Durante un tiempo considerable, el feminismo occidental se mantuvo confiado respecto de sus distinciones de sexo/género, su análisis del patriarcado y su teoría de la cosificación de la mujer bajo la "mirada masculina". Pero estas categorías comenzaron a ser cuestionadas por la postulación "deconstructiva" moderna del sujeto como inestable y disperso. La lectura que Lacan hace de Freud siempre se movió en esa dirección, con un recorrido que partió del estructuralismo, que pone el acento en la estructura, pasando por el postestructuralismo, que pone el acento en la textualidad:los efectos de un texto sobre otro, y por el posmodernismo, que pone el acento en la deconstrucción.
La reacción feminista al psicoanálisis, que siguió ese camino, volvió siempre al problema de la feminidad y la sexualidad femenina, moviéndose incómodamente entre los polos de la biología y la cultura. El problema es siempre que, en el universo freudiano del discurso, la diferencia sexual no puede ser reducida a lo dado biológico ni estar enteramente constituida a partir de las prácticas sociales.
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La diferencia sexual. Lacan y el Posfeminismo
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