro.
Estructura de los diferentes tipos de pareja
- Las relaciones perversas narcisistas son frecuentes, con su cortejo de maniobras sado-masoquistas y de provocación, de maniobras de seducción mentirosa, de descalificaciones de todo orden, de inoculaciones de angustia y de maniobras confusionantes. Señalamos en esta oportunidad la muy bella obra de Maurice Hurni y Giovanna Stoll, La haine et l’amour, que trata del vínculo perverso en la pareja y de la tensión inter-subjetiva perversa.
En este caso, el trabajo interpretativo debe ser precedido por un trabajo de develamiento de las maniobras perversas, de modo que aparezca un cierto monto de angustia necesaria para el trabajo analítico. Estas maniobras gozadoras de dominio paradojal impiden en un primer tiempo el establecimiento de un marco de encuentros regulares.
Es así que la pareja se ubica de buenas ganas en una posición fálico-narcisista, variante-nos parece- de la posición esquizoparanoide: lo que se inviste preferentemente es la posición dominante-dominado. Una lucha por la posesión de un pene imaginario omnipotente da rabia.
-La asociación de una organización psicótica en uno de los miembros y de una organización perversa en el otro, es también un caso frecuente. – Sean cuales fueran las estructuras individuales de los partenaires, los fenómenos paradojales son frecuentes, así como las maniobras perversas.
Las transferencias
Nosotros distinguimos tres categorías de objetos en las terapias colectivas: -el objeto individuo, el objeto pareja y el objeto grupo.
Resumiremos aquí las diferentes figuras transferenciales:
- La transferencia grupal global hacia el grupo terapéutico como objeto transferencial: uno de los partenaires o ambos transfieren en el grupo terapéutico (pareja y psicoanalistas) como objeto;
- La transferencia grupal central de la pareja hacia el o los psicoanalistas; aquí el objeto transferencial es el o los analistas. La pareja como unidad transfiere en el o los analistas como unidad.
En la transferencia global o central, la suma de los sujetos que transfieren y de las personas que constituyen el objeto transferencial reúne el conjunto de los participantes del grupo terapéutico.
Uno de los miembros de la pareja puede ser el portavoz de un fantasma transferencial de la pareja.
- Las transferencias laterales entre partenaires de la pareja están en relación con fenómenos de identificación proyectiva. Ellas son vueltas a llevar hacia el o los analistas.
Ejemplo clínico
Tenemos aquí un ejemplo de una sesión de terapia de pareja que se da un año después de la primera entrevista.
Ella: “Pasamos muy buenas vacaciones. Al principio estábamos los tres juntos, luego yo tuve que hacer un remplazo de una semana, tiempo durante el cual mi marido se ocupó de nuestro hijo César. Nos volvimos a encontrar de nuevo los tres”.
Él: “La última semana retomé mi trabajo y mi mujer pudo descansar algunos días con César. Todo anduvo bien. Lo que me molesta es que, con mi nuevo trabajo, en este momento hago muchos desplazamientos y sólo regreso los fines de semana. Entonces, ¿Qué hay que hacer respecto a la psicoterapia? ¿Podemos hacer un buen trabajo con usted ya que mi mujer y yo no nos vemos tanto? Habitualmente lo que sirve de base a nuestro trabajo acá son los intercambios y dificultades de la semana”.
Psicoanalista: “ ¿Ud. teme encontrarse aquí en el vacío sin tener material con qué trabajar?
Él: “Sí, es un poco eso.”
Ella: “También está la idea que, al remover las cosas acá, corremos el riesgo de volver a reflotar conflictos entre nosotros. Entonces, ¿No será malo para nosotros venir a verlo cuando ahora anda todo bien?”.
Psic.: “Varias veces hemos observado juntos que uno de ustedes era señalado como siendo la causa de la desdicha del otro. Hoy día, en nuestra relación, ¿Seremos nosotros la causa de su desdicha?
Él: “Es así como hemos funcionado mucho, pero ahora estamos mucho más serenos, mucho más distendidos. Hay una adquisición y todo lo que mi mujer y yo hacemos juntos acá, eso permite ver las cosas de otra manera”.
Ella: “Hemos encontrado algo bueno, en lo que ya no creíamos…y hay que preservarlo, antes, mi marido y yo, siempre teníamos ganas de pensar igual, de ser iguales en relación al otro…no era posible vivir así”.
Ella agrega: “Ayer, mi marido me dijo que necesitaba hacer algo para él, que no tuviera relación conmigo, y eso me pareció muy bien…pues, si no somos iguales uno respecto al otro, seremos independientes…antes del nacimiento de nuestro hijo, o bien hacíamos lo mismo juntos o bien necesitábamos uno del otro, dependiente. Y desde luego, nos sentíamos muy culpables por la más mínima cosa que hacíamos sin el otro. Con esto sentíamos un gran bienestar y nos causaba un gran malestar tener que cambiar algo en ese bienestar que construíamos juntos y que respondía a nuestras necesidades. Hoy me digo: ¿Por qué él no podría hacer algo sin mí? ¿Por qué yo no podría volverme diferente de lo que él esperaría? Estábamos en autarquía y cuando se está en autarquía uno se alimenta a sí misma, se está en plena forma en todos los planos, no se necesita del otro…se es independiente. Sin embargo algo me irritaba: a veces comenzábamos una actividad juntos y lamentábamos terminarla. Yo sobre todo, terminaba por ahogarme…incluso más después del nacimiento de César, ya que tenía la sensación de decaimiento corporal. Pienso que nos pusimos la vara demasiado alta”.
Él: “Ahora sabemos que somos diferentes y que tenemos necesidades diferentes”.
Psic.: “Poner la vara demasiado alta, ¿Era quizás ejercer una tiranía entre ustedes…?
Ella: “Sobre todo después del nacimiento de César, porque nuestro hijo nos impedía continuar nuestro camino juntos. A veces, e incluso todavía ahora, yo me digo que él me agota con todas sus necesidades…pero yo lo amo mucho…es un buen chico”.
Él: “Al comienzo de la sesión…¿Ud. nos señaló nuestro miedo al vacío?
Psic.: “A propósito de su pareja, Ud. hablaba hace poco de autarquía, de independencia ¿Imagino que no tenía miedo al vacío en ese momento?
Ella: “Sí, pero después… ¡No me diga! ¡Lamentamos enormemente reconvertir! Cuando se tiene a alguien sólo para sí misma, ¡Es embriagador!
Él: “¡Es una necesidad!”.
Psic.: “Eso me hace pensar en la relación del bebé con su madre”.
Ella: “Sí, pero la madre hay que compartirla con los hermanos y hermanas, mientras que aquí es una madre solo para una misma y al mismo tiempo cada uno es madre para el otro ¿Comprende Ud.? Sabe, es un vínculo muy fuerte, mucho más fuerte que con la madre…con mi abuela yo pude compensar la insuficiencia de mi madre…todo eso es una ilusión de identidad-dice-: viendo al otro, al mismo tiempo nos admirábamos. Cuando yo era pequeña, me consideraba mala. Mi hermano mayor se burlaba de mí…todo lo que he vivido con mi marido, eso me ha hecho bien. Pude volver a partir de forma diferente, rehacer el mismo camino diferentemente…mi marido querría tener otros hijos. Yo aún no estoy del todo madura. Me bloqueo. Cuando me vienen ideas negras pienso arrojarme por la ventana…cuando era adolescente, tenía el sueño siguiente: me caí en un agujero y sentía el aire en mi piel. Me despertaba con una sensación de caer”.
Psic.: “Caer en el vacío ¿Estará esto relacionado con la llegada de un nuevo hijo?.
Ella: “Teníamos un equilibrio de a dos formidable. Y hemos vuelto a encontrar uno de a tres. Sin duda habría que rencontrar uno para nosotros cuatro. Quizás es eso lo que nos da miedo. En el fondo, mi marido y yo podemos tener muy bien actividades diferentes en el exterior, podemos reconocernos como diferentes uno del otro. Encontrar un nuevo equilibrio si tenemos otro hijo, quizás sea más fácil si nos sentimos diferentes”.
Jean-Pierre Caillot
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